01. El autobús perdido

428 28 7
                                    

(Septiembre de 1982)

Los golpes en la puerta sonaban insistentes mientras la preocupada voz de Wayne Munson llamaba hacia adentro de la habitación de su sobrino, quien a pesar de todo, seguía perdido en sus sueños.
El mayor suspiró y sin más opción, se vio obligado a entrar para ir directo a sacudir el cuerpo del chico hasta oírlo quejarse aún medio dormido.

Estas semanas habían sido difíciles para Eddie. Apenas estaba empezando el nuevo año escolar, así que después de unos meses de vacaciones, su cuerpo aún seguía batallando con tener que levantarse temprano para ir a clases.
Wayne entendía perfectamente aquello y le daba mucho pesar tener que obligarlo a pararse tan de mañana, pero si él no se ocupaba de ello, ¿quién lo haría?

—Vamos, Edward, levántate. Te empaqué desayuno. Yo tengo que dormir y a ti se te está haciendo tarde.

El menor soltó un quejido parecido al de uno de los zombies de esa película que habían visto hace unos días, lo que hizo sonreír a Wayne. Siguió sacudiéndolo.

—Eddie...

—Ya voy. — murmuró con voz ronca. Escuchó a su tío salir de la habitación. Soltó un suspiro y separó la cara de la almohada para ver alrededor, entonces frunció el ceño. Ni siquiera se veía la luz del sol todavía. ¿Por qué Wayne lo había ido a despertar tan temprano?¿A caso empezaba a padecer demencia senil?
Volvió a hundir la cara en la almohada y cerró los ojos para dormir otro rato.

Habían pasado unos treinta minutos cuando abrió los ojos de golpe y se levantó de la cama de un salto.
—¡Puta madre! — chilló y fue corriendo a prender la luz del cuarto y a buscar algo de ropa.
—¡Mierda, mierda, mierda!¡La... puta!

Lo había olvidado por completo. Para aquel día estaba organizado un viaje escolar que costaba un porcentaje considerable de la calificación.
Era la primera actividad de ese tipo que se realizaba en el año y no podía darse el lujo de faltar.

Metió de prisa los pies en los pantalones mientras caminaba en busca de una camisa, lo que por poco y lo hace caer de cara al suelo.
Se puso una camiseta negra de lo más arrugada, pero que al menos estaba limpia; los primeros tenis que encontró, sin calcetines, porque no había tiempo de buscar un par, y recogió del suelo su chaqueta negra de cuero. También recogió su mochila y vio el interior.
¿Qué se suponía que debía llevar a un viaje escolar? No había puesto nada de atención a la charla al respecto.

Dejó solo un cuaderno y un par de lápices en la bolsa grande de la mochila. En la mediana metió varias cosas, entre ellas: una caja de cigarrillos, su encendedor y lo más importante para un viaje: su walkman con varios casetes. Vio alrededor aún con la mochila abierta en su mano.
Es todo. — pensó.

Tomó las llaves del auto, el desayuno que Wayne le había hecho para llevar, y salió corriendo hacia el auto. Era jodidamente tarde. Por suerte ya estaba bien entrenado para manejar a toda velocidad, y es que siempre manejaba así.

Hizo chirriar las ruedas en el estacionamiento de la preparatoria y bajó, viendo alrededor con el corazón latiendo rápido y con un gesto de decepción y a la vez de miedo en su cara.
—Mierda. — susurró y cerró el auto de un portazo. El lugar se notaba desolado, sin autobuses ni personas. Ya todos se habían ido. Solo habían autos vacíos. ¿Ahora qué hacía?

Entonces vio abrirse la puerta principal del edificio, pero volvió a hacer un gesto de decepción al ver que era solo un estudiante.

—¡Hey, tú! ¿También te dejó el autobús? — preguntó el chico que había salido. Parecía molesto, pero a la vez alegre por no ser el único que se quedó. Eddie asintió sin ganas de hablar — Que mierda, ¿no? — habló mientras se acercaba — El conserje dice que salieron hace unos diez minutos. Yo recién llegué.
Soy Steve Harrington, por cierto.

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora