Masked Desperation

Parte 21

Mi mirada permanecía fija en la foto de Gilberto, su rostro congelado en un momento de su vida, probablemente un día en que nadie se atrevería a sonreírle. Los recuerdos de lo que me había contado mi madre, las piezas de la historia que siempre me habían faltado, comenzaban a encajar en mi mente como un rompecabezas macabro. Respiré hondo, dejando que la rabia y la frustración se mezclaran con la necesidad de respuestas.

—Sí, ya sé lo que ocurrió aquel día —dije, mi voz firme, pero el peso de las palabras me ahogaba. Mis ojos no dejaban la foto, aunque sentía que podía ver más allá de ella, observando a los hombres frente a mí. Sentía su presencia como una presión en mi pecho—. Hablé con mi madre. Supe lo que todos ustedes hicieron, lo que mis padres hicieron, incluso usted.

El señor Palmer permaneció quieto, su rostro se endureció al escuchar mis palabras.

Lo observé un instante, buscando alguna grieta en su fachada de calma, pero no la encontré. Sus ojos, fríos y calculadores, no mostraron ni un ápice de sorpresa. Era un hombre que sabía que eventualmente este momento llegaría.

—Eran otros tiempos, Alice —respondió, su tono grave, casi como si estuviera recordando una época que no quería volver a traer a la vida—. Yo... era diferente. Tus padres igual lo eran. Y para protegernos, hicimos aquel acuerdo de no volver a comentarlo, o siquiera vernos.

El silencio que siguió fue ensordecedor. La habitación, que en otros momentos podría haber parecido común y anodina, ahora estaba cargada de una tensión palpable.

El agente Walters, que hasta ese momento había permanecido de pie al lado de la puerta, no movió ni un músculo.

Con una mirada casi imperceptible, Palmer hizo una seña para que Walters retirara la carpeta con la información, la cual, sin palabras, fue llevada hacia el otro lado de la sala. La carpeta contenía mucho más que papeles: era el peso de la culpa de todos ellos, escondido entre esas páginas.

Pero mis pensamientos estaban lejos de la carpeta. Sentí cómo mi estómago se revolvía, cómo mi cuerpo se tensaba por la necesidad de respuestas. Quería entender todo, ya no me conformaba con la verdad parcial. Necesitaba saber por qué había tanto sufrimiento, tanta oscuridad, oculta bajo la apariencia de una simple amistad rota.

—Pero yo no entiendo —mi voz tembló un poco, y me odié por ello. No podía mostrar debilidad ahora—. ¿Quién es el sujeto que está cobrando venganza? ¿Y qué relación tiene con Gilberto?

El agente Walters intervino por fin, pero sus palabras no aportaron claridad, solo más preguntas.

—Eso mismo queremos saber, no eres la única —dijo, su voz grave y cargada de incertidumbre—. ¿Por qué hacía ustedes está yendo?

Palmer pareció más calmado al escuchar la intervención del agente, como si la respuesta ya estuviera escrita en su mente.

—Es un poco obvio, de hecho —comenzó, su tono ahora frío, como si estuviera explicando algo elemental—. El asesino sabe que si va tras nosotros, la tendría muy fácil. Y si tiene una relación muy cercana a Gilberto, su venganza es ir por quienes amamos, o sea, ustedes, nuestros hijos y sus amigos.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas. Todo esto empezaba a encajar, pero no podía calmarme. La tensión en mi cuerpo aumentaba, mis manos se cerraron en puños. Mi mente no podía detenerse, no podía dejar de pensar en el pasado, en lo que me habían ocultado. En lo que nos habían ocultado.

—¿Su hermano? —preguntó el agente Walters, probablemente buscando algo que se le escapaba.

—No —contestó Palmer de inmediato, con una rapidez que me desconcertó—. Gilberto era hijo único. Tanto Sherry como yo, hace unos tres años, volvimos a tener contacto. Investigamos al respecto. Gilberto era hijo único. Sus padres se mudaron de aquí, la casa quedó abandonada, no tenía novia, mucho menos hijos... y claro, no tenía amigos. Todos lo maltrataban, abusaban y se burlaban de él. Gilberto estaba solo en este mundo.