Lena y Tú

Capítulo ochenta y tres

Me desperté por el llanto de los bebés y noté que Lena estaba dormida. Me levanté y medio dormida, restregando mi ojo, llegué a la habitación de los bebés.

—Tranquilos, ya llegó mamá.

Los cargué en mis brazos y ellos con sus manitas tocaron mis pechos.

—¿Tienen hambre, pequeños?

Acomodé mi camiseta para que ellos pudieran comer. Mientras tanto, miraba la venta hacia las vistas que tenía de la ciudad.
Cuando noté que los bebés ya estaban bien les saque los gases y los deje en la cuna para que durmieran un poco más.
Fui hasta la habitación y Lena seguía dormida, así que le di un beso en la frente y fui a preparar el desayuno.
Mientras estaba batiendo la mezcla de los panqueques oí mi celular vibrar. Dejé de mezclar y noté que era mi hermana quien llamaba. Atendí y su voz sonaba agitada.

—¡Hermana!

—¿Hope? ¿Qué sucede?

—¿Cómo es eso que tenemos que ir a casa de Alex?

—Si... Lena quería reunirnos como "familia".

—Pero ellos intentaron acabarnos. No puedo aceptarlo.

—Lo sé. Dímelo a mi que me quiso asesinar en cuanto pise su casa.
Solo intenta ser amable por esta noche.

—Esta bien. Voy a intentarlo.

—Nos vemos luego, Hope.

—Adiós.

Cuando corté la llamada empecé a realizar los panqueques, y cuando terminé llevé el desayuno a mi esposa.

—¿Mi amor? —Acaricié su cara y cabeza con sutileza mientras de a poco se despertaba.

—¿Sí? —dijo estirándose.

—Te traje el desayuno. Ahí hay algunos panqueques y fruta.

—Gracias, mi vida. Te amo.

—Yo te amo más.

Lena se sentó en la cama y empezó a comer.

—Oye, ¿Recuerdas que hoy vamos a la casa de Alex?

—Si, no me hagas recordarlo porque voy a morir.

—Bueno... Hay algo más.

—Dime.

—Estará Supergirl.

Dejé de escuchar lo que mi esposa me estaba diciendo y mis ojos se pusieron rojos mientras miraba un punto fijo.
Ella, intentó calmarme, pero simplemente no la escuchaba.
Me levanté de la cama y salí de la habitación con furia.
Bajé las escaleras y me dirigí hasta la puerta principal.
Lena me seguía por la casa intentando frenarme. Sus esfuerzos fueron en vano ya que llegué al bosque y empecé a convertirme en loba.

—_______, amor. Sé que estás molesta pero no fue mi desicion. Alex quería invitar a su hermana, no podía negarme.

La miré con cara de pocos amigos con mis ojos rojos y empecé a correr por el bosque. Tan rápido como mis patas me lo permitían.
En un intento por sacar mi enojo rugí, rugí tan fuerte que los pájaros empezaron a volar y alejarse con rapidez.
Me detuve en un lago y empecé a beber agua mientras me sentaba a ver por allí.
Sentí otra presencia acercarse, otro lobo.
Me puse a la defensiva y espere que se acercara para atacar. Pero, cuando me di cuenta, ese lobo era mi esposa.
Había estado buscándome y me encontró cuando rugí.
Ella se acercó con cautela y con su hocico intento llamarme.

—¿Qué quieres? —dije por nuestra conexión.

—Sé que estas enojada pero quiero que sepas que yo ya no siento nada por ella.

Iba a irme pero Lena se puso enfrente de mi prohibiendo el paso.
Puse mis ojos rojos y le gruñi.
Sus ojos de beta se activaron pero sin embargo ella no se movió ni un milímetro.

—No me das miedo, __________. Soy tu esposa, jamás vas a darme miedo.

Entendí lo que estaba haciendo y me alejé de ella para convertirme en humana junto al lago. Cuando lo hice me senté allí en bolita.
Lena se me acercó y se convirtió en humana también a mi lado. Se sentó y se quedó mirando hacia al frente mientras me hacía compañía.

—Mi problema no eres tú. Sé que ya pasaron como mil años y nos casamos, tuvimos esos hermosos hijos.

—¿Entonces?

—Suspiré—. Sé que ella aún siente algo por ti. Sé que va a intentar arreglar las cosas y va a empezar a acercarse a ti poco a poco intentando meterse en el medio de nuestra relación para separarnos y que me veas como la mala de la historia.
No lo niegues, tu también sabes que ella aun te ama —Miré a Lena.

—Lena clavó sus ojos en mi—. Tal vez ella podrá seguir sintiendo algo por mi cómo tal vez no. Sea lo que sea, yo jamás te dejaría por ella. Te amo, _________. Te lo dije cuando nos casamos, te lo dije cuando nuestros bebés estuvieron con nosotras, te lo digo ahora y te lo voy a decir siempre. Te amo.

—Yo te amo más. Gracias —Incliné mi cabeza y me recosté en su hombro.

Mi esposa acarició mi cabeza y cerré los ojos para sentir la paz que ella me transmitía.

—¿Con quién dejaste a los niños?

—Con Sabrina. La llamé y le dije que se teletransportara con urgencia que tenía que salir.

—Me reí—. Tenemos que volver a casa. Se debe estar volviendo loca.

—Se rió—. Seguro que sí. Vamos.

Nos levantamos del suelo y nos dirigimos a nuestra casa en forma lobuna.

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