epílogo

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⎯ ¡Auch, mamá!⎯ exclamó la adolescente de 18 años al sentir un tirón en su cabello.

Los años habían pasado tan rápidamente para los reyes que no podían creer que ya estaban en el décimo octavo cumpleaños de su hija. Amira había crecido fuerte y sana, sin ninguna dificultad en el medio y con muchísimo amor por parte de sus padres, eso es algo que ni a ella ni a su hermana, Millicentte, les faltó. Los reyes podían ser considerados los mejores padres del mundo desde el punto de vista de las princesas.

Aunque...Amira no se considera una princesa.

Sí, es hija de reyes y por ende tiene el título, pero ella no quería ser como su hermana que estaba esperanzada en que un príncipe azul la lleve a su castillo y la cuide toda la vida. Amira era más como su madre cuando era joven; le gusta demasiado el deporte, soñaba con estar algún día en un combate en el que su vida peligre y ella salga ganadora, y a su vez, quería ser la mejor reina del país, una la cual siga con las mismas ideas de su madre y hasta más. Pero a su vez no quería ser reina, su padre la estuvo preparando para eso desde sus 13 años y la verdad era que a veces cansaba, muchas leyes y números en los que Amira no era buena, ella iba mejor en la lectura y política, mientras que su hermana era más de los números y la ciencia.

Tan distintas y tan parecidas a la vez.

⎯ Es tu cumpleaños, amor, debes arreglar ese cabello.⎯ dijo Cleo mientras terminaba de colocarle la corona de princesa a su hija, en dos años sería coronada como reina y no podía estar más feliz y orgullosa de eso. Abrazó a Amira mientras conectaban miradas en el espejo.⎯ Te amo mucho.

⎯ Y yo a ti, ma.⎯ sonrió, y antes de que alguna pudiera decir algo más otra chica entró al cuarto corriendo para después saltar en la cama de su hermana.

⎯ ¡¿No estas feliz, Amira?!⎯ preguntó la chica de 16 aún saltando en la cama de su hermana. Cleo rió y se marchó para dejar a sus hijas hablar en paz, aunque lo último que tenía Millicentte era paz.⎯ ¡Tal vez hoy conozcas a tu amor verdadero!

⎯ Sí, wow, que emoción...⎯ respondió aburrida la mayor.

Eran demasiado parecidas entre sí; ambas con el cabello oscuro, la forma de los ojos de su padre, el cuerpo delgado de su madre, y cada una tenía la nariz de cada padre. Amira era la hermana relajada y tranquila, la que nunca ocasionaba problemas y realista, que siempre tenía los pies en la tierra y su misión era intentar que su hermana menor haga lo mismo, pero aquello era imposible cuando Millicentte era tan hiperactiva. Se querían mucho y nunca hubo una rivalidad entre ellas, nunca pelearon por el trono en su reino porque sus padres tampoco les hacían pensar que había demasiada importancia en aquello, que una sea reina y la otra no no significaba nada.

Millicentte bufó acostándose en la cama de Amira mientras miraba el techo. Adoraba tanto las historias de amor, que cada día que salía del castillo para ir a estudiar esperaba encontrarse a su amor verdadero, a pesar de que tuvo su primer novio a los 12, el segundo a los 14 y actualmente le gustaba un chico de su salón, todos sus noviazgos habían salido mal pero no perdía la esperanza en el amor. Deseaba con todas sus fuerzas tener un romance como el de sus padres, ellas nunca presenciaron una discusión o algo que las haga pensar que ellos ya no se amaban o que estaban cansados uno del otro; JiMin y Cleo preferían tener sus peleas en la habitación, sin gritos para que sus hijas no se preocupen ni piensen mal de ellos, aunque por suerte, no discutían tan seguido.

Y por otra parte, Amira nunca tuvo novio ni se interesó en ningún chico, gracias a su tía Ádara llegó a pensar que podía ser asexual porque nadie le atraía en ningún sentido. Ella sabe que los chicos que se le acercaron era nada más por el hecho de ser princesa, si no tuviera ese título nadie quisiera hablarle, es la chica callada del curso con una sola amiga y que tenía notas impecables porque de verdad es inteligente y no porque sus padres le paguen a los profesores. Si Amira hubiera tenido la mala suerte que tiene su hermana con las parejas estaba segura que ni siquiera intentaría buscar el amor nuevamente, no entendía cómo hacía Millicentte para poder tener otro novio después de que los dos que tuvo le fueron infiel casi en su cara.

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