CAPITULO 39

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LEONARDO

Seis meses después

Estos meses con mi familia han sido los mejores que la vida me ha dado. Ellos son el regalo que más aprecio y me encanta pasar tiempo con ellos. Sophia y Dylan ya tenían seis meses de edad, siguen enamorándonos cada día a su madre y a mi, con sus sonrisas, sus abrazos, sus intentos de besar en la mejilla, amamos ver a nuestros hijos crecer y aprender más cada día.

Además, hoy era un día especial. Mi mujer y yo cumplíamos nuestro primer año de casados. Hace un año había hecho la mejor decisión de casarme con el amor de mi vida. Le había hecho una cena especial, y ella aún no sabía nada, de hecho, seguía dormida en nuestra habitación mientras le terminaba de dar sus biberones a mis hijos.

—Ya han crecido mucho, amores mios— dije mientras los observaba tomarse su leche. Los tenia en unos huevitos mientras yo hacía el desayuno. Ambos me miraban con sus grandes ojos y sus mejillas regordetas. Desde que nacieron, pocas veces han sido inquietos, como aveces en la noche que Dylan lloraba por querer pecho y Sophia se despertaba y lloraba por lo mismo. De ahí en fuera, poco a poco los acostumbramos a dormir a sus horas y con la pediatra nos ha funcionado más. Nos ha ayudado en muchas ocasiones cuando aveces hacen cosas que no sabíamos o creemos que son riesgosas.

Esto de ser padre primerizo era un reto, y más con dos hijos, pero cada esfuerzo valía la pena por ver en sus ojos el amor que tenían para mi esposa y yo.

Cuando acabaron su leche, les quité los biberones y les saqué sus gases, después de terminar, los volví a poner en sus huevitos mientras terminaba con lo último del desayuno. Mi mujer dijo que había tenido antojó de unos chilaquiles e investigué como prepararlo. Los habíamos probado en nuestra luna de miel y la verdad estaban deliciosos, no creo que me queden como el hotel, pero conseguí los mejores ingredientes para hacerle a mi mujer su desayuno especial.

—¿Qué huele tan delicioso?— habló esa voz de la mujer que amo y el sonido del caminar del más amoroso con los chicos.

—El desayuno que tu esposo te está preparando— respondí y de inmediato se fue a cargar a nuestros hijos. Su rutina vaya que había cambiado, la mia igual, pero nos turnábamos para poder mantener un equilibrio en casa y en la oficina. Nos turnamos un día cada uno en la empresa, uno va presencialmente, y el otro desde casa; las veces que necesitamos estar ambos, mi nana nos ayuda con los pequeños y Goldie, aunque este último no da problemas, es obediente y acompaña a María a supervisar el orden de la casa.

Mis niños no tardaron en abrazar a su madre y Goldie quería también participar, se ha encariñado mucho con los niños y el sentimiento es correspondido. Cuando los conoció, se quedaba con ellos a cuidarlos y hasta dormía en la misma habitación que ellos para no dejarlos solos.

—¿Ya sabes qué día es hoy?— dijo y yo giré mientras tenia los platos ya servidos. Los coloqué en la mesa y asentí mientras la abrazaba de la cintura.

—Por supuesto que se que día es, hoy se cumple un año de uno de los mejores días de mi vida— respondí —Porque en el otro mejor día de mi vida, nacieron estos pequeños adorables.

Los observé y sonrieron, Sophia seguía enamorando a cualquiera con sus ojos, y Dylan era el centro de atención con sus sonrisas constantes. Otro que no se les despegaba era su abuelo, Jackson amaba a morir a sus nietos y cada fin de semana venia a verlos, y hoy dijo que los cuidaría mientras yo le daba la sorpresa a mi esposa.

—Concuerdo con eso, señor Benedetti.

—Y yo vuelvo a afirmar, como cada día, que es la mujer más hermosa del mundo, señora Benedetti.

El mejor amigo de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora