Parte 35

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Abrazar a Emily fue como retroceder en el tiempo. Sentí su cuerpo temblar entre mis brazos, su respiración aún inestable contra mi cuello, y me maldije por cada momento en el que la hice sentir sola. No era justo. Nada de esto lo era.

—Lo siento... —le susurré con la voz quebrada, apretándola más fuerte contra mí—. Nunca quise que te sintieras así. Solo quiero protegerte, Em. Es lo único que intento hacer.

Sus dedos se aferraron a mi espalda, como si temiera que pudiera soltarla otra vez.

Aaron, que había estado callado hasta entonces, se acercó sin decir una palabra y nos rodeó a ambas con sus brazos. El calor de su abrazo era tan familiar como el olor de casa. Por primera vez en mucho tiempo, sentí algo parecido a paz.

—No importa lo que pase —dijo Aaron, su voz ronca por la emoción—. Lo único importante es que nos tenemos el uno al otro. Somos familia. Y esta vez... no voy a dejar que nadie nos separe.

Emily asintió y se separó apenas un poco, lo suficiente para mirarnos con esos ojos que, a pesar de todo, todavía brillaban con esperanza.

—Entiendo... de verdad lo entiendo ahora. No voy a meterme en problemas otra vez. Lo juro. Ya aprendí.

Me costó no llorar al verla tan sincera. Tan herida... y aun así, tan fuerte.

Giré lentamente hacia el agente Charles, que había observado en silencio todo el momento. —Necesito ver a Sherry —le dije con firmeza, aunque por dentro la idea de entrar a un hospital, de ver a otra persona más al borde de la muerte, me helaba los huesos.

—¿Estás segura? —preguntó Scott desde un rincón de la sala, con una mezcla de duda y preocupación en su voz.

Ben se cruzó de brazos y habló con dureza, una chispa de celos brillando en su tono. —Claro que es buena idea. Sherry también está metida hasta el cuello en esto. Ella es parte de todo lo que nos trajo hasta aquí.

—Y mi padre —interrumpió Kathy con frialdad—. Mi padre, los tuyos, Alice. El papá de Scott... Ninguno está libre de pecado.

Noté cómo sus ojos se posaban con resentimiento en el señor Palmer, quien mantenía la cabeza en alto pero con una culpa palpable en su expresión. Kathy aún no lo había perdonado. Y no la culpaba.

El señor Palmer dio un paso al frente. —Ya basta de dudas —dijo con una firmeza que me sorprendió—. Es momento de acabar con esto de una vez por todas. Tenemos que idear un plan. Algo definitivo.

Megan lo miró confundida. —¿Cómo? ¿Qué clase de plan?

Charles se adelantó. —Mañana dan de alta a Sherry. Si quieren verla, ese será el momento perfecto. Podemos usar su recuperación como una oportunidad. Ella estará protegida todo el tiempo, lo prometo.

Mi corazón latía con fuerza. Había algo en todo esto que me hacía sentir que estábamos jugando con fuego... que nos acercábamos demasiado al borde.

—¿Y si sale mal? —pregunté en voz baja, casi sin darme cuenta.

Charles me miró con una calma que parecía forzada. —No va a salir mal, Alice. No esta vez.

Comenzamos a lanzar ideas. Entre todos. Como si de pronto el miedo nos hubiera unido de una forma que antes parecía imposible.

—Podemos usar a alguien como carnada —propuso Megan, con voz trémula.

—¿Y si el plan es atraerlo a la mansión? —sugirió Ben—. Fue ahí donde encontramos todo sobre Gilberto. Tal vez regrese.

—O usar la escuela —añadió Scott—. Es simbólico, tiene sentido.

Masked Desperation Donde viven las historias. Descúbrelo ahora