CAPITULO 23

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LEONARDO

Abrí mis ojos después de un gran rato, observé la luz que se observaba a través de la pequeña ventana, había unos rayos de sol, pero algo había de extraño. Observé a mi lado y Rubí no estaba. El baño estaba abierto y el espejo parecía tener algo de vapor, por lo que supuse que se había dado un baño, pero ¿Dónde estaba?

Salí de la cama y abrí la puerta para ver si María había visto algo, pero una voz me detuvo.

—Sabes que Leonardo te cuidará, mi niña. Ya no tengas miedo.

—Sigo teniendo dudas y con eso me demuestra algo, pero tengo miedo.

—¿De qué?

—Que algún día esto solo haya sido un sueño, y que Leonardo me deje por otra persona.

—Eso jamás pasará, piccola— dije entrando a la cocina. Rubí se sobresaltó al verme y mi nana puso sus brazos en jarras mirándome.

—Leonardo, sabes que es de mala educación escuchar cosas ajenas.

—Y no dar los buenos días, también— sonreí inocentemente y luego observé a mi piccola —¿Estas mejor?

—Algo así— dijo mientras jugaba con el té en su taza. Llevaba puesto un pantalón para hacer ejercicio y una sudadera celeste. Su rostro seguía hinchado por haber llorado, pero trataba de mantenerse bien.

Me acerqué a ella y tomé su mano para darle un beso en la misma.

—Tienes que comer, Rubí— dije —Te haré algo.

—No tengo hambre— respondió y bufé.

—No digas mentiras, amore. Se que tienes hambre y te haré algo y no acepto un no por respuesta.

Ahora ella fue la que bufó y mi nana se rió.

—Definitivamente son tal para cual— dijo mientras yo abría el refrigerador para hacer unos omelettes con tocino. De reojo observé a Rubí que se sonrojó levemente y me observaba dudosa y pensativa. Sabía que tenía dudas al igual que yo, pero hoy adelantaría la sorpresa que tenía para ella más delante.

Mi nana dijo que se iría un rato a ver a la gente que estaba en la casa para supervisar las labores, y se hizo un silencio entre la castaña y yo. No era desagradable, pero tampoco era del todo ameno.

—Te ayudaré— dijo mientras se levantaba de la silla del desayunador y venía conmigo, tomó unas tiras de tocino y las colocó en un sarten. Estábamos el uno al lado del otro, y sabía que tenía dudas, por lo que las quise aclarar desde ahora.

—Jamás dudes que te dejaría por alguna otra mujer— dije y ella se detuvo un poco de lo que estaba haciendo para mirarme de soslayo —Lo que te dije era cierto, y estoy seguro de querer algo contigo. No importa lo que digan o como lo tomen los demás, yo a la que quiero por sobre todas las cosas, es a ti, piccola.

Retiré los omelettes y ella las tiras de tocino, nos observamos y ella suspiró.

—¿Crees que si a mi padre se le pasa el enojo, nos acepte?— su mirada estaba algo angustiada y podía entender que pasaba en su cabeza —Digo, se que seguirá enojado, pero, si llegará a pasar eso, ¿ambos estaríamos bien?

La ayudé con su plato y nos sentamos a desayunar mientras seguíamos con la platica.

—Jackson puede tener su punto de vista por qué tu seas su hija y yo su mejor amigo. En parte, es entendible, pero yo arriesgaré cualquier cosa por estar a tu lado. No me importa si él se niega, yo seguiré luchando contra todos por estar a tu lado. Eres mi prioridad, Rubí, y no pienso dejar que nada te aleje de mi lado.

El mejor amigo de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora