CAPITULO 3

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RUBÍ

Mi mejor amigo.

Esas palabras resonaban en mi cabeza en un bucle gigante. Seguía sin creer que había pasado una noche de lujuria con el mejor amigo de mi padre y que, al parecer, el tampoco sabía ¿Porque lo afirmaba? Simple, su cara se veía demasiado igual o peor que yo.

Ambos seguiamos sin poder creerlo hasta que mi padre se carraspeó y ambos volteamos a verlo.

—¿Sucede algo?— preguntó mi progenitor.

—No, descuida— excusó su amigo —Es solo que no sabía que ella era esa piccola de la que tanto tiempo me hablabas.

—Ella siempre lo será para mi.

—¿Disculpen?— interrumpí confundida. ¿Qué me dijeron?

—Lo que pasa hija es que Leonardo es italiano— empezó a decir mi padre —Y piccola habla de una niña pequeña, como una bebé, y eso siempre serás para mí— me dió un beso en la frente y sonreí ligeramente pero un tanto tensa.

Me gustaba mucho que mi padre siempre estuviera ahí para mi, pero ahora era extraño que lo dijera frente a su amigo del alma, con el cual mi progenitor no tenía ni idea de que habíamos tenido algo la noche anterior.

De pronto todo lo que habíamos hecho la noche anterior vino a mi mente en varios flashbacks y mis mejillas ardieron al recordar lo que pasaba en mis pensamientos. Lo mejor para ambos era que mi padre no se enterara de lo que habia pasado. Solo le ruego al destino que nunca sepa lo que sucedió.

De repente sonó el teléfono de la oficina y mi papá se dirigió al aparato para contestar. Cuando contestó la voz de Flor empezó a escucharse.

—Jackson, tienes una junta con los compradores alemanes en unos minutos.

—Gracias, Flor. Ya salgo para la sala de juntas.

Colgó el teléfono y regresó con nosotros. Flor es la única que puede hablarle de tú a mi padre por la confianza y años de conocerse.

—Bueno— empezó a decir mi padre en dirección a nosotros —Los dejó porque tengo un acuerdo que firmar. Rubí —giró su rostro en mi dirección —¿Le podrías enseñar a Leonardo la empresa mientras estoy con los alemanes?

Sentí la mirada intensa del amigo de mi padre detrás de mi. Simplemente pude asentir con la cabeza y mi padre se fue dejandome con su amigo.

El silencio y el tiempo parecían quedar nulos mientras el exquisito olor del costoso perfume del rubio invadía mis fosas nasales. No supe cuanto tiempo habia pasado, pero de pronto sentí una respiración entre mi oreja y cuello mientras que hablaba lentamente.

—¿Porque no me dijiste que eras la hija de Jackson?— cuestionó —¿Acaso era un plan?

Me giré para observarlo un poco arriba. Me rebasaba por unos veinte centímetros pero no me importaba. Lo observé firmemente y le hice frente.

—Yo jamás supe que eras el mejor amigo de mi padre— respondí —Pero al parecer tu me conocías, ¿Planeabas abusar de la hija de tu ahora socio?

—No sabía que eras lo que veo— dijo mientras me repasaba con la mirada —Siempre se refería a ti como una bebé, no como a una mujer.

—En fin— traté de desviar el tema —Te daré un recorrido por la empresa pero intenta pasarte de listo y sabrás hasta donde puedo llegar.

No me interesaba si me seguía o no pero salí de la oficina y empecé desde presidencia para terminar en el primer piso. Leonardo parecía en otro lugar del mundo, pero yo estaba concentrada en enseñarle la empresa. Sabiendo el tipo de relación que tiene con mi padre, debe de saber que lo de anoche fue solo eso. Cosa de una noche.

El tiempo me pasaba sumamente lento hasta que nos dirigimos al piso medio donde se encargaban de los de publicidad. Era un lugar creativo para que los encargados puedan ver que atrae al cliente y hacer que los llame de forma sutil a comprar sus automóviles. Hay muchos que son exigentes y que mejor que pensar en llamar la atención discretamente hacia el público mediante nuestros comerciales.

De pronto todo pasó de forma rápida cuando un chico entró con dos tazas de café y, lo admito, no lo habia visto. Mi distracción mental había provocado que chocaramos y dejó caer las tazas que se rompieron en miles de pedazos y Leonardo me sostuvo de la cintura para llegar a su lado y evitar que pasara un accidente.

—Lo... lo siento mucho— respondió el chico muy apenado.

—Descuida— respondí —Solo la próxima ten más cuidado.

El chico asintió y fue por algo para recoger los pedazos de porcelana que había por el piso. Era algo que no fue adrede, no iba a explotar furiosamente contra algo así.

El rubio me seguía sosteniendo de la cintura hasta que retiré su mano y al parecer había despertado del trance. Continué como si no hubiera pasado nada pero ahora teniamos cierta tensión que se palpaba en el aire. En todo el camino ibamos tranquilos pero ahora con eso, no podiamos evitar vernos de reojo o sentir que nos faltaba el aire. Y todo empeoró cuando fuimos al elevador para dirigirnos de nuevo a presidencia. Todo parecía tardar una eternidad.

De vez en cuando lo observaba pasar la lengua por sus labios y recordaba lo que había hecho ayer con su pecaminosa y exquisita boca.

Maldita sea. Esto esta siendo complicado.

Como si Dios me hubiera oido, las puertas del elevador se abrieron y salí disparada para dirigirme a la oficina de mi padre, para mi sorpresa, el ya estaba ahí y su amigo estaba de mi lado.

—¿Ya le mostraste toda la empresa, Rubí?— habló mi progenitor.

—Claro— respondí trantando de sonar tranquila.

Se encaminó con su amigo y le sonrió.

—¿Que tal la empresa?

—Es muy tú— dijo el ojiazul.

En eso tenia que admitir que estaba muy de acuerdo. Pareciera como si mi padre se hubiera convertido en un edificio.

—¿Y de mi hija?— volvió a hablar mi padre y yo abrí los ojos —¿Crees que siga como yo en la empresa?

—Te superará— respondió su amigo —Es una nueva generación. Hoy en día los jóvenes tienen más ingenio en lo que se propongan, y tu hija no será la excepción.

—Estoy de acuerdo— respondió mi padre y luego se fijo en la hora. Ya eran las tres de la tarde y ni siquiera había almorzado.

Nunca pensé que había pasado tanto tiempo. En mi cabeza había pasado una hora máximo con el mejor amigo de mi padre, pero en realidad habían pasado cuatro. Sin duda todo esto me sorprendía.

—¿Vienes hija?— me sacó de mis pensamientos la voz de mi padre.

—¿Eh?

—Leonardo se tiene que ir y quiero pasar tiempo con mi hija hermosa— me ruboricé un poco por como me había llamado —El vendrá luego para que sigamos acordando los autos para Italia.

Ambos se palmearon la espalda en forma de despedida y cuando fue mi turno me puse nerviosa. Se acercó, me estrechó la mano y luego me dió un beso en la mejilla.

—Espero que no me extrañes esta noche, piccola— respondió solo para nosotros.

—El que extrañará será otro— dije de igual modo y solo hice media sonrisa. Ni de loca le daría el gusto de repetir lo que habíamos hecho. Lo pasado eso es. Pasado.

Sonrió como si nada para responder un "hasta pronto, Rubí" y salir de la oficina. Lo mejor para ambos es alejarnos lo más posible y concentrarnos simplemente en lo laboral. Si bien habíamos hecho lo que hicimos, pero solo fue algo de una noche y nada más. No habrá una segunda vez.

—Vamos hija— habló mi padre y lo seguí hasta llegar a mi auto. Le dí las llaves y lo empezó a conducir. Su auto no era problema, luego llamaría a un chofer y lo llevaría pero prefiere llevarme y traerme a mi por ser su princesa. Aunque ya sea una mujer mi padre siempre me verá como su niña pequeña, la única chica de su vida.

El mejor amigo de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora