15 de octubre
Perspectiva de Dustin Hansen
La noche envolvía la cancha en un manto de penumbra. Solo dos lámparas tenues iluminaban el pavimento gastado, proyectando sombras largas y alargadas que se deslizaban con cada movimiento. Ian y yo jugábamos, sintiendo la adrenalina recorrer nuestros cuerpos con cada bote del balón. El sonido hueco de la pelota rebotando contra el suelo y el eco de nuestras risas rompían el inquietante silencio del lugar.
—Aún no puedo creer que Alice nos haya llamado apestosos —comentó Ian con una sonrisa burlona, dejando escapar una risa entrecortada mientras se apoyaba en las gradas.
—Ni que lo digas —respondí, secándome el sudor con la manga de mi camiseta—. Esa mujer está loca. No apestamos tanto.
Ambos reímos y nos dejamos caer en las frías gradas metálicas. Tomé mi botella de agua y bebí grandes sorbos, sintiendo el líquido helado recorrer mi garganta. El aire nocturno se había vuelto más denso, más frío. A pesar de ello, la calidez del ejercicio aún ardía en mis músculos.
—¿Sabes qué, hermano? —Ian rompió el silencio, recostándose contra la grada con la mirada fija en la cancha—. Deberíamos intentar la jugada del diamante contra los Diablos Rojos.
—¿Cómo? ¿En qué posiciones jugaríamos?
Ian señaló el suelo con el índice, esbozando un esquema mental del equipo.
—Fernando como base. Tú y yo a los costados. Hugo en el centro y Max como pívot.
Lo pensé por un momento y asentí.
—No suena tan mal. Podría funcionar.
—Entonces, ¿qué dices? Una última jugada y nos vamos.
Se levantó, caminó hasta la pelota y la lanzó con ambas manos hacia mí.
—¡Va! Pero esta vez no se vale llorar si pierdes, Ian —me burlé, lanzándole el balón de vuelta.
Jugamos por varios minutos hasta que Ian intentó un tiro desde la línea de tres puntos. El balón golpeó el aro, rebotó en el tablero y rodó fuera de la cancha, deteniéndose cerca del límite de la luz.
Nos giramos para ir por él... y entonces lo vimos.
Una silueta oscura, quieta como una estatua, se encontraba justo donde había caído la pelota. Su presencia era tan inesperada que un escalofrío recorrió mi espalda. Estaba vestido de negro de pies a cabeza, y un sombrero ocultaba su rostro.
La sensación de incomodidad fue inmediata.
—¡Oye, amigo! —llamé con una voz firme—. ¿Nos pasas la pelota?
El sujeto se agachó lentamente y recogió el balón. No respondió. No se movió. Solo estaba ahí, con la pelota entre sus manos.
Ian tragó saliva.
—¿Puedes pasárnosla?
Nada.
—Vamos, hermano, ya dánosla —dije con impaciencia—. Queremos seguir jugando.
El sujeto levantó una mano y metió los dedos en el bolsillo de su chaqueta. Por un instante, pensé que sacaría su teléfono o algo similar, pero lo que extrajo fue un cuchillo. Un cuchillo largo y afilado que relució bajo la tenue luz de las lámparas.
El filo perforó la pelota en un solo movimiento.
El aire escapó con un silbido agónico mientras el balón se desinflaba en sus manos.
ESTÁS LEYENDO
Masked Desperation
HororDespués de una fatídica noche, Rosville es amenazada por un sujeto misterioso con una máscara. Alice Burke y sus amigos se verán involucrados en estas olas de asesinatos; ellos intentarán sobrevivir mientras descubren y detienen al de la máscara ¿Po...
