•CAPÍTULO 8: Hasta pronto

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Brandon

Conocer a la familia de mi mejor amigo fue extraño.

Y divertido.

Mi tío me dejó frente a su casa y yo llamé. Ese día habíamos cuadrado (Sinónimo de planeado) que iría de visita. Y así lo hice. Pero por supuesto, no le avisé a qué hora aparecería. Por lo que, en el momento en que toqué por tercera vez, un Michael en shorts y medio dormido me recibió. Era domingo, por cierto.

Cuando me vio, me trancó la puerta en la cara de golpe. Y acto seguido, el muy descortés fue a ponerse más ropa. Pero yo ya me había grabado una imagen en la cabeza. Es curioso, pero en ese instante comprobé que mi amigo tiene el cuerpo mucho más definido de lo que se puede ver a simple vista (O sea, su pecho de paloma se ve marcado). Su piel debajo, es muy clara, de un elegante color marfil pálido. Y las lineas en su cintura se delinean con facilidad. Además, tienes más de esos diminutos lunares dispersos como constelaciones.

Pero debería ir más al gimnasio, le ayudaría ha aprovechar eso. Lo he invitado varias veces a ir conmigo en las tardes pero siempre ha evadido con cosas como:

—Iré cuando tenga ganas. Además, tú vas al Gradiador Gim. Y yo, detesto ese gimnasio.

—¿Por qué?—Le pregunté.

—La arrogancia y estupidez que se respira allí es crítica. Ni con mascarilla entro.

—No seas ridículo.

—Es la verdad. Además, pienso ir al gimnasio cuando me vaya de aquí y disponga de más tiempo. Por ahora, tengo mejores cosas que hacer.

Y esas fueron solo dos de las muchas escusas que me daba.

Luego de cambiarse, mi amigo me dejó entrar y se disculpó por casi romperme la nariz con la puerta de hierro. Lo perdoné a regañadientes.

En pocos minutos había visto su casa, que era pequeña, con tres habitaciones, dos baños, una sala y cocina. Su padre tenía un taller de carpintería en el patio trasero. Y cuando conocí al señor, que no se parecía mucho a Michael, excepto por la inocencia que reflejaba su rostro, él comenzó a contarme cómo fabricaba cocinas empotradas y muebles, lo que me pareció interesante y útil, dado que nunca había visto tantas herramientas y madera juntas. Ese señor era todo un maestro en la materia. Se ganó mis respetos con facilidad. Pero por la cara que Michael hacía, pude deducir que no era el primero a quién su papá saturaba de golpe con explicaciones de proyectos en su trabajo.

La cosa fue diferente cuando conocí a su hermano.

Ahora si, debía tener cuidado de no pisarlo. Era el más bajo de todos, y si se parecía al padre de Michael. Lo que me llevó a pensar que el debía parecerse a su madre. Misma, que no se encontraba. Michael solo había comentado algunas cosas que ella decía cuando jugaban haciéndose bromas divertidas. Pero por la mirada en sus ojos cuando lo decía, llegué a creer que algo le había pasado. Y al parecer, así había sido.

Por alguna razón, el pequeño duende le dio una mirada llena de complicidad y maldad a mi amigo cuando me vio y abrió los ojos perplejo. Michael trató de simularlo pero pude notar cuando movió los labios sin hablar y le dijo algo a su hermano que no pude entender pero que claramente parecía una grosería.

El chico fornido y microscópico era bastante bromista y me agradó, y el señor padre de mi amigo era claramente un buen hombre; educado y trabajador, que como muchas personas por esos lados, se paseaba tranquilamente sin franela por donde quiera que fuera, mientras trabajaba en su casa. No se le podía culpar, pues el calor era asfixiante y hasta yo tuve que quitarme la chaqueta y quedarme en franelilla o me iba ha deshidratar en solo minutos.

Por Siempre, Mejores AmigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora