𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝟐𝟑 {𝐃𝐚𝐛𝐢 𝐲 𝐎𝐜}

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Flores

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Era un domingo de primavera. No había clase, ni entrenamiento. Ya habían pasado tres meses desde el mundial y uno desde que fueron a las prácticas. Layla entendió la política machista de los héroes, Edgshot le enseñó quién era bueno y quién malo. Tuvo que acabar confiando en él, si no, no tendría a nadie.

Hasta puede que le viera como una figura paterna. Se aseguraba de que comía y al terminar las prácticas le enviaba en mensaje preguntándole por su semana. Se interesaba como si fuera su padre.

Ahora ella estaba tranquila recostada en un árbol de una pradera. Tenía un libro en la mano, no hacía falta estudiar ya que acababan de terminar exámenes. Su mano estaba en el pelo del peliblanco que simplemente estaba allí acostado con los ojos cerrados. Hacía tiempo que no tenían tiempo a solas.

Layla estaba pensativa y por un momento dejo de acariciar el pelo del chico acuerdo que se quejara. Abrió los ojos con pesadez y vio que algo le preocupaba.

— ¿Qué pasa? - dijo mientras agarraba su mano para que volviera a su pelo.

— ¿Cuando se lo vamos a contar a los chicos? - pregunto sin mirarle.

Llevaban unos tres meses. La única persona que lo sabía era Inko, pero fue por qué los vio besarse. Los demás no lo sabían, habían tenido tantas cosas que no se fijaron en que sus amigos estaban saliendo.

— Ya se enteraran - comento sin importancia y se giró para estar más cómodo.

— Supongo que Tensei y Rumi lo descubrirán - dijo como si fuera obvió - Keigo es demasiado idiota.

Touya río ligeramente. Verdaderamente adoraba estar así con ella, no había reglas, ni padres. Podían hacer lo que querían sin perfecciones, con fallos. Era una de las cosas que adoraba, que nada era perfecto.

Aun que siempre tiene algo de miedo de perder a alguien como ella. A parte de que sería muy incómodo para sus amigos y luego los entrenamientos aún peores. Pero prefería no pensar eso, no quería pensar en el futuro. Aun que su padre cada vez que pisaba su casa le recordaba que tenía que ser el héroe número 1. Cuanto más lo decía más odiaba ese destino, un día hasta juro que jamás sería como él.

— ¿Y si nos escapamos? - soltó el mientras jugaba con la hierba del suelo, tenía una margarita en su mano.

Layla le miro pero sus ojos estaban demasiado hipnotizados por la flor. Claro que lo quería y haría varias cosas por él. Pero su hermano iba primero, no podía dejarle y separarle de su familia que eran básicamente Inko e Izuku. Aun si no le hubiese pedido salir se escaparía.

Ella era demasiado buena que ponía toda la felicidad de los demás a la suya. Si tuviese que irse lejos para que los demás fuesen felices, lo haría, aún que se quedará destrozada.

— Sabes que no puedo dejar a mi hermano - él ya sabía lo que iba a responder, siempre era lo mismo.

— ¿Y si ya fuese mayor y supieras que está bien? ¿A donde irías? - estaba serio, como si de verdad se quiere ir.