Lena y Tú

Capítulo ochenta y cuatro

Estábamos volviendo del bosque, cuando escuchamos ruidos dentro de la casa.
Utilicé mi superaudicion para ver que secedia.

—¡Quédese quietos, por favor! —Escuché decir a Sabrina.

Con Lena nos reímos y entramos a la casa solo para ver el desastre que se había armado.

—¿Qué pasó? —dije al ver a Sabrina cubierta de comida por todos lados.

Sabrina miró hacia donde estábamos y sonrió de una manera nerviosa.

—Hola, _______, ¿cómo estás? Todo esta bien, sucedieron un par de cosas. Ahora te cuento.

Sabrina devolvió todo a su lugar con un movimiento de muñecas y todo volvió a la normalidad... Menos su ropa.
Lena se acercó a nuestros bebés y los levantó para acercarlos a ella.

—Sus hijos son muy traviesos —dijo Sabrina limpiándose.

—¿En serio? Con nosotras se comportan muy bien —dije yo.

—Me alegro. Oye, ¿Hoy vamos a ir a la casa de Alexandra Danvers?

En cuanto me hizo recordar eso mi semblante cambió.

—Sí, es a las nueve. Vamos a ir todos.

—¿Quiénes son todos? —preguntó.

—Toda mi familia y toda la de mi esposa.

—Oh...

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Ya estábamos cerca del horario de salida, me había puesto unos jeans negros con una camisa y joyas doradas.
Estaba esperando a que mi esposa terminara de arreglarse.

—¡Lena! Tenemos que irnos —grité desde el living.

En cuanto dije eso escuche tacones bajando por la escalera. Me volteé y vi a mi esposa bajar con un vestido negro y dorado a juego con mi vestimenta. Su pelo estaba suelto y se veía increíblemente hermosa.

—Estas hermosa, amore mio —le dije con un todo seductor.

—Tú también, esposa mía —contestó con el mismo tono seductor.

—Me acerqué a ella de una manera insinuante—. ¿Estas segura que tendemos que ir? ¿No quieres quedarte?

—¿Ahora cambiaste de opinión? —dijo con una sonrisa.

—Quedémonos —dije suplicante.

—No, mi amor. Debemos irnos.

Asentí haciendo un ruido de molestia y salimos. Aseguré a nuestros hijos en el auto y empezamos el viaje hacia Nacional City.

—¿Cómo estás? —preguntó mi esposa acariciando mi cabeza.

—Suspiré—. No voy a negarte que me encuentro muy celosa y lo único que quiero es romperle la cara a la hermana de Alex... Pero me controlaré por ti.
Espero que no haga nada estúpido —dije susurrando la última parte.

Los ojos de Lena brillaron un momento.

—¿Qué pasó? —pregunté.

—Nada. Es muy caliente ver como me celas. Tu mandíbula se apreta y tus ojos se vuelven un poco rojos.

Me sonrojé con lo que dijo y miré hacia adelante ignorando lo que acababa de escuchar.