...Todo tiene un costo...

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Frió y oscuridad, era lo único perceptible en aquella habitación de concreto reforzado, junto a una pequeña luz roja parpadeante que provenía del cuello de un peliverde.

Su cuerpo permanecía inmóvil, retenido por lo brazos de una pelinegra que se aferraba a su espalda.  Momo respiraba suavemente, sumida en un profundo sueño del cual no despertaría con facilidad, aunque tampoco existía aquella intención.

La única calidez en la habitación provenía de ella, y era lo único que separaba a izuku del frió y oscuridad envolvente que poco a poco se carcomía su cordura.

La lluvia se había detenido hace un par de horas, por lo cual el silencio reinaba en las instalaciones de los dormitorios, lo que era aprovechado por una silueta detenida frente al dormitorio del peliverde.

Nadie era consciente de quien se trataba...
o por lo menos eso quería pensar.

Unos ojos verdes fosforescentes estaban a la espera de que emitiera algún movimiento extraño, mientras unas frías hojas de hierro esperaban ansiosas por probar el sabor de su carne.

Izuku era consiente de todo lo que ocurría a su alrededor, cada paso, cada sonido, hasta el movimiento involuntario de un músculo, todo aquello era procesado por su cerebro, creando una respuesta inmediata en caso de ser necesario.

No lo fue, tan pronto como llegó, aquella silueta desapareció a pasos apresurados...

La luz roja volvió a parpadear, mientras que los ojos de Izuku se comenzaron a cerrar con lentitud, volviendo a quedarse dormido en unos cuantos segundos.

Time skip.

Las horas pasaban con lentitud, trayendo consigo unos débiles rayos de luz que entraban por una pequeña ventana a la habitación.

El sonido de una alarma podía resultar un tanto molesto para aquellas personas que deseaban dormir un poco más, sobre todo para una pelinegra que disfrutaba de la calidez del cuerpo de su amado.

Momo dio un pequeño bostezo, mientras tomaba su teléfono del velador para apagar la alarma, quedándose un par de segundos inmóvil mirando la pantalla. Dirigió su mirada hacia el peliverde junto a ella, el cual a pesar del ruido seguía profundamente dormido.

Momo se acercó a su rostro para darle un pequeño beso en la mejilla, para después salir cuidadosamente de la cama.

No encendió las luces de la habitación, simplemente uso la poca iluminación para buscar sus cosas he irse de manera silenciosa, tratando de mantener el sueño del peliverde intacto.

Apenas cerró la puerta tras de ella, los ojos del peliverde se abrieron casi de forma inmediata, aunque no emitió movimiento alguno.

De su boca escurrió una fina línea de una sustancia amarga, la cual limpió con su pulgar antes de levantarse lentamente y sentarse en el borde de su cama. Su mente se encontraba en blanco, por lo que cada movimiento suyo era una respuesta automática de su cuerpo.

Miró en todas direcciones, hasta dar con su teléfono sobre el velador.

Solo se limitó a mirarlo por unos segundos, desviándose casi de inmediato hacia su abrigo en el respaldar de una silla junto a su escritorio.

Se levantó para tomarlo y revisar sus bolsillos, buscando la cajetilla que contenía pequeños lapsos de calma y alivio.

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Solo...déjame pensarlo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora