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Al salir. Quedé en encontrarme con mis Jefes en el hotel, y Brandon y yo tomamos un ruta hacia lo que parecía ser la playa. Pero la verdad, no estaba seguro. Las calles se me hacían un laberinto de marfil y piedra.

Tanto que ver y tan poco tiempo. Tardaría como un año en verlo todo.

Me sentía extraño. Mejor dicho, ansioso. Sentir a Brandon caminando a mi lado parecía algo nuevo pero a su vez muy familiar. Cada vez que por accidente cruzábamos miradas desviabamos la vista. Era inevitable, no era igual. Aquella incomodidad prevalecía. La pregunta es ¿Íbamos a fingir que nunca pasó nada?

Yo estaba dispuesto a hacerlo. Y quería hacerlo. No quería abordar ese tema. Prefería dejarlo enterrado e imaginar que jamás ocurrió.

—Hace mucho tiempo vine por estos lares. —comenzó a contar Brandon de pronto. Yo sólo trataba de no firmarme es lo extraño que se veía con barba. Para no decir apuesto y varonil— fue en una vacaciones de julio y estábamos visitando a unos tíos por parte de mi mamá. Hubo un día, yo diría que un jueves, como hoy. Qué fuimos todos a un lugar bastante guay la verdad. Pero como te conozco... estoy seguro que... que te encantará.

El siguió y por un momento noté que revisaba su móvil y corregía su dirección. Me reí en mis adentros.

—llegamos— y cuando vi a donde me había traído me quedé sin habla. No estaba seguro de que era, pero algo se me vino a la mente de inmediato y simplemente no lo podía creer.

—Es... ¿ una especie de acuario?— pregunté incrédulo.

—Algo así... es el Océanografico de Valenciana. ¿Mola, no?

—joder, si que lo hace.—sonreí. No imaginaba un lugar más extraordinario.

Cuando entramos, un espacio iluminado de azul nos dio la bienvenida. Pasillos de hermosas baldosas y paredes brillantes. Un par de trabajadores de el lugar nos explicaron cómo se dividían las alas y se ofrecer a darnos un tour. Brandon les dijo que conocía el lugar, y yo tenía el presentimiento de que no se acordaba. Era solo una corazonada, claro está.

Y tenía razón.

Pero perdernos no supuso un problema. Por sólo estar allí era una experiencia agradable y placentera. Paredes de cristal blindado permitían ver criaturas marinas que jamás en mi vida había visto tan de cerca. Desfiles, tiburones, peses de todos los colores y formas. Incluso medusas... dios santo. Corales y algas de tantas formas. Un paisaje hipnótico que podía embelesar a cualquiera.

Podría vivir allí tranquilamente.

Pasaron más de una hora y Brandon me contaba sobre lo poco que recordaba. Y sobre algunas especies que se podían apreciar. Y me resultó grato saber que todo aquello le gustaba casi tanto como a mí.

Cuando nos sentamos en banco de acero pegado a la pared, el silencio inundó el espacio bañado de luz azul. Donde sombras con formas paseaban sobre nosotros. Habían rayas allí, y rémoras.

Mire en silencio apareciendo la vista y cuando quise ver a mi compañero, este se frotaba las manos inquieto.

—¿Qué ocurre tío?

—Nada, solo estoy algo nervioso...

—¿y eso por qué?

Él me miró y sonrió levemente —Por todo, Mich. Digo, Alexon.

—Mich esta bien.

—Vale. No que quiero decir...—respiro profundo —es que lamento la forma en que actúe. Como solo me alejé. Podría decirte lo asustado que estaba cuando paso aquello. Confundido. Sin saber con quién hablar. Y culpable porque haberle daño a la chica con la que salía y a mi mejor amigo. A quien sentí que había usado, de alguna forma. Pensé que lo mejor era solo alejarme. Qué todo se aclararía con el tiempo. Y se aclaró, pero no como esperaba. Le había terminado a Fabiola. Había dejado de hablarte. Me había ido de mi hogar. Y por un momento ordene mi vida. Pero algo seguía inconcluso. Nosotros. Y que quería yo. Fueron meses de terapia, y errores estúpidos. Incluso llegué a ir a un bar gay...

Por Siempre, Mejores AmigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora