Capítulo VI

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Veinte minutos más tarde, salieron del Emporio de la Lechuza cargando dos jaulas brillantes con las lechuzas, Hagrid las escogió porque el vendedor dijo que eran hermanas, y le pareció apropiado

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Veinte minutos más tarde, salieron del Emporio de la Lechuza cargando dos jaulas brillantes con las lechuzas, Hagrid las escogió porque el vendedor dijo que eran hermanas, y le pareció apropiado. La lechuza de Astra era blanca pero había una mancha negra surcando el lado de su cuerpo, cubriendo parcialmente su ala izquierda. 

-Última parada: Ollivander.- la voz gruesa de Hagrid atrajo su atención.- Donde les harán las mejores varitas.

Esta parada era la que llevaban esperando. Una varita mágica, literalmente, Hagrid dijo esperarlos en una silla y ellos se acercaron al mostrador. Habían como mil cajas amontonadas que llegaban hasta el techo.

-¿Holaaaaa?- Harry se puso de puntillas para ver si había alguien detrás del mostrador.- ¿Señor Ollivander? Queremos comprar dos varitas, por favor.

-Buenas tardes, Harry Potter.- un anciano apareció ante ellos.- Y Astra Potter. Sí, pensaba que iba a verlos pronto. Tienen los ojos de su madre, solo que los tuyos pequeña son un verde oliva... parece que fue ayer cuando ella vino a comprar su primera varita.

-¿Usted recuerda a mamá, señor Ollivander? ¿Recuerda su varita?- preguntó Astra con ilusión.

-Por supuesto que lo hago. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.

-¿Y la de mi papá?- fue el turno de Harry en preguntar.

-Él prefirió una varita de caoba, veintiocho centímetros y medio, flexible. Un poquito más poderosa y excelente para transformaciones. Bueno, he dicho que su padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.

Astra estaba tan inclinada en el mostrador que la caja en la que subió se ladeó y casi caía, si no fuera porque su hermano la agarró, sin darse cuenta de que la cicatriz de Harry había quedado a la vista. Su hermano se estremeció cuando el hombre la tocó con uno de sus largos dedos.

-Aquí es donde... -nos miró.- Lamento decir que yo vendí la varita que ocasionó eso.- dijo amablemente.- Treinta y cuatro centímetros y medio. Una varita у poderosa, muy poderosa, y en las manos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo...- negó con la cabeza.

-Parecen ramas de árboles.- susurro Astra quedamente.- ¿De verdad salen chispas de ellas?

-¿Cómo crees que sean las nuestras?

-No sé, pero espero que la mía sea de colores. Me gustaría una de arcoíris.- dice Astra con añoranza.

-¿No te gustaría también un unicornio de mascota?- preguntó con sarcasmo.

-Prefiero una serpiente.- sonríe inocentemente. En ese momento, Ollivander llamó para tomarles las medidas con una cinta métrica que se usaba sola. Ollivander les puso a agitar algunas de ellas, ocasionando desastres.

-Exagerando un poco...- el fabricante frunció el ceño- Clientes difíciles, ¿eh? Pero tengo una teoría... sí, sí, varitas hermanas para un par de mellizos... sería curioso, pero podría funcionar...

HERENCIA OSCURA [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora