Luego de analizarlo durante un tiempo, Melissa concluyó que lo mejor era trabajar en la cocina. Ya que no contaba con nadie afuera que pudiera proveerle de lo necesario ni dinero para pagar un abogado que le ayudarla con su solicitud de revisión de sentencia, al menos de este modo podría valerse por sí misma.
Si bien le hubiera gustado tomar las clases de pintura para convertirse en una artista como siempre soñó, los sueños eran solo eso, por lo que los pospuso una vez más.
Por supuesto, si alguien le hubiera dicho que se transformaría en una esclava cuyo pago sería mucho más que miserable... Bueno, se lo habría pensado dos veces. Con todo, sin importar lo difícil y extenuante que fuera, no se rindió aun cuando Stefano intentó hacerla desistir en más de una oportunidad al decirle que seguiría pagando por sus necesidades. Pero Melissa ya no estaba dispuesta a venderse por un par de objetos y favores —o muchos, en realidad—, no sobre todo cuando ambos estaban juntos. En teoría.
La relación, si es que podía llamarse así, tampoco tuvo grandes cambios. La única excepción era quizás que ahora Diavolo la trataba con un poco de delicadeza. No lo bastante para considerarlo amoroso; no tan rudo como para decir que todavía trataba de poder y sumisión. Se encontraban en un confuso punto medio, en el que a veces eran una pareja y a veces un par de desconocidos que apenas se saludaban en las zonas comunitarias.
No lo culpaba, desde luego; no se sentía en posición de hacerlo considerando sus propias circunstancias. Melissa recién logró abandonar el armario en el que estuvo encerrada gran parte de su vida, por lo que era capaz de entender la confusión y los temores de Stefano. Él no tenía que decirle nada; con solo mirarlo... Bien, tampoco pensaba en ello con frecuencia; únicamente lo dejaba estar. Le pareció mejor para su cordura.
Aunque no podía evitar que la vocecita en su cabeza le recordara cuán diferentes eran de Romeo y Olivia. El Consigliere adoraba el camino que trazaban los pies de su pareja, la presumía como el más grande tesoro de la creación y estaba dispuesto a enfrentarse a cualquiera que la mirase con algo distinto al respeto. ¿Cómo no sentir esa constante puntada de envidia? Aún más cuando Stefano no la tomaba en cuenta en público y tampoco se molestó en aclarar que ya no era «una puta» que se vendía a él a cambio de protección, sino suya. Porque eso le susurraba al oído cuando estaba solos, únicamente cuando estaban solos, y ella se entregaba con esa estúpida sonrisa enamorada.
También tuvo que admitir eso: amaba al hombre y tal vez era el motivo por el que fingía ignorar la molestia en las profundidades de su corazón.
Mientras se miraba al espejo, pensaba en estas cosas. La cabellera le caía sobre los hombros, suavemente ondulada en las puntas, concediéndole un poco de sutileza. Melissa se sonrió, fue un pequeño gesto casi demasiado triste, antes de cerrar los ojos y respirar profundo.
Odiaba a la persona reflejada en la superficie, le recordaba cada una de las cosas que pretendía olvidar: a su padre y a su madre, también a su hermana y los años de sufrimiento que le hicieron pasar para complacer pensamientos egoístas que se transformaron en su condena; pero sobre todo a Mark y su espantosa muerte. Melissa evitaba pensar en ello, en la agonía que debió de haber atravesado y en lo último que vio antes de... ¿Fue ella o el rostro de su padre? ¿Qué pasó por su mente?, ¿la habría odiado?
Incluso si estaba segura de no seguir amándolo en ese sentido, tenía aún un profundo cariño hacia él. Fueron colegas y mejores amigos, ¿cómo podría no sentir nada?
Los brazos de Stefano alrededor de su cintura le hicieron abrir los ojos. Se miraron un instante por medio del espejo, sin decir palabras como se había vuelto costumbre. Si bien no sonreía —de hecho, su rostro tenía la misma expresión imperturbable de siempre—, sus ojos parecían ocultar alguna cosa, como un sentimiento que Melissa quiso poder descubrir.
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La mujer del Diablo ┃ Las mujeres de la mafia #2
Roman d'amourDespués de ser condenada a prisión debido a un crimen que no cometió, la agente especial Sallow sabe que sus días están contados. No solo porque es encerrada junto a los criminales más peligrosos del mundo, sino porque se trata de hombres violentos...