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Michael


Es sábado, pero eso no significa que no madrugaría. Mi reloj biológico ya tiene hora fija.

Después de mi rutina matutina, pequeñas discusiones con mi hermano y mi padre que al parecer hoy amaneció de mal humor, por el estrés de los gastos, y que no ha tenido dinero extra para tomar alcohol a gusto, hicieron de un bonito despertar, un miserable despertar.

Somos una familia pequeña, pero eso no quita que discutamos cada cinco minutos por alguna tontería. Sin embargo, compadezco a mi padre, tiene mucho estrés y peso sobre sus hombros. Desearía que mi hermano entendiera esa parte. Los días como hoy son difíciles porque es cuando más extraño a mi madre. La que siempre me abrazaba antes de salir de casa y depositaba un beso en mi cuello (o mejilla) que me hacia cosquillas, razón por la cual, odio que las demás me saluden con un beso allí.

Los días como hoy se prestan para la tristeza, el miedo y la soledad. Y por mucho que me esfuerce, no puedo llenar el vacío que quedó en nuestra casa. Nadie nunca lo hará.
Trato de hacer sus cosas y encargarme de los quehaceres de la casa, pero el carácter de mis dos compañeros me lo hace difícil. Me hacen sentir todavía más solo, porque desearía que fuéramos más unidos, pero no es así. De los cuatro, siempre fui el que optaba por hablar y no discutir. Odio las peleas y los gritos.

Quiero irme, como nada en el mundo, porque siento que si lo hago, encontraré mi camino. Pero a su vez, temo dejar a las dos personas que me quedan y alejarme de la casa que significó tanto para ella.

Desde hace mucho tengo un vacío, uno que nadie puede llenar; ni familia, ni amigos, ni yo. El vacío que dejo el amor de mi madre cuando se fue, en ese instante en que fui a dormir porque ya no soportaba el cansancio. Solo fueron veinte minutos, y en esos veinte minutos, ella murió.

No debí haberme alejado. Mi tía estaba con ella, pero aun así no debí haberme ido a mi cuarto. Mi padre, que en mucho tiempo no había tomado, había llegado ebrio justamente esa noche. Sé que en el fondo, aún carga con esa culpa. Aunque si algo hizo, fue darlo todo por ella. Además, me alegro de que no se quedara con una imagen tan dura como la que yo tuve que soportar ver, en sus últimos momentos. Jamás, pensé que la vería así.

Suficiente.

Son mi familia, y los amo. Siempre lo haré.

Reprimo las lágrimas, ya es de tarde así que me dispongo a salir.

Dejé la comida lista, limpie toda la casa y atendí mis plantas. La jardinería fue mi compañera cuando necesite canalizar toda la ira, miedo y dolor. Razón por la cual, le tengo completo respeto. Las plantas son seres vivientes, y solo con su presencia dan vida y paz a un hogar. Un suspiro de alivio a tanto pesar.

Salí de casa y comencé ha caminar. Había quedado de verme con un amigo en el centro; la plaza, para ser exacto. Pero solo para saludarlo un rato. Igual necesitaba salir y despejar la mente. Soy un poco selectivo cuando de usar el término "amigo" se trata, supongo que para mí es una palabra con un gran peso y significado. No se si llamar a Rafael así, pero bueno, estudiamos juntos en el pasado y es un buen sujeto.

Y como yo soy un masoquista como ninguno, voy ha ver a un chico del que estuve obsesionado (Para no usar la otra estúpida y cursi palabra) en un tiempo. Siempre pensé que él era guapo y divertido, aunque los demás lo molestaban diciéndole bobo, retrasado y cosas así. A mí siempre me pareció alguien increíble y tierno. Así de tonto es uno en la secundaria.

Deambulo por las calles abarrotadas de gente. Es increíble que a estas alturas aún haya tantas personas caminando por el centro.

Llego a la plaza y espero sentado en uno de los bancos de cemento. Como siempre, quedo esperando. Pasan varios minutos cuando Rafa aparece, junto a una chica y un chico delgado, todos vistiendo la braga azul marino de medicina.

Por Siempre, Mejores AmigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora