Epílogo

0 0 0
                                        

Los meses pasaron. No diré que fueron fáciles, pero sí fueron... nuestros.

Gregory sobrevivió al ataque en el metro. Cuando despertó, la primera persona que vio fue Oliver, llorando a su lado, pidiéndole perdón por haberlo dejado solo. Desde ese día, no volvió a despegarse de él. Lo cuidó, lo amó, como si cada día fuera el primero. Gregory cuenta que antes de caer inconsciente, logró ver como el asesino se quitaba la máscara, descubriendo que era el chico de la cafetería, Oliver y Gregory solían ir seguido a aquella cafetería por eso lo reconoció al instante.

Charles también sobrevivió. Tardó semanas en poder caminar sin ayuda, pero lo logró. Fue ascendido a jefe de policía poco después. Se lo merecía. Aún mantenemos contacto con él. A veces nos escribe para saber cómo estamos. Y yo... nunca dejo de responderle.

Ben también lo logró. Se recuperó lento, pero constante. Y después de todo lo vivido... por fin nos volvimos novios. No fue un beso, ni una gran declaración, fue una mirada, una sonrisa, y un "ya basta de esperar, ¿no?". Y sí, bastaba ya.

Emily regresó con mamá a la semana siguiente. Antes de irse, me abrazó fuerte y me prometió no decir nunca nada de lo que hizo en el teatro. Yo le creí. Sé que lo cumplirá.

Mamá... bueno. Mamá quedó destrozada. La muerte de Aaron la pulverizó. Pasaba las noches en silencio, caminando por la casa como si buscara su fantasma. Me dijo una vez que soñaba que él estaba en la cocina, preparándose cereal. Y que al despertar... el dolor volvía. Nunca volvió a ser la misma. Y yo tampoco.

El Sr. Palmer renunció. Nadie supo a dónde se fue. Algunos dicen que se mudó a otro estado. Yo creo que simplemente huyó de sus fantasmas. De sus errores. De nosotros.

Las noticias explotaron durante semanas. Lo del teatro. Lo de Nina. Gilberto. Ezra. Las víctimas. La máscara. El pasado. Todo salió a la luz. Nos ofrecieron entrevistas. Nos buscaron de todos los rincones del país para contar "nuestra verdad". Pero todos, sin excepción, dijimos que no. Ya habíamos perdido demasiado como para seguir reviviéndolo frente a cámaras.

Todos fuimos a terapia. No para olvidar —porque eso no se puede—, sino para aprender a vivir con lo que pasó. Para cargar el peso sin que nos hunda. No fue fácil. A veces salíamos de las sesiones peor de lo que entrábamos. Pero seguimos. Siempre seguimos.

Sherry volvió a su programa de televisión. Puso como única condición no contar jamás lo que vivió. Nunca. Ni un solo detalle. Y cumplieron. La audiencia nunca supo por qué había cambiado tanto. Por qué sonreía menos. Por qué su voz temblaba a veces. Pero nosotros sí lo sabíamos. Aún seguimos en contacto.

Gregory y yo seguimos siendo compañeros de departamento, aunque ya no vivimos en el mismo lugar. Jamás volvimos al antiguo. Después del asesinato de Kathy y Courtney allí... no podíamos. Lo dejamos atrás. Al igual que todo lo malo.

Megan e Ian se volvieron aún más amigos. Se entendían sin hablar, como si el trauma los hubiera unido más que cualquier otra cosa.

Y Melissa... bueno, ella encontró a su príncipe azul. El chico del clima. Lo conoció una vez que fuimos a visitar a Sherry al estudio. Fue un flechazo. Él no paraba de hablar del clima y ella no paraba de reírse. Desde entonces, no se separaron.

Y hoy... hoy estamos aquí. De pie. Los que quedamos.

Gregory, Oliver, Ian, Melissa, Megan, Ben... y yo. En el cementerio. Frente a las tumbas de quienes ya no están.

Scott. Aaron. Kathy. Courtney. Dustin. Julie. Nora. Brandon. Connor.

Frente a cada tumba, una foto. Una pequeña palabra escrita en ella. Un recuerdo. Un "te extraño". Un "gracias".

Masked Desperation Donde viven las historias. Descúbrelo ahora