Lena y Tú

Capítulo sesenta y tres

Me desperté por la luz del sol. La fiesta de ayer estuvo intensa y termino en una noche interesante.
Tenía un poco de dolor en mi cabeza, pero en un rato se me iba a pasar, ventajas de ser vampiro.
Me di la vuelta y me encontré con, ahora mi esposa, durmiendo. Se veía tan tranquila, pacífica, que me la quedé observando.
Al parecer, ella pudo sentir mi mirada ya que se despertó.

—Buenos días —dije yo.

—¿Hace cuánto me estás mirando?

—Solo un rato —Pase mi mano por su mejilla.

—Te amo —le dije yo.

—También te amo.

Ella se levantó y mordí mi labio inferior cuando la vi desnuda. Ella se empezó a vestir y yo me levanté para decirle al oido.

—¿Para qué te vistes, si ahora te voy a desvestir?

Ella se dió la vuelta y me sonrió.

—No va a poder ser mi amor, tengo que hacer algo.

—¿Qué vas a hacer?

—Cuando salgo de ducharme te cuento.

Hice un puchero y la besé. Ella poso su mano en mi abdomen. No me separé porque no me molestaba, pero bajo su mano y yo me alejé enganchando su labio inferior entre mis dientes.

—,¿No tenías que ducharte?

Ella me miró un poco enojada y yo sonreí.

—Eres malvada, por lo menos ponte una camiseta.

—Tal vez, mi amor.

Ella se fue a duchar y yo bajé a la cocina.
Desayuné algo y baje al gimnasio todavía sin ropa.
Me puse a ejercitar mis piernas para luego ir a ejercitar mis brazos.
En el tiempo transcurrido Lena había terminado de ducharse y bajó para decirme.

—Amor, te quería de...

Se paró en seco al verme. Mis músculos marcados, mi leve sudor, y mis pechos endurecidos por el frío. Aunque como era vampiro no lo sentía.

—¿Sí? —dije intentando reprimir mi risa.

—Todavía sigues sin vestirte.

—No tenía muchas ganas a decir verdad. Pero espero que no sea un impedimento para que me digas lo que quieres decir.

—¿Por qué me estás provocando?

ŽNo sé de qué hablas —Me senté para apreciarla mejor—. Estoy en nuestra casa, con mi esposa y no hay ninguna regla que diga que no puedes estar sin ropa por tu casa.

  —¿Qué es lo que soy? —dijo acercándose lentamente.

—Mi esposa.

—Dilo de nuevo.

—Mi amada esposa.

Ella sonrío y como estaba lo suficientemente cerca, me besó. Me recostó y se puso encima de mi. Pero como si recuperará la consciencia me dijo.

—Oye, me encantaría follarte en este momento pero debo decirte algo importante.

—Esta bien, dime.

—Voy a ir a National city a visitar a mi ahijada.

—Perfecto, amor. Te acompaño.

—Pero aún no te dije quienes son sus parientes.

—Dime.

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—¡¿Qué, qué?!