Capítulo 26

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Estoy frente al escenario y veo las luces incandescentes de todos los reflectores puestos sobre mí, que no consiguen más que opacar mi visión. Así me he sentido toda mi vida, con el peso de las expectativas de las demás puestas en mis hombros, todos esperan que sea una chica audaz, inteligente, fuerte y bella. Todas esas cualidades por la que siempre me he visto eclipsada y nunca he encontrado otra forma de ser.

Agarro las dos telas aéreas, mientras con ayuda de mis piernas y mis brazos, voy ascendiendo en ellas. Espero el momento adecuado y comienzo a enredar mis extremidades inferiores y las abro por completo, haciendo uso de mi flexibilidad.

Entiendo que todos los extremos son malo, por lo que nunca he sido la típica niña buena y no todo el tiempo soy la chica mala. La sociedad se encarga de poner limites infranqueables, que si los rompes quedas etiquetada, reducida a una simple palabra como si no hubieran más categorías gramaticales. De modo que la chica buena y callada queda tachada como mojigata y las chicas malas, tratadas de putas.

¿Notan la verdad de fondo? Nos ven como simples objetos sexuales e inanimado, cuyos destinos ya están escritos y solo existen quienes se resisten a ellos; vistas como insípidas, pick me girl. Siempre con el único objetivo de creer que no buscamos más que aprobación masculina.

Estoy bailando frente a un montón de sujetos, que solo se preocupan por humedecer sus labios con el coñac más caro, antes que se les resequen de tanto relamérselos y no tardar demasiado tiempo en clavar sus miradas lascivas, en el "espectáculo".

Pero son un par de ojos los que llaman mi atención en medio de los hombres de edad considerable. Un chico castaño, delgado y si mi visión no me falla, bastante alto. No aparta sus ojos de mí en ningún instante y cuando descubre que lo estoy mirando fijamente, me sonríe y le sonrío.

Gansta de Kehlani, resuena por toda la sala y aún con las piernas totalmente estiradas, comienzo juguetear con mis manos para ofrecer un mejor show y cuando finalizo, me dejo caer con gracia entre las telas.

Como dije, mis únicas habilidades son mi encanto y bailar, pero ahora son mi arma mortal.

Termino mi presentación y contoneo mis caderas seductoramente hasta la salida del escenario. Soy consciente de lo que me espera ahora, por lo que no pierdo tiempo y voy a su oficina.

—Ya tomé una decisión —me siento justo frente a él —quiero unirme a tus negocios, ya me canse de esperar algo que nunca va a suceder.

Su mirada es inquisitoria, como si estuviera buscando el momento adecuado para clavarme una navaja en la yugular si detecta que miento.

—Pequeña Dove —se levanta y se detiene detrás de mi —es una delicia que por fin sucumbas a la realidad del mundo. ¿Te diste cuenta que nada es tan bello como lo pintan? Incluso para criaturas como tú.

Siento su cercanía que me hacen erizar la piel y ponerme alerta en el acto, al percibir su olor a alcohol a escasos centímetros.

—Sabia que no iba a pasar mucho tiempo hasta que volvieras a mi, como en un principio —me susurra al oído —me enteré lo de tu padre, linda palomita, mi sentido pésame.

—¡Mi padre no está muerto! —le escupo, pero al recordar mi situación, me relajo —por esa razón estoy aquí, note que esa no es la vida para mí, ni para ellos. Creo que el mundo me debe más cosas y voy a empezar a reclamarlo.

—Es el momento adecuado para quitarte la venda de los ojos, ya que necesito que hagas un trabajo especial para mí con un socio, mírame —volteo mi rostro hacia él —Jeff nunca se debe enterar de esto, nunca le ha gustado compartir, pero no debo recordarte que tu fidelidad es hacia mí, no hacia él.

Bajo la superficie [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora