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Maratón 2/5

-Pase por aquí señor.-La chica de pie frente a mi, me guío por un largo pasillo hasta dar vuelta en otro, justo en la primera puerta era el lugar al que venía.

La joven abrió la puerta y después de querer dejarme entrar a mi primero, por cortesía le di el pase con un movimiento de mano y una pequeña sonrisa que aunque la joven no lo dió a conocer, sabía que la había cautivo.

-Tome asiento por favor, el señor Call, no tardará en venir.

-Claro y gracias.-Sonreí más amplio, sin fines de coqueteo o parecer cautivador ante la chica, simplemente con amabilidad, así caían más pronto.

La joven camino hacia la puerta, que había quedado abierta, posicionó su mano en el pomo para jalar de hay y cerrarla poco a poco, hasta que quedó una pequeña abertura en la que solo se asomaba su rostro con una pequeña sonrisa coqueta.

-No dude en pedir lo que necesite señor...

-Brown, Thomas Brown.-Volví a sonreír a lo que la chica asintió ante mi supuesto "nombre" y segundos después cerro la puerta.

Cuando por fin escuché sus pasos lo suficientemente lejos de la oficina suspire algo cansado y me acomodo mejor en la silla, era cómoda y acojinada, pero ni siquiera eso bastaba para que este lugar me agradará, todo en esta oficina era insignificante y asqueroso.

Incluso más cruel de lo que yo era, fingir ser un buen samaritano y apoyar a tu gente, darles esperanza y ilusionarlos, era mucho peor a lo que yo me dedicaba.

Al menos yo no tenía que fingir ser una buena persona y darles iluciones a las personas para tenerlos lamiendo mis botas, yo no fingía ser bueno y bondadoso. Ser alguien que no eres era mil veces peor que ser un matón como yo.

En cambio ser un reconocido y admirado comisionado de policía, que le miente a la gente diciendo que hará todo lo posible para salvar a sus familias en peligro, dándoles esperanzas de acabar con el crimen, cuando realmente el era el verdadero criminal, siendo corrupto y injusto, era mil veces peor para la sociedad que ser un criminal a qué aparentar ser una persona buena.

Aveces la sociedad era tan cruel con los que no deberían de serlo, verdaderamente que todos merecemos el infierno, unos más que otros, pero al final todos teníamos cosas que pagar.

-Señor Brown.

La puerta detrás de mi se abrió de repente, dejando ver a un hombre alto, de cabello gris, por las canas que casi lo cubrían por completo, había arrugas pero no las suficientes para saber que ya estaba muy viejo y una voz bastante ronca, vestía un traje azul, aunque no llevaba puesto el saco ni la corbata, pero tan solo me vasto mirarlo de pies a cabeza para saber que ese viejo no había cambiado en nada.

-Es un gusto volver a tenerlo por aquí, hace un año que no sabía nada de usted.

El hombre entro a su oficina y cerró la puerta poniéndole pestillo, el sabía que no me gustaban las interrupciones, camino hasta a la silla detrás de su escritorio y tomo asiento con tranquilidad, sin parecer nervioso o ansioso por saber por qué me encontraba hay, prácticamente yo soy el mensajero del diablo y cada vez que aparecía en su oficina no significaba nada bueno.

-Si, tuve que ausentarme un año por el trabajo, pero ya volví.-Sonreí de lado mientras afilaba mi mirada, tan fija en el hombre frente a mi, neutra pero llena de maldad.-Y ya que estoy de regreso tengo un mensaje del jefe.

Arthur Call es el comisionado de policía, se encarga de todo el departamento de policía del país y tiene mucha influencia y poder, pero para los que no lo conocen realmente, saben que Bill lo puso en dónde está ahora, así que prácticamente es uno más de nuestros peones.

Oscuros Secretos Parte 1 - Bill Skargårg [La Mujer Del Diablo Book#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora