RUBÍ
Conforme más seguíamos besándonos, más en evidencia nos dejábamos. Ambos estábamos celosos, pero había logrado que Leonardo admitiera, o al menos demostrara, que sentía algo por mí.
Ya teníamos rato en la misma posición, pero empezó a inclinarse a mi cuello para dejar lengüetazos, mordiscos y succionar de tanto en tanto. Este hombre me iba a matar con lo ardiente que me sentía y ni hablar de lo que sentía ahí abajo, su miembro se podía sentir y mis bragas habían de encontrarse mojadas a estas alturas.
Solté un pequeño gemido cuando empezaba a acariciar mis muslos con ambas manos y llevaba su boca al inicio de mis pechos por sobre la ropa.
—¿Excitada, piccola?— respondió roncamente en mi oreja para después morder mi lóbulo. Algo tenía este italiano que me ponía mal, pero mi cuerpo lo deseaba muchísimo. De eso no había duda.
—Leonardo— respondí entrecortadamente mientras mis caderas se movían solas frotándose con su miembro. Soltó un jadeo y volvió a besarme bruscamente.
Empezó a caminar, aún estando yo con mis piernas en sus caderas, y tomó asiento en el sofá. En esta posición su erección se sentía deliciosa mientras mi vagina pedía a gritos que este italiano me tomara aquí y ahora. Cambió para acariciarme el trasero y poco a poco empezaba a estrujarlo, haciendo que diera saltitos sobre él, hasta que un momento tuve una idea.
Me detuve y me quité de sus piernas mientras acomodaba mi ropa.
—Yo no mostraré hoy ser la débil, Leonardo— respondí en su oreja mientras se erizaba con mi voz —Así que te puedes quedar con las ganas, usa tus manos para tu erección, italiano pervertito.
Me alejé para ir a mi habitación, hasta que sentí a alguien girarme para volver a encontrarme con esos ojos verdes que me miraban con un deseo ardiente. Ese que habíamos probado cuando nos conocimos y que siempre estaba presente en ambos.
—Usaré las manos, pero no para mi erección, piccola.
Me tiró a la cama y se subió encima de mi para devorarme la boca mientras separaba mis piernas con sus manos y las enganchaba a su cintura. Lo atraje más a mi boca mientras nuestras lenguas pedían batalla, la habitación era puros suspiros y jadeos, hasta que él detuvo lo que estaba haciendo para después romper el vestido que tenía y dejarme expuesta solo con mi ropa interior. Escuché que rompió otra cosa y cuando me iba a levantar, mis ojos se pusieron en blanco.
—¡Leonardo!— exclamé mientras lo tomaba del cuello de su camisa para verlo. Sus dedos se habían colado en mi vagina mientras que mis bragas y vestido estaban rotas y tiradas en el piso.
—Para esto si me sirven las manos— sonrió ladino y tenía que morderme el labio para no soltar gemidos en su cara —Quiero escucharte, Rubí— dijo mientras colocaba una mano en mi cuello y me acercaba más a él, no pude resistir y mordí su cuello mientras mis suplicas se hacían presentes.
—¡Más!
Sus dedos hacían una obra maestra pero luego me empujó completa para que ahora su lengua fuera a dar a mi centro. No podía pensar en nada más que lo que estaba pasando, el fuego que ambos desprendíamos no se comparaba con nada.
Leonardo chupaba mi coño con premura hasta que esa sensación me invadía las piernas, y para él fue luz verde para acelerar sus movimientos haciendo que yo suplicara más soltando cosas que me avergonzarán después, hasta que me corrí y el italiano se bebía todos mis jugos. Mi respiración era pesada y sentía todo mi cuerpo ardiendo.
—Con que a mi piccola le gusta lo rudo, ¿eh?
Volvió a subirse sobre mí para besar mis labios aún con mi sabor, mientras me dejaba desprender su camisa y él se apoyaba para quitarse su pantalón. Se subió un poco y observé su cuerpo, era un hombre muy ejercitado y todo se marcaba, pero más me importaba eso que tenía entre las piernas, no lo pensé dos veces y me bajé de la cama para estar frente a él. Justo cuando iba a pararse, lo empujé para ponerme de rodillas frente a él y bajarle lo que faltaba de su pantalón. Su miembro saltó gustoso para mi, con las venas más que deliciosas y lo llevé a mi boca para disfrutarlo.
—¡Ah!— jadeó el rubio mientras seguía degustando su verga y él empujaba para hacerse más espacio —Ti stai guadagnando una bella punizione, piccola— mencionaba entre jadeos hasta que su mano fue a dar a mi nuca para marcar su ritmo, se notaba lo excitado que estaba y lo demostró cuando se vino en mi boca. Suspiró agotado y tragué su sabor, me senté a horcajadas de su cuerpo mientras acariciaba su pecho aún con la camisa abierta.
—¿Me vas a castigar, papi?— respondí melosa y sus ojos se clavaron en los míos.
—Desde luego.
Me giró mientras me besaba intensamente hasta que soltó mi sujetador para dejar mis pechos expuestos, no dudo en devorarlos hasta el punto que se pusieran rojos e hinchados, yo lo sujetaba para que siguiera haciendo su trabajo y una de mis manos fue a su miembro para estimularlo un poco, no tardó en responder y empezó a pasar su miembro por mis pliegues.
Tomó su pantalón para sacar un preservativo y colocárselo inmediatamente. Puede que en estos momentos estemos reventando, pero cuidarse es importante.
Sin pensarlo, se encajó en mi, haciendo que soltará un gemido fuerte.
—Eres solo mía, Rubí. Tenlo presente— decía mientras me seguía embistiendo y tomaba con brutalidad mis pechos cuando propinaba mordidas en ellos. Yo seguía perdida en las nubes gozando del tamaño de Benedetti cuando de pronto sale de mí para girarme y ponerme en cuatro. Mi trasero no se salvó y dejó azotes en ellos que se que luego dejarán marca.
Volvió a empelarme violentamente y tomaba mis caderas para llevarlas de encuentro con las suyas. Todo se veía como estrellas y este hombre estiraba mi cabello para pegarme a su pecho y devorar mi boca como él solo sabia hacerlo. Abrió mis piernas para comenzar a estimular mi centro y mis gemidos no cesaban, al contrario, él hacia que todo en mi incrementara.
—Nadie va a tocarte mientras este aquí— decía aun embistiéndome de forma brutal —Tus besos, tus gemidos, tus pechos, tu coño y toda tú eres mía— resopló —Y no hay nadie que lo impida.
Sus palabras alteraron mis sentidos y me corrí aún con el movimiento de sus dedos y su miembro. Caí rendida mientras él estaba a mí lado, solo bastaron unos pocos minutos para que volviera a estar arriba de él y me observara con una sonrisa maliciosa.
—Este castigo apenas comienza, Rubí.
Ti stai guadagnando una bella punizione, piccola: Te estas ganando un buen castigo, bebé.
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El mejor amigo de mi padre
Fiksi RemajaUna salida de amigos. Un bar. Y una noche de lujuria desenfrenada. Fue todo lo que ambos necesitaron para que la que vida sellaran sus destinos. Rubí pensaba en nadamás que pasarla bien en un bar y ver que le deparaba la noche, pero no se imaginó q...