Capítulo 12;

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CAPÍTULO 12;


La puesta de sol se reflejaba en el gran ventanal del castillo. Con manos cruzadas tras la espalda, el cabello rojizo recogido en una cola alta y ojos verde esmeralda, la directora de la academia Evermoore y perteneciente a la élite del Sol, Ava Field, no dejaba de observar la belleza que desprendía. Le parecía encantador ver los brillos jugando en el cielo y los rayos solares apagándose para dar descanso a sus almas.

Sobre su escritorio yacía un pergamino color oro firmado por la familia Russo. Otro caso de desaparición se había reportado dentro de Vitale.

Convocaban a una reunión de urgencia para tratar el tema.

Ava se giró lentamente y clavó sus ojos en las altas paredes que había conocido desde siempre, llegar a ser la directora de la academia era lo correcto para ella, formar parte de la Élite del Sol era genético. Hija única de las brujas Field, no solo contaba con sangre elitista, sino que también era de las pocas brujas capaces de obtener magia directa de los rayos del sol.

Las brujas, destinadas a ser sabias, eternas y suficientes, contaban con magia blanca y catalizadores que lograban regular la misma, casi todo era posible para una bruja. Sin embargo, poder tomar magia de los rayos del sol era algo muy poderoso, ser capaz de tomar magia desde la fuente principal y vital que se les había otorgado era una rareza en su generación. Ava estaba orgullosa de su linaje, había sido una aprendiz excepcional durante sus años de entrenamiento, una hija ejemplar y ahora siendo de las brujas más jóvenes, había tomado parte de los puestos importantes de Vitale. Ella era importante.

Claramente le había costado mucho llegar ahí, renunciar a cosas que amaba, también personas que amaba. La Élite del Sol era dura, así que la familia de las miembros siempre debía relacionarse con la misma Élite. No existía romanticismo entre la élite y las brujas comunes.

Había estado profundamente enamorada en su época como aprendiz, unos muchos años atrás. Se había enamorado tanto y con tanta fuerza que estaba segura que era un tipo de amor que solo se vivía una sola vez en la vida, con intensidad y paz.

Pero había tenido que renunciar a ese amor para llegar a ser lo que era. Estaba bien, era su destino.

Unos pequeños toques en la puerta de madera gruesa y color caoba llamaron su atención.

—¿Directora? —una voz joven y aguda entró a la estancia.

Dando unos pasos al frente Ava alisó su vestido rosa palo mientras se acercaba al estudiante que requería su presencia.

—¿Sí?

—La instructora de Hechicería Corporal se ha prendido fuego.

Ava se quedó en silencio mientras observaba al pequeño niño fénix que seguramente estaba en su primer año de entrenamiento, vestía con el uniforme adecuado para clases físicas y corporales, un traje completamente negro de perfecto material flexible, bolsillos en varias partes y un árnes para las amas.

Unos gritos la hicieron salir de su aturdimiento y con un veloz movimiento de sus dedos, cerró las cortinas del ventanal que había estado observando. Algo estaba pasando.

—Quédate aquí, escóndete y no salgas hasta que yo vuelva —dijo—. ¿Entendido?

No se giró a ver si el niño le había entendido, así que con pasos veloces salió de la estancia y caminó por los pasillos de paredes altas y color blanco que tantas veces había visto, su corazón latiendo veloz y sus sentidos agudizados en busca de el punto orígen de todo.

SANGRE #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora