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Escuchó como se acercaron a él a pasos rápidos, y supo que era estúpido escapar porque solo lo haría ver como un sospechoso. De todas formas, se subió en el caballo por cualquier cosa extraña que pase. Cuando miró a su costado se encontró con el rostro más angelical y hermoso que había podido encontrar en toda su vida, hasta soltó un suspiro involuntario cuando vió esos ojos color miel mirándolo con tanta intriga.

⎯ ¿Quién eres?⎯ preguntó con la cabeza en alto. JiMin carraspeó y habló.

⎯ Soy el príncipe Park JiMin de Corea del sur. No quería interrumpir su charla, mis más sinceras disculpas, señorita.⎯ habló educadamente.⎯ Solo estaba paseando por Atenas con mi caballo y no sé cómo llegué aquí.

⎯ Cleo, aléjate.⎯ llegó el otro al costado de ella y con el brazo la colocó detrás de su cuerpo, cuidandola.⎯ Puede ser peligroso.

⎯ Es príncipe.⎯ mencionó rodando los ojos a la par que bufaba, JiMin ladeó la cabeza confundido ante ese gesto. Nuevamente se dirigió a él, de una forma mal educada y altanera.⎯ Si andas buscando princesitas ve para el lado del bazar, aquí solo encontrarás a los pobres de Atenas que sus reyes no quieren darles ni un miserable trozo de pan.

JiMin se la quedó viendo. Tenía un rostro muy bello, la mandíbula bien marcada al igual que su nariz mediana. Sus manos se veían finas y delicadas, pero la realidad era que estaban llenas de suciedad y con las uñas mordidas. Por un segundo se la imaginó con un bello vestido que salga lo que puede salir esa pequeña casa en la que habita, con una corona llena de rubíes, un delicado peinado, y siendo su esposa.

⎯ Lo siento, ¿Cleo?⎯ dijo para asegurarse del nombre de esa belleza, que tenía mala cara. La nombrada asintió.⎯ No tiene que hablarme en mal tono, yo le hablé de manera correcta.

⎯ Para volver al bazar tienes que seguir derecho por aquí.⎯ el pelinegro señaló el camino por el cual había venido el príncipe. JiMin, después de verlo, se dió cuenta que era bastante parecido a la chica, por lo que supuso que eran hermanos o parientes cercanos. Tenían los mismos ojos color miel, el tono de piel y el mismo cabello.

⎯ Entendido, muchas gracias.⎯ sonrió.

⎯ Cleo puede ir contigo, ella también tiene que ir allí.

La nombrada dijo algo entredientes que no se llegó a entender, pero supuso que estaba molesta por las cejas fruncidas. Quizá era por eso que discutían antes, quién sabe. El mayor, con un movimiento de cabeza, ordenó a la chica ir por el caballo al que no había llegado a subirse anteriormente, y ella fue mientras murmuraba cosas imposibles de entender.

⎯ Es mi hermana, conoce Atenas como la palma de su mano así que no te perderás.

⎯ Andando.⎯ dijo aburrida sobre su caballo blanco.

Ambos comenzaron a ir por el sendero en silencio, uno muy incómodo para JiMin que, al igual que su madre, le gustaba hablar hasta por los codos. La pelinegra iba con mala cara a la vez que de vez en cuando acomodaba una bolsa de tela sobre su hombro, la cual se veía vieja y arruinada. JiMin se preguntaba por qué los reyes de Grecia no saben la situación de los habitantes pobres de su país, porque pudo darse cuenta al instante que Cleo y su hermano son pobres.

⎯ ¿Cuántos años tiene?⎯ preguntó para sacar charla, el camino era lejos y le aburría estar en silencio.

⎯ Veintidós.

⎯ Oh, que bien. Yo tengo veinticuatro.⎯ comentó, y a Cleo no pudo interesarle menos.⎯ ¿Puedo saber su apellido?

⎯ Ehann.

⎯ Puedo hablar con los reyes, si así lo desea, para que hagan algo por su situación.⎯ dijo con la mejor de las intenciones. Cleo detuvo su caballo y lo miró con las cejas fruncidas.

Castle| pjm. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora