Parte 38

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Tras unas horas de tensión y debate, logramos perfeccionar el plan. Cambiamos ideas, afinamos detalles. Algunas propuestas no eran viables, otras se volvieron esenciales. El teatro se convertiría en el escenario del final. Solo necesitábamos una llamada. Una simple llamada. Una cita con el infierno.

Esperaríamos que el asesino me llamara de nuevo. Y esta vez, en lugar de huir... lo enfrentaríamos.

Cambiamos de escenario. Todos, menos Sherry, el señor Palmer y el agente Charles, fuimos a mi departamento. Ellos se dirigieron a la estación para coordinar con su personal. Estaban listos para sellar las salidas, establecer puntos de vigilancia y asegurarse de que, esta vez, Mister SadGuy no desapareciera como un fantasma.

Mi apartamento estaba lleno, pero se sentía extrañamente silencioso. Una calma de esas que dan escalofríos.

Ben no dijo palabra. Simplemente se marchó. No me sorprendió, pero dolió.

Kathy, con la cara pálida y los ojos pesados, anunció que tomaría una siesta.

—Estoy agotada —murmuró—. Si esta noche será el final, necesito energía para soportarlo.

—Hazlo, Kathy. Descansa —le dijo Megan con suavidad—. Todos podríamos usar un poco de eso.

—Yo sí me voy directo a la cama —añadió Ian, soltando un bostezo exagerado—. Juro que si cierro los ojos aquí mismo, me duermo en el suelo.

Aaron se me acercó mientras los demás comenzaban a ponerse cómodos y a entrecerrar sus ojos.

—¿Has pensado en hablar con Ben? —me dijo, bajando la voz.

—No se lo merece —contesté de inmediato—. Me trató como basura. Como si yo fuera la culpable de todo. No, no pienso hablar con él.

Aaron se quedó en silencio unos segundos. Luego suspiró.

—Alice, sé que te hirió. Pero a veces... decimos cosas que no sentimos cuando estamos dolidos. Tal vez deberías ir, aclarar las cosas. Lo que sea que haya entre ustedes... no merece quedarse así. No después de todo lo que han vivido.

Lo miré. Quise decirle que no, que estaba loca si pensaba hablar con él. Pero... supe que tenía razón. El corazón me dolía. Y a pesar del enojo, lo único que quería era mirarlo a los ojos y entender por qué.

Asentí, a regañadientes.

—Está bien... iré. Pero si dice una sola estupidez más, le parto la cara.

Aaron sonrió, satisfecho.

—Haz lo que tengas que hacer.

El pasillo del edificio se sentía más largo de lo normal. Mis pasos resonaban con un eco frío. El mundo parecía ralentizado, como si la realidad misma se negara a continuar hasta que enfrentara esto.

Mi corazón latía con fuerza. Mis manos estaban frías. La adrenalina me recorría como una corriente eléctrica.

La puerta de Ben estaba frente a mí.

Toqué. No. Golpeé.

Con rabia.

Unos segundos después, la puerta se abrió de golpe.

—¿Quién demonios está tocando así...? —empezó a gritar, pero se detuvo al verme—. Ah... eres tú. ¿Qué necesitas?

No dije nada.

Le di un golpe seco en el estómago, no muy fuerte, pero lo suficiente para que se doblara un poco. Luego lo tomé por la camisa, lo jalé hacia mí y lo besé.

Masked Desperation Donde viven las historias. Descúbrelo ahora