CAPITULO 15

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RUBÍ

Abrí mis ojos acostumbrándome a la luz que se colaba por la cortina, me estiré un poco y mi cuerpo sentía aún dolor por todo lo que pasó el día anterior. Decidí darme una ducha para calmar todo lo que pasaba en mi cuerpo y después hablaría con el rubio. 

El agua corría por mi cuerpo, pero aún recordaba todo lo que me hizo el rubio. Sus embestidas, sus jadeos, sus dedos clavándose en mi piel; así que terminé el baño de una vez por todas y me coloqué una bata para después ver que me pondría. Me dirigí a la sala y ahí estaba el rubio en el sofá.

Sus manos estaban colocadas entre su rostro, ya estaba vestido y parecía que no pasó nada.

—Hola— hablé y quitó sus manos para observarme. Suspiró y se levantó del mueble.

—¿Dormiste bien?

—Si— respondí extrañada, pero el asintió, tomó su celular y se dirigió a la puerta.

—Oye— se detuvo a medio camino y volteó a verme —¿Qué te sucede?— me crucé de brazos y el frunció el ceño.

—No se de que hablas.

—Me dices que si dormí bien y ¿ahora ya te vas? Digo, al menos puedes decirme que te pasa.

Me observó desde su altura y suspiró para pronunciar lo que sabía que podría pasar.

—Lo que pasó anoche no debió ocurrir.

No me dolió, pero si sentía algo extraño, como si supiera que esto no terminaría bien.

—¿Te recuerdo que tú empezaste? Tú fuiste el que nos trajo aquí y ¿ahora te excusas con un "no debió ocurrir"?— negué la cabeza irónicamente —Si hubieras aceptado que sentías algo en un principio, no hubiera pasado nada.

Tomé asiento en donde él estaba y Leonardo me siguió para responder.

—No empieces a comportarte como una berrinchuda, porque esos juegos ya me los sé— dijo —¿Acaso crees que siento algo por ti? Si, como no.

—¿Y entonces porqué me alejaste de Paul de esa manera?

Tomó asiento a mi lado y su ceño se frunció mientras trataba de contenerse.

—Solo eres la hija de mi mejor amigo.

—¿Y ese simple hecho quiere decir que me tengo que acostar contigo? Claro que no, Leonardo.

Me levanté enojada por lo que pensaba, pero Leonardo me giró y me acercó a su cuerpo para observar sus ojos.

—¿Entonces? Si tanto amas a ese tipo, vete y vive toda una relación llena de mentiras.

Me zafé de su agarre y lo señalé.

—¡Estas celoso! ¿Qué carajos quieres? Primero me dices que solo puedo estar contigo y ahora me dices que todo fue un error.

—¡Eres una mujer PROHIBIDA para mi, Rubí!— remarcó el adjetivo mientras me sostenía de los hombros para verme —Todo este tiempo lo he desperdiciado en alguien que solo era cosa de una noche y solo tenemos que trabajar por ser socios de la empresa de tu padre.

Mi corazón se había roto con el tono de sus palabras, no me imaginaba algo con él, pero que me traté como a una cualquiera en mi propia casa, no se lo voy a permitir.

—Si bien dices eso, ¿porqué no aprovechaste el tiempo con tu esposa? Esa que hora estaría angustiada por saber donde pasaste la noche que podías aprovechar en sus brazos.

Soltó mis brazos para pasarse una mano en su cabello, parecía desesperado.

—Esa mujer, es mi ex esposa, ni muerto la quiero conmigo, solo para que te quede claro— espetó —Lo que pasó ayer solo fue una calentura de ambos, la pasamos bien y ahora cada quién sigue con su vida. Eres una ingenua si pensaste que me enamoraría de ti, eres alguien que es una mujer prohibida para mi y te sacaré de mi vida lo más pronto posible.

—Te mientes tu mismo— respondí con los ojos aguados.

—No eras más que un simple polvo entre días, Rubí.

El estruendo de la bofetada se escuchó por todo mi apartamento, mis mejillas estaban con lágrimas y mi corazón se había roto a más no poder. Él tomó su mejilla y sabía que había cometido un gravísimo error al decir eso, pero ya no había vuelta atrás.

—Rubí...

Intentó acercarse pero me alejé.

—Lárgate de mi casa— mencioné entre sollozos, quiso volver a acercarse pero le grité —¡Que te largues!

—Perdóname, enserio, yo no...

Lo empujé hasta la salida, estaba decepcionada y si bien quería disculparse, yo no lo escucharía, estaba demasiado enojada como para verlo de nuevo.

Abrí la puerta y lo saqué al pasillo. Tenía la fortuna de que mis vecinos se fueran a trabajar desde las 6 am, no quería que vieran lo que estaba pasando.

Piccola, hablemos por favor.

—No te quiero volver a escuchar, Leonardo. Déjame en paz por una maldita vez en tu vida.

Cerré la puerta de un portazo y me deslicé mientras lloraba. Esa era una cosa que no le permitiría a nadie que me llamara así, varios en el pasado me soltaban cosas hirientes, pero solo con ese maldito italiano me han herido. La puerta retumbaba y Leonardo insistía en hablar, pero yo no quería verlo, ni escucharlo, ni nada. Después de un rato, lo escuché maldecir y cuando ya no había nada de ruido, me solté a llorar a mares. 

Fui a mi habitación y busqué el celular para llamar a Paul. Ví sus mensajes y quería saber que pasó, pero cuando me escuchó llorar, me dijo que vendría inmediatamente. Llego en menos de lo esperado y me volví a soltar a llorar, él solo me abrazó hasta que me calmara, pero luego recordé que tenía que ir a un lugar, Paul se ofreció a llevarme. 

Me alisté con una blusa blanca y unos vaqueros con botas negras. En el camino, compramos unas flores, unas margaritas, como a ella le gustaban. El castaño me llevó al cementerio y ahí me dejó sola un rato mientras tenía una plática a solas con ella.

Una plática madre e hija.

La placa estaba muy bien cuidada y ahí estaban las flores que le había traído mi padre.

Elizabeth Volter

Amada esposa, amorosa madre y una incondicional amiga.

—Mamá, enserio te necesito ahora más que nada— coloqué las flores a un lado y me senté en el pasto para seguir hablando —Tal vez sepas lo que esta pasando entre el amigo de papá y hoy ambos discutimos muy fuerte, le dije que no lo quiero volver a ver, pero siento algo fuerte por él, ¿Qué hago?

El viento comenzó a soplar y se cayeron dos flores, una de las que traje y otra que era una rosa roja. Sabía que mi madre me intentaba decir o más bien, hacer decidir. 

—Las margaritas siempre fueron tus flores favoritas, y las rosas, te gustaban pero te encantaron más cuando mi papá te las regaló por primera vez el día que te dijo que te amaba.

De repente recordé algo que me había dicho cuando era niña. Estaba en la edad de las preguntas y le había dicho que si alguna vez había peleado con papá, porque nunca los había visto así, pero me dijo que sí, y sus palabras siempre se me quedaron grabadas.

—Una vez una persona quiso separarnos, no le gustaba que estuviéramos juntos y por poco lograba que ambos nos odiáramos, pero si logró que nos peleáramos. Discutimos muy fuerte, y nos dolía mucho a ambos. Sin embargo, cuando sientes amor por una persona, ambos saben reconocer sus errores, el destino los hará arreglarse en el tiempo y lugar adecuado. Muchos piensan que el tiempo es algo que no sirve en una relación, pero es mejor a que las cosas se calmen y volver a hablar con esa persona que amamos. La relación que tengo con tu padre es como las margaritas y las rosas, al principio es algo sencillo y lindo, pero cuando quieren hacer que se marchite, el tiempo ayudará para que se convierta en algo bello lleno de amor.

El recuerdo me hacía llorar a mares mientras recordaba todo lo que pasaba. 

Su consejo había sido que nos diéramos tiempo, y tal vez tenga razón. No se aún con exactitud que siento por él, y si bien, ambos nos dijimos cosas que nos pudieron herir, esperemos que el tiempo nos ayude a solucionar lo que sea que tengamos. Por el momento limitaré mi tiempo de estar con él, si bien se quiso disculpar, que lo haga cuando todo se calme y el tiempo nos ayude a resolver todo esto.

El mejor amigo de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora