Capitulo ochenta y uno

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Ya habían pasado algunos meses desde que los bebés habían nacido y aún no pude llevarlos a casa debido a que tenían que permanecer en incubadora. Los veía todos los días y les contaba historias mientras están ahí.
Hoy, en la mañana, me había llegado una llamada del hospital diciendo que podría ir a buscar a mis hijos, que ya era seguro traerlos a casa. Me encontraba muy ansiosa y feliz.
Estábamos en el auto con Lena yendo muy rápido al hospital, tanto que ella me pidió que fuera más despacio porque le preocupaba que choque.

—¡_________!

—¿Sí, mi amor?

—¿Puedes ir más despacio que vamos a chocar?

—Sí, mi vida —Reduzco la velocidad lentamente—. No íbamos a chocar pero bueno.

Llegamos al hospital y fuimos a la habitación en la que estaban mis bebés lo más rápido que pudimos.
Las personas nos miraban extrañadas y con curiosidad al ver a dos mujeres que no eran médicas corriendo como locas por un hospital, pero eso no importó.
Cuando llegamos justo estaba saliendo el médico que revisaba que nuestros bebés estén bien.

—Wow, veo que tienen prisa —dijo con una sonrisa.

—Doctor Snow, ¿Cómo están nuestros hijos?

—Sus hijos se encuentran perfectos, se han desarrollado sin ninguna complicación y todo está correcto. Pueden llevarlos a casa.

—Suspiré de alivio—. Gracias, doctor.

Entramos a la habitación en la que estaban los bebés y vimos dos cunas con ellos dormidos. Tenían una cinta en su pequeña manito, se veían tan pacíficos.
Levanté a Amaris en brazos mientras que Lena levantó a Noah. Acerqué a mi hija a mi pecho y largue en llanto. No podía creer que tenía a mis hijos conmigo, no podía creer que tenía hijos.
Dejamos a los bebés en sus respectivas cunas y con Lena nos abrazamos mientras llorabamos de emoción.

—Te amo, te amo demasiado —dijo ella.

—Yo más, mi vida —respondí.

Cuando dejamos de llorar, salimos del hospital y llevamos a nuestros hijos a casa. Subí por las escaleras con Lena y nuestros hijos en brazos y los dejamos en las cunas de la casa mientras descansaban.
Lena miró a nuestros hijos y se fue de la habitación para después volver con una cámara.

—¿Y eso? —pregunté.

—Para el recuerdo.

Lena sacó la foto y nos abrazamos mientras observamos a nuestros pequeños.

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—Voy yo —gritó Lena desde el living.

Los pequeños se habían despertado y estaban llorando como locos. Los habíamos alimentado, le habíamos sacado los gases, los cambiamos y jugamos con ellos, pero seguían llorando.

—No sé por qué lloran —dijo Lena frustrada.

—No lo sé. ¿Y si les cantas una canción?

Lena me miró incrédula pero asintió. Dejó a los bebés en las cunas y empezó a tararear una canción de cuna que no conocía.
Los niños de apoco se fueron calmando y miraban a Lena con curiosidad.

—¿Cuál es esa canción?

—No lo sé, me la cantaba mi madre de pequeña.

—¿Cómo es que te acuerdas de eso? Yo no sé ni que comí ayer.

—Lena rió—. Está todo aquí, mi amor —Señaló su cabeza.

—¿Cómo crees que será decirles que son seres sobrenaturales? —preguntó mirando a los niños y luego a mi.

—No será fácil, es una conversación que me gustaría evitar pero sé que alguna vez tendré que contarles y advertirles sobre eso. Convertirse en vampiro o lobo a temprana edad es complicado.
No nos adelantemos, disfrutemos de estos momentos en los cuales podemos apreciarlos sin preocupaciones.

—Lo siento, es una pregunta que tenía en la cabeza hace unos días. Tienes razón, hay que disfrutar estos momentos mientras podamos.

—No tienes de que disculparte, mi vida. Todo estará bien, ya verás —besé a mi esposa.

—Eso espero —contestó.

—Oye —dije.

—¿Sí?

—Estaba pensando que... Estamos solas, los pequeños están durmiendo y...

Ví la cara de felicidad y los brillos en los ojos de Lena antes de terminar la oración.

—¿Vamos a la cama? —me interrumpió.

—En este mismo instante.

Lena me tomó de la mano y me llevó corriendo a la cama. Ella me empezó a besar mientras retiraba mi ropa.

—Sí que tenías ganas, eh —dije en broma.

—No sabes cuánto.

Ella me recostó en la cama aún con mi ropa interior y ella vestida. Empecé a sacar su ropa mientras nos besábamos y rozabamos nuestros cuerpos.
Una vez que quedamos en igual condiciones, ella empezó a descender sacando mis sostén, pero la detuve.

—No quiero que salga leche, así que... ¿Te salteas esa parte, porfis?

Lena hizo un puchero pero asintió. Le dí la vuelta mientras ella estaba distraída y yo le saqué su sostén para estimular sus pechos. Empecé a escuchar pequeños gemidos y eso me indico que ya era tiempo de dejar de torturarla, pero antes de que pudiéramos hacer algo más nuestros hijos comenzaron a llorar

—_______, no te vayas —dijo con la respiración agitada.

—Debo ir a ver a nuestros hijos.

Ella se dejó caer en la cama rendida y yo me dirigí a la habitación de nuestros bebés mientras escuchaba maldecir a Lena.
Sonreí y cargué a Noah y Amaris para ver qué andaba mal.

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Lena y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora