Capítulo setenta y cinco

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(Días después)

Un día antes de navidad, con Lena y mi familia decidimos que íbamos a celebrar las fiestas en la mansión que compre en Italia para salir de la zona de confort. Siempre estábamos en Virginia o en Nueva Orleans.

—¿Todo listo? —pregunté mientras cargaba las cosas en la camioneta que había comprado hace poco.

—Creo que sí, sino podemos comprar allá.

—Tienes razón.

Le abrí la puerta del copiloto y cuando entro la cerré detrás de ella para subirme del lado del conductor y emprender viaje.

—¿Aún no me mostrarás?

—No.

Le había dicho a Lena que no podía ver la mansión hasta que lleguemos.

—¿Cuán grande es?

—Bastante.

—¿De que color es?

—No responderé a eso.

—Ay, vamos. Muéstrame la casa, por favor.

—No —dije convencida.

—Ella se acercó a mi odió y me dijo con voz suplicante—. Por favor, mi amor.

Un escalofrío recorría toda mi espina dorsal. Ella sabía que me gustaba que hiciera eso.

—No vas a convencerme, ni siquiera porqu...

Lena puso una mano en mi muslo y lo apretó ligeramente mientras me miraba.

—Lena... Vamos a chocar, estoy conduciendo.

—No vamos a chocar si no te distraes.

—No voy a decirte nada.

Ella subió su mano un poco más cerca de mi zona erógena.

—¿Segura?

Otra vez esa voz, iba a matarme.

—Sí, lo estoy, estoy muy segura.

Ella presionó mi clítoris y se inclinó para depositar un beso en mi cuello. Luego, me dijo

—¿Cuan segura estás de ello? —dijo con voz seductora.

—M-mucho. Lena... Para, por favor.

Lena había empezado a hacer círculos en mi zona erógena sacando suspiros inconsciente de mi parte.

—¿En verdad es lo que quieres? —dijo dándole besos y mordiscos a mi cuello mientras me estimulaba.

—Ah... No.

—¿Entonces por qué quieres eso?

—Cuando lleguemos a el avión te juro que voy a follarte tan duro que te va a costar caminar —dije removiendome en el asiento buscando algún tipo de fricción.

Sentí como Lena sonrió en mi cuello y luego se aparto por completo, dejándome un vacío. El vacío no se sentía bien, pero sabía que era lo correcto.

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Luego de largas horas de viaje, Lena y yo llegamos a Italia. Ella se quejaba del dolor que tenía previo a lo que pasó en el avión pero yo solo sonreí y le dije.

—Eso te pasa por provocarme.

—Igualmente se sintió muy bien.

Lena y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora