CAPITULO 20

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RUBÌ 

Aquel hombre de ojos azules se acercaba a paso lento hasta llegar a mi. Sin verlo venir solo me tomó de la cintura y me acercó a su musculoso cuerpo y sujetó con su mano mi quijada para profundizar nuestras miradas.

Maldita sea, este hombre es el más sexy que haya visto en mi vida.

—Rubí— musitó cerca de mis labios.

—¿Sí?

—¿Recuerdas la última vez que estuvimos juntos?

El recuerdo amargo golpea mi mente de pronto haciendo que ponga una mano entre nosotros para separar nuestra cercanía, pero al parecer no quiere alejarse y me sujeta más fuerte de las caderas dejándome sentir su aroma embriagante y el calor pecaminoso que desprende su cuerpo. En estos momentos su boca no emite palabras pero su mirada me dice todo lo que quiero saber.

—¿Lo recuerdas?— vuelve a inquirir.

—Como olvidar eso— ironicé —Me dejaste en claro que estoy prohibida y que me sacarías de tu vida— murmuro con la voz pequeña y apagada.

—Eso fue una gran estupidez de mi parte, piccola mia.

Ese apodo. Ese apodo que me ha puesto desde hace un tiempo no ayuda y menos cuando roza sus labios con los míos.

—Antes te quería sacar por el principal motivo que nos obliga, en una parte, a estar juntos: tu padre— admitió con una pequeña risa —Pero justo ahora, tengo en claro lo que siento y no pienso desaprovechar esta oportunidad.

—¿Y que es?— respondo mientras me pierdo en ese azul hipnótico de sus ojos.

—Que eres la única mujer de la que me he enamorado realmente y quiero arriesgar todo mi maldito mundo para estar junto a ti, y si eso implica perder todo lo que tengo me da igual, porque tengo en claro que si se trata de ti, lo demás me importa un carajo porque siempre serás tú antes que otra cosa.

Finalizó para después juntar nuestros labios en un ardiente y peligroso beso. Acababa de admitir que está enamorado de mí y yo no puedo estar más que contenta. Esto tendrá un riesgo para ambos pero es lo de menos cuando nos corresponde esa pasión que sentimos en estos momentos.

Sus labios eran sedosos y suaves, sus besos eran como un infierno que te hacían subir al cielo en cuestión de segundos. Ambos nos besábamos con deseo. Ambos nos besábamos con libertad. Ambos nos besábamos con amor. Sin previo aviso me tomó de las caderas y me subió al escritorio de mi padre para estar más a su altura. Abrió ligeramente mis piernas y se adentró un poco para después acariciar mi cintura y espalda mientras nuestras lenguas danzaban en un baile erótico y placentero.

Todo iba bien pero de repente se escuchó un portazo que hizo que ambos nos separáramos. Observamos detrás y era mi padre con el rostro desencajado y en sus ojos se observaba una especie de decepción, lo sabía por la forma en que me observaba juzgando lo que su mejor amigo y yo habíamos estado haciendo.

—¿¡QUÉ CARAJOS ESTAN HACIENDO!?

Su tono era furioso y no era para menos. Ambos sabíamos las consecuencias que esto conllevaría y ahora teníamos que enfrentarnos a ellas. El caos apenas comenzaba para nosotros.

—¡Papá!— exclamé sin saber que decir. Me bajé de inmediato, pero aún seguía alarmada por todo esto.

—Jackson— habló el rubio mientras se dirigía a mi padre —Esto...

No siguió hablando cuando mi padre le dio un gran golpe en su rostro. Se abalanzó sobre él y empezó a golpearlo.

—¡Eres un maldito!— gritaba furioso mientras Leonardo trataba de defenderse de los golpes de su amigo.

El mejor amigo de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora