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Cuando la calma llegó, nos quedamos en silencio unos minutos y Michael soltó mi mano, y por un instante no quise que lo hiciera. Tener un amigo gay era diferente a lo habitual. Michael era cariñoso conmigo, tierno y dulce, y no le incomodaba mostrar afecto, un cariño que nadie nunca me había dado, pues no es como si pudiera decirle a uno de los del equipo de fútbol «Eh Mike, dame un abrazo tío. ¿Qué tal tú Armando? Un poco de afecto no hace daño» no, eso definitivamente jamás iba a pasar. Los únicos amigos me habían abrazado antes eran solo chicas, y a Jimmy y a Mark en su cumpleaños. Nada más.

Nos mantuvimos uno al lado del otro, mirando las luces de la ciudad. El viento soplaba frío y podía oír el silbido de los grillos.

Hasta que Michael rompió el hielo.

— Siempre parece que estuviéramos solos. A veces, pienso que las personas poseen un limite fijo de lo que pueden o no ofrecer. Cuando en realidad, lo más valioso es la compañía y la confianza. He estado apunto de romperme, al sentir que todos de una u otra manera solo me utilizan y me engañan. Y sin darme cuenta, desarrollé un miedo a confiar en las personas. Tenemos amigos, pero sé que pueden herirme en algún momento. Pueden fallarme cuando más los necesito. Por que la verdad, Brandon, es que no confió en nadie. Hasta hora, eres el único, desde hoy, en quién siento que puedo confiar plenamente. Y eso te convierte en quién más daño podría hacerme. Tengo miedo de las personas, tengo miedo de todo. Pero me dije a mi mismo que no dejaría que nadie me hiciera caer. Por que soy la semilla que mis padres plantaron en este mundo. Soy el resultado de su unión, soy el fruto de todo su esfuerzo diario, el último suspiro de mi madre. No voy a fallarles, aunque me cuesta la vida, no pienso dejar de luchar.

— Una vez hablamos de esto. En tu habitación, lo recuerdo. Y por esa forma de pensar te admiro. Lo sabes. Y yo también te estoy entregando mi confianza hoy. Pase lo pase, seguiremos cuidando el uno del otro ¿Vale?

Con una sonrisa de lado Michael asintió— Vale. Así será hermano mio.

— Puedes contarme, y solo yo te oiré. Confía en mi — él sabía de que hablaba. Suspiró y trago saliva preparándose.

— Mi madre era preciosa. Bueno, yo te mostré una foto hace un tiempo —Yo asenti — Siempre nos jugábamos, pues ella le daba humor y alegría al hogar. Y aunque peleara con mi padre casi todos los días, se querían y se los demostraban. Pero al principio no comprendía eso. Eran opuestos, signos de fuego que a su vez, se complementaban a su extraña manera destructiva. Mi familia se sentía pequeña, pues siempre viajábamos los cuatro. Éramos nosotros aparte, un pequeño núcleo de amor y discordia, pero juntos. Era el único de los amigos que tuve, que tenía madre y padre fijos. No padrastros y ni madrastras. Solo nosotros. Y, curiosamente cada uno era especial a su manera. Y aunque por mucho tiempo solo quise irme, una vez superé la adolecencia comprendí la suerte que tenía. Y amé a mi familia por imperfecta que esta fuera. Pero recuerdo que de niño tenía sueños curiosos, algunos supuestamente significativos, otros abstractos. Pero habían algunos que me enviaban el mismo mensaje. En uno, había un fuerte diluvio, el cielo mostraba la luna y estaba teñido de rojo. Yo me bañaba en la playa con mi familia y en la orilla, habían tumbas. Como un pequeño cementerio en la costa. Las personas y nosotros nos comportabamos como si fuese una playa normal. Pero de pronto, el agua comenzó a subir, y a arrastrar las personas. El cuerpo me pesaba y mucho. Comencé arrastrarme hasta la orilla, y ayude a mi padre y hermano. Pero cuando tuve que halar a mi madre, ella pesaba muchísimo. Y estaba siendo arrastrado por ella. Mi padre me ayudo, y la logramos sacar. Pero solo fue uno de tantos.

»En otro sueño, estaba reunido con unos amigos en el polideportivo, amigos de mi antiguo hogar. Y yo les mostraba un truco moviendo una piedra con la mirada. De pronto, el cielo se torno gris, y comencé a correr hasta mi casa sintiendo que debía ir allí. Una vez llegué, corrí hasta el cuarto de mis padres, y mi madre me miró confundida. Le grité —¡tierese al suelo, ahora! Y los dos nos lanzamos tras la cama. Un temblor lo sacudió todo, y hubo una explosión. Luego nos levantamos y todo había pasado. Ella estaba bien así que me fui. Una vez fuera de mi casa, vi una nube se polvo y caminé hasta allí. Algo enorme había caído en una fábrica donde trataban el maíz. El enorme agujero aún despedía polvo. Al hacercarme, una silueta ascendía. Era un hombre o mujer, vestido de túnica negra y traía un bastón, o hoz sujeta de una mano. Al levantar la mirada, miré sus ojos vacíos. Era todo huesos —senti que un escalofrío me recorría el cuello. Seguí escuchando — Esa cosa me miro fijamente, y negó. Entonces siguió su camino hacia mi urbanización, quizás hacia mi casa, pero no la quise seguir. En cambio, caminé por la autopista y de las sombras apareció un hombre, vestido de traje oscuro y sombrero. Era mayor y pálido, y me miraba sonriendo. Me pidió que lo siguiera, y aunque dudé. Lo seguí hundiéndome en la sombras que fundieron mi cuerpo. Llegamos a un mansión extraña, decorada con cuadros que parecían moverse, con rostros y paisajes. Y subimos las escaleras. No recuerdo las cosas que me decía, pero solo sé que cuando alcancé la terraza, el desapareció y todo comenzó a derrumbarse. Oía las voces de los cuadros gritando, y salté, escapando de la mansión. Allí desperté. Y hubieron más sueños así, cada año. Y en todos, algo señalaba mi madre.

Por Siempre, Mejores AmigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora