CAPITULO 27

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RUBÍ

Nos despedimos de los abogados y salimos del restaurante, por lo que Leonardo bufó y luego habló.

—Que idiota era ese, ¿tener algo contigo?— bufó —Ni en sueños, solo yo.

—Eso fue porque aún tenemos nuestra relación en un perfil muy discreto— dije —Pero ahora, ya podemos irnos a la empresa otra vez y después llegar a dormir, estoy muy cansada.

—Te dije que yo te ayudaba con el contrato— me reprendió —Pero bueno, mejor vámonos antes de que vuelva el tipo y lo golpeé por ser idiota.

—Si te creo que eres capaz de golpearlo— dije entre risas.

—Soy capaz— me corrigió —No puedo dejarte salir así de bella, siempre querrán tener algo contigo esos idiotas.

—Pero yo solo amo a un hombre en específico— dije mientras caminábamos para el hospital para ir con mi ginecólogo a hacerme un chequeo de rutina.

—Tienes suerte que estemos en público, sino, te demostraba aquí mismo cuánto te amo.

Afortunadamente dimos con el hospital rápido y subimos hasta donde se encontraba el piso de ginecología. Llegué y en el mostrador di mi nombre para poder pasar con el doctor. Leonardo dijo que me esperaría afuera y después ingresé al consultorio.

(...)

Ya había terminado y ahora estábamos regresando al auto para ir a la empresa. Todo estaba muy bien, y solo quedaba decirle a mi padre que todo había salido bien con la disolución del contrato.

Al llegar a su oficina, mi padre dijo que ya le había llegado la notificación, cuando alguien tocó la puerta. Paul entró y fruncí el ceño.

—¿Qué haces aquí?— dije mientras me abrazaba.

—Bueno, tu padre me llamó para algo en especial con el Italiano que traes a tus pies.

Me reí por el apodo que uso para referirse a Leonardo, en tanto el mencionado solo gruñó.

De pronto un ruido fuerte se escuchó y cuando volteamos una jeep blanca se estaba acercando a toda velocidad. Lo único que sentí fue a Leonardo empujarme y caí sobre mi bolso al otro lado de la calle. Por lo que pude ver, la camioneta frenó a unos pocos metros pero aún así el impacto se lo llevó Leonardo y lo tiró al suelo.

—¡LEONARDO!— exclamé y fui hasta él, se sujetaba el brazo y yo solo sostenía su cabeza —¡Mírame, no cierres los ojos!

—No hubiera dejado jamás que te hagan daño— dijo pero su voz estaba bajando poco a poco —Si me pasa algo, quiero que sepas que te amo con toda mi alma.

—No te va a pasar nada— dije mientras veía a varias personas mirarnos asombrados por el hecho de tener un accidente. Una señora dijo que había hablado a una ambulancia y que ya estaba en camino.

Mis lágrimas estaban derramándose por todo mi rostro y seguía hablándole a Leonardo para que no cerrara los ojos. La ambulancia llegó y subí con él, mientras me aferraba a que todo saldría bien. No quería pensar en nada malo, solo quería que esto fuera una maldita pesadilla y que él imbécil que lo hizo pagará por todo.

Habíamos llegado al hospital de mi familia y yo no podía más con el dolor. Me dolía ver al amor de mi vida en esa camilla, porque pude haber visto solo lo del brazo, pero nunca se sabe si llegará a pasar otra cosa.

Emily estaba saliendo del pasillo mientras me observaba y se asombró por lo que estaba viendo.

—Rubí, ¿Qué pasó?

El mejor amigo de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora