RUBÍ
*1 semana después*
Estaba terminando de revisar los correos y documentos que había recibido durante esta semana, y se me había acumulado el trabajo en mi área de la empresa. También había pasado una semana desde esa pelea con mi padre y que Leonardo y yo nos confesabamos que nos correspondiamos. Había sido una semana alocada, pero tenía que volver a la realidad.
El trabajo.
—Mi niña, te traje un poco de fruta— dijo María llegando a donde estaba. Me encontraba en el jardín porque Leonardo estaba en su despacho, y yo quería trabajar aquí en un ambiente relajado y bonito. El día de hoy era como esos de las películas donde todo esta muy soleado y una temperatura agradable.
—Gracias nana— respondí.
En esta semana que llevo aquí, María me ha tratado como una hija más, en sus palabras, su niña, y estoy totalmente agradecida con ella, porque en este tiempo que hemos compartido juntas ha sido como una segunda madre para mi.
—¿Cómo vas en el trabajo?
—Ya sabes nana, es cansado revisar papeles, pero amo mi trabajo.
—Eso es bueno— dijo feliz —Igual si sientes que necesitas un descanso, sabes donde encontrarme.
Asentí y se fue a la cocina mientras yo seguía con los acuerdos y revisando los movimientos de la empresa, ya llevaba unas horas así, pero quería seguir avanzando todo lo que pudiera.
De pronto unas manos cubrían mis ojos y una voz me habló al oído.
—¿Te han dicho que te vez muy bella hoy?
—Solo hay alguien que me lo recuerda mucho estos días— bromeé y quité las manos para ver a Leonardo a mi lado. Me dió un beso en la mejilla y tomó asiento junto a mi.
—Lo digo porque es verdad, amore— dijo y luego volteó a ver lo que tenía enfrente —¿Cómo vas? ¿Se te hace pesado el trabajo?
—No mucho— respondí —Claro, siempre aumenta o disminuye, pero a veces si es cansado revisar los documentos. Tarde o temprano tendré que ser la jefa y quiero dar lo mejor de mí.
Ese era un tema que habíamos hablado poco. El de saber cuando volvería a la empresa y que pasaría con mi padre. En toda esta semana no habíamos sabido nada, hasta Flor me había dicho que no había ido toda la semana a la empresa, y eso vaya que me preocupaba, pues mi papá jamás faltaba a su empresa.
—Yo se que serás la mejor, piccola.
Nos quedamos hablando un poco más, y de vez en cuando nos hacíamos mimos, pero no fue hasta que un timbre sonó.
—Espérame aquí— dijo el rubio —Iré a ver quién es.
Se levantó de su silla y se fue adentro de la casa. Seguí revisando y subrayando con la pluma de la computadora, cuando de pronto escuché algo caerse. Me levanté de mi silla para ir a ver lo que pasaba, pero lo que mis ojos vieron no estaba para nada en mi imaginación.
Mi padre estaba en el piso mientras Leonardo estaba tratando de hacer que reaccione.
—¡PAPÁ!— grité.
Me acerqué asustada y lo que vi no me gustaba para nada. Su piel estaba muy pálida, sus ojos tenían ojeras, estaba algo delgado. Leonardo al parecer le estaba llamado a alguien para que viniera lo más rápido posible. Al terminar la llamada, el italiano me ayudó a llevar a mi papá a una de las muchas habitaciones que había en las casa.
Yo seguía preocupada por mi papá, se veía muy mal y mi rostro mojado en llanto no ayudaba mucho.
—Ya viene el doctor, amore. Tranquila— decía Leonardo mientras me abrazaba tratando de calmarme.
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El mejor amigo de mi padre
Teen FictionUna salida de amigos. Un bar. Y una noche de lujuria desenfrenada. Fue todo lo que ambos necesitaron para que la que vida sellaran sus destinos. Rubí pensaba en nadamás que pasarla bien en un bar y ver que le deparaba la noche, pero no se imaginó q...