Una historia inusual de Dabi, aquí no os encontraréis a un Dabi yandere que solo quiere secuestrar y matar. Esta historia Dabi es un ser humano, tiene sentimientos y comete errores (al igual que la prota)
Contiene Spolier del Manga desde el primer c...
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La U.A ya había pegado sus cursos. Los villanos planeaban sus siguientes ataques y conseguían información. Lilith se encontraba en un techo vigilando al héroe 13, era el que llevaba la salida a un área de rescate.
Utilizaba su huella dactilar para quitar y luego le vio conectar en un ordenador una clave. La copio y uso eso mismos para buscar información sobre las cámaras y sensores.
Estaba sentada en su sofa con las piernas en alto. Ya era tarde y estaba anocheciendo, podía ver el cielo desde donde estaba ya que tenía un ventanal en frente.
Una vez cargo todo miro quiénes serían los estudiantes y el otro profesor acompañante. Antes de mirar se levantó con el portátil en la mano y se fue a la cocina para beber algo, tenía sed.
Se puso un vaso de agua y miro los nombres. El cristal se rompió en el suelo.
Apretó la palma de su mano lo más fuerte que pudo para controlarse. Ahora sabía el porque no le dijeron de quienes se trataban. Iban a ir a por All might pero los alumnos seguramente saldrían heridos. No iba a permitir que eso pasará.
Cerró el ordenador con fuerza y sin recoger los cristales del suelo salió de los apartamentos.
Iba con una sudadera puesta y la capucha ocultando su cara. Iba como alguien normal. Al mirar al suelo no se dio cuenta de que alguien venía de frente y chocó los hombros con alguien.
No se limitó a decir nada pero vio la cara de la persona. Ese estúpido villano otra vez, con sus ojos azules y las cicatrices.
Tampoco podía decirle nada, no sabía que ella era Lucifer. Aún que noto como abría los ojos sorprendido, fue algo ligero, pero suficiente como para que Lilith se fuera de allí a prisa.
Tenía que hablar con Shigaraki, y hasta a lo mejor darle un pequeño golpe. Pasando por las calles con rapidez se cruzo con varias personas. Una de ella le paro haciendo que su paciencia disminuyera más.
— ¿Tienes algo? - movió sus manos de forma rara.
Era un señor de unos cuarenta años, muy delgado y sucio. Olía a tabaco y lucho alcohol.
