Masked Desperation

Parte 33

El mundo seguía vibrando a mi alrededor, pero yo apenas podía procesar lo que acababa de pasar. Mi mente aún estaba atrapada en el beso con Ben, en la forma en que todo se había sentido tan... correcto. Mi corazón todavía latía con fuerza, pero antes de que pudiera perderme más en ese mar de emociones, sentí mi celular vibrar nuevamente en mi mano.

Fruncí el ceño y bajé la mirada.

Se me heló la sangre.

Señor Palmer

—¿Qué pasa? —preguntó Scott a mi lado, notando mi expresión.

—Es el señor Palmer —respondí, sintiendo un pequeño nudo formarse en mi estómago.

Scott se cruzó de brazos, con una mezcla de intriga y preocupación.

—¿Todo bien?

—Supongo que sí —murmuré—. Tal vez solo quiere contarme cómo le fue con Emily.

Scott asintió, aparentemente satisfecho con mi respuesta, aunque todavía me miraba con cierta inquietud.

—Bueno, solo no tardes. Y ten cuidado.

Le dediqué una pequeña sonrisa y asentí antes de apartarme un poco del grupo y contestar la llamada.

—¿Hola?

Del otro lado de la línea, la voz del señor Palmer sonaba agitada, como si hubiera estado corriendo.

—¡Alice! ¡Escucha, tienes que...!

Pero su voz llegaba distorsionada, ahogada por el estruendo de la música y las risas que llenaban la fiesta.

—¿Señor Palmer? —fruncí el ceño, cubriendo mi otro oído con la mano—. No le escucho bien.

—¡Alice, por favor, es importante! Emily... ella... atacada...

Las palabras llegaban entrecortadas, sumergidas en el ruido ensordecedor del ambiente.

—¡No le entiendo nada! ¡Espere un segundo, voy a salir y le devuelvo la llamada!

—¡Alice, no cuelg...!

Pero ya había cortado la llamada.

Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Había dicho "atacada"? ¿O lo había imaginado? No... seguro que entendí mal. Quizás dijo que estaban agotados, o algo así. Sí, eso tenía que ser.

Aceleré el paso, abriéndome camino entre la multitud para salir al exterior. El aire fresco de la noche me golpeó de inmediato, despejando un poco mi cabeza. Agarré el celular para devolverle la llamada al señor Palmer, pero antes de que pudiera marcar, la pantalla se iluminó con una nueva llamada entrante.

Número desconocido.

Mi estómago se revolvió.

Lo sabía.

Respiré hondo antes de deslizar el dedo por la pantalla y contestar.

—Vaya, Alice, qué impaciente —dijo la voz al otro lado, cargada de burla y sarcasmo—. Apenas sales a tomar aire y ya me extrañas.

El odio me golpeó el pecho con fuerza.

—Cierra la maldita boca —espeté, apretando los dientes.

Una risa baja, burlona.

—Esa no es forma de hablarle a alguien que tiene una sorpresa para ti.

—Métete tu sorpresa por el...

—Shhh, Alice —interrumpió, fingiendo molestia—. Qué ruda. No me interrumpas, que apenas estoy calentando motores.

Apreté el celular con tanta fuerza que sentí que se me entumecían los dedos.