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Aviso de contenido sensible.







El humo se elevaba como un grito mudo, tiñendo el cielo de gris. Entre los escombros aún calientes, una figura emergió tambaleándose, la ropa rasgada, el rostro cubierto de hollín y sangre seca. Keigo.

Sus alas, chamuscadas en varias secciones, apenas se movían. Respiraba con dificultad, jadeando como si cada bocanada de aire le costara la vida. Cayó de rodillas, apoyando una mano sobre el concreto calcinado mientras su mirada desesperada buscaba algo —alguien.

—Layla... —susurró, con los ojos abiertos de par en par.

Pero ella no estaba. No había salido. No había señales de ella.
















Layla estaba de pie. O al menos, eso creía. El suelo parecía desvanecerse bajo sus pies, como si ya no existiera una conexión real con la tierra. Todo a su alrededor vibraba, distorsionado por la energía brutal que la rodeaba. El aire tenía un zumbido metálico, cargado de una tensión antigua, casi mística.

Sus cuchillos flotaban a su alrededor, girando lentamente como satélites de una rabia contenida. Pero ya no eran simples armas: brillaban con un fulgor nuevo, vivo, como si el metal reconociera la sangre que lo había forjado. Como si entendieran que el mundo de su portadora... se había roto para siempre.

Frente a ella, All for One yacía en el suelo, semiinconsciente. Su máscara estaba agrietada, y de su costado fluía una sangre oscura que empapaba la piedra calcinada bajo él. El gran titán, el terror ancestral, reducido a una sombra jadeante.

Layla se tambaleó al avanzar, con la respiración rasgada, la nariz sangrando y un corte profundo dibujando un trazo rojo por su sien. Cada paso era un desafío a su cuerpo agotado, pero sus ojos... sus ojos ardían. No con furia ciega, sino con una determinación cortante. No había miedo en ellos. Solo juicio.

Sin decir palabra, se acercó y levantó uno de sus cuchillos. El metal brilló con un destello azul. Con un movimiento certero, lo hundió en la pierna del villano, atravesando carne, músculo y hueso hasta que la hoja se incrustó en el concreto. El grito que siguió fue gutural, animal, nacido de un dolor que ni siquiera él supo prever.

Layla no se estremeció. Solo caminó lentamente a su alrededor, como un lobo que cierra el círculo final.

—Qué conveniente... —murmuró con voz baja, sin prisa—. Uno de los Superiores de Oro desaparece justo cuando los villanos comienzan a extinguirse... y tú... apareces semanas después. Vestido con sus palabras. Usando sus planes.

Ella se detuvo frente a él. All for One alzó la mirada con dificultad, la máscara mellada temblando con su respiración entrecortada. Pero en su poder ya no quedaba amenaza. Solo el peso del juicio inminente.

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⏰ Última actualización: Jun 17 ⏰

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𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝟐𝟑 {𝐃𝐚𝐛𝐢 𝐲 𝐎𝐜}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora