Parte 31

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Perspectiva de Connor Reynolds

El eco de las últimas despedidas resonaba en el amplio salón. La decoración había sido un reto, pero todo había salido perfecto. El equipo había trabajado de manera impecable, y ahora, la fiesta estaba a punto de comenzar. Sentí una ola de satisfacción recorrerme al ver todo el esfuerzo de la jornada culminar en un evento tan bien preparado.

—¡Bien, ya está todo listo, muy bien equipo, lo logramos! —exclamé, con una sonrisa llena de orgullo, mientras hablaba a través del walkie-talkie—. Ya pueden ir a descansar, a comer, lo que ustedes deseen. Nos veremos más tarde... espero verlos con esos grandiosos disfraces que han prometido.

Una chica rubia, con su cabello atado en una coleta alta, me miró por encima del hombro antes de salir.

—Adiós, Connor —dijo, sonriendo mientras se dirigía hacia la salida.

Un chico de seguridad, alto y corpulento, me chocó los puños en forma de despedida.

—¡Gracias, hermano! Nos vemos al rato —dijo antes de darme un abrazo rápido, luego giró sobre sus talones y salió tras los demás.

Uno por uno, los chicos y chicas que habían ayudado a decorar y organizar el evento comenzaron a retirarse, dejando atrás el ambiente de trabajo y desbandándose hacia sus propios planes. Las risas y las charlas llenaban el aire hasta que, finalmente, la última persona se fue. La puerta del salón se cerró tras ella, y me quedé solo, en medio del espacio vacío, rodeado de adornos, luces y mesas que pronto se llenarían de gente.

—¡Bien, toca empezar a arreglarse igual! —murmuré al aire, sintiendo cómo la adrenalina seguía corriendo por mis venas. Este era mi momento, el de convertirme en el anfitrión de circo, el centro de atención.

Comencé a caminar hacia la salida del salón, mis pasos resonando en el piso de madera. Pero antes de llegar, escuché una voz masculina a través del walkie-talkie. La voz era extraña, distorsionada, y tenía un tono que no podía identificar del todo.

—Hola, Connor —dijo, y me detuve en seco.

—Hola —respondí, un poco confundido—. Ya te puedes ir, ya todos se fueron. Ve a comer, chico.

Pero la respuesta que recibí fue completamente inesperada, una risita burlona escapó del otro lado del comunicador, y el aire se volvió más denso. Mi piel se erizó, pero traté de mantenerme calmado, con la esperanza de que no fuera algo serio.

—¿Qué tal si jugamos a algo? —dijo aquella voz, y una risa bajo y malévola siguió, retumbando en mis oídos.

El nudo en mi estómago comenzó a apretarse, la incomodidad invadiéndome con fuerza.

—¿Jugar a algo? —repetí, mi voz tensa, tratando de no sonar tan nervioso. Miraba a mi alrededor, buscando algo que pudiera hacerme sentir menos vulnerable en ese instante—. Mira, no quiero sonar grosero, pero tengo que empezar a arreglarme para mi disfraz de anfitrión de circo.

La respuesta que llegó a continuación no me tranquilizó en lo más mínimo.

—No te quitará mucho tiempo. Si ganas, te daré una recompensa —la voz dijo con un tono sugerente, burlón.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, y la tensión en el aire se hacía cada vez más palpable. Mi respiración se aceleró mientras miraba a mi alrededor, buscando algo, una salida, una explicación. Pero solo había un silencio incómodo y la luz tenue que provenía de las pequeñas bombillas dispersas por el techo.

De repente, todas las luces del lugar se apagaron, dejándome a oscuras. Un grito sordo se quedó atrapado en mi garganta mientras, de alguna forma, el único foco de luz en todo el salón era el pequeño destello verde del walkie-talkie en mi mano. Estaba solo, sumido en la penumbra, y algo dentro de mí empezó a decirme que no debía continuar.

Masked Desperation Donde viven las historias. Descúbrelo ahora