Después de una fatídica noche, Rosville es amenazada por un sujeto misterioso con una máscara. Alice Burke y sus amigos se verán involucrados en estas olas de asesinatos; ellos intentarán sobrevivir mientras descubren y detienen al de la máscara ¿Po...
El teléfono vibró en sus manos, la pantalla iluminando su rostro pálido en la oscuridad. Nora Edwards, con la voz apagada por la pereza, miró la hora: las 9:00 p.m. Mientras caminaba por la casa, sus dedos rozaban las paredes lisas de la mansión. Era una casa enorme, moderna, llena de lujos que jamás había tenido que ganarse. La vida perfecta. Una casa rodeada de jardines con flores de todos los colores, su piscina siempre lista para la diversión de los fines de semana. Pero esta noche, la casa se sentía vacía.
—Sí, mamá, no te preocupes. Estaré bien... solo pediré pizza y veré películas. No creo que salga con las chicas, tienen planes con sus novios, y Scott está de viaje con sus padres —dijo, frotándose los ojos cansados. El sonido de la lluvia en el techo y los relámpagos iluminando la noche parecían hacer eco en su mente, pero Nora no les prestaba mucha atención—. No mamá, tampoco haré fiestas. Tengo cosas que hacer de la escuela. No es como si tuviera mucho tiempo para fiestas. Esto de estar en la universidad está consumiendo mi vida. Soy joven y bella, debería estar con mis amigas, bebiendo, pero estoy aquí encerrada...
La casa perfecta. Aunque, ¿Quién no soñaría con una mansión de lujo con un patio amplio, una piscina rectangular rodeada de flores de colores vibrantes, todo en el vecindario más exclusivo de Rosville? Nora tenía la vida perfecta, o al menos eso pensaba. Era la chica popular, la integrante estrella del equipo de porristas de Rosville University (RU), hija de padres políticos exitosos. Lo tenía todo, o casi todo. Sus padres se encontraban en un viaje de negocios, y ella, como siempre, disfrutaba de su libertad. Siguió caminando por la casa con el teléfono en la oreja, mientras su mente pensaba en lo aburrida que se sentía esa noche. Todo parecía un ciclo interminable de tareas y obligaciones. Ni siquiera los comerciales de la televisión podían entretenerla por mucho tiempo.
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—Sí, sí, mamá, pido la cena y me voy a acostar. No es como si hubiera algo mejor que hacer —suspiró, recostándose en el sillón de la sala.
Dejó el teléfono en el sillón de la sala y se acercó a la puerta corrediza que daba al jardín. El viento azotaba las ramas de los árboles y el sonido de la tormenta retumbaba en la distancia. Nora se sintió extrañamente sola en ese momento. Pensó en lo aburrido que era estar encerrada, sin nada que hacer, mientras sus amigos y amigas disfrutaban de sus vidas.
—Lástima que Scott no esté aquí... —murmuró para sí misma, mientras se sentaba en el sillón, buscando una distracción en el televisor. Qué horror, nada bueno en la televisión. Se recostó y cerró los ojos, esperando que el cansancio la venciera.
Y así ocurrió. En cuestión de minutos, Nora se quedó profundamente dormida, sin darse cuenta de que esa noche no sería como todas las demás.
Sin embargo, la noche parecía volverse aún más incómoda. Unos segundos después, el sonido familiar de su teléfono interrumpió el silencio. Nora frunció el ceño al ver que el número de la llamada entrante era desconocido. Un escalofrío recorrió su espalda sin razón aparente, pero decidió contestar de todas maneras. Su tono sarcástico estaba a la vista.