CAPITULO 34

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LEONARDO

Me desperté cuando la alarma sonó de pronto, no quería levantarme, pero teníamos mi mujer y yo que trabajar. Ella seguía dormida abrazada a mi, se veía muy tierna, acaricié su vientre aún plano donde seguían mis hijos creciendo. No podía esperar a que su vientre creciera y saber que se pondrá más hermosa que nunca. Uno de mis temores era que me dejara o pensara mal lo que le había contado respecto a mi temor y la verdadera razón por la que odio a Salma, pero me dijo que lo mejor era dejar todo el dolor atrás y concentrarnos en el presente y la felicidad.

—Amore, déjame dormir— dijo entre un bostezo mientras se pegaba más a mi y le dí un beso en su cabello.

—No podemos, tenemos que trabajar, piccola.

Gruñó y luego se puso de pie, tenía mi camisa puesta y observé mi vista a sus piernas, se veía sensual mi mujer, ella carraspeó y cuando la vi, supe que tenía otras intenciones. Dejó caer el reloj de mano que uso.

—Ups, se me cayó— dijo inocentemente y se puso de espaldas a recogerlo, cuando se agachó la camisa se levantó y me mostró parte de su trasero y su coño. Mi miembro se levantó de pronto y cuando se levantó, no dudé en besarla, me estaba provocando y no podía resistirme a mi mujer —Si me llevas al baño, podría demostrarte lo que podremos hacer.

Ambos nos fuimos a pasar una apasionada mañana, el día iba a comenzar de maravilla.

(...)

Ingresamos con normalidad en el estacionamiento, y nos dirigimos después a la oficina de Jackson para ayudarlo, pero mi mujer me detuvo.

—Amore, ¿podemos ir por un sándwich de pavo? Se me antojó.

—Claro— respondí y fuimos al piso donde estaba el piso del comedor, tenía una pequeña para comprar comida como sándwiches y ensaladas, malteadas o algún café y un comedor grande. Cuando llegamos, había varios empleados con cafes y terminando sus trabajos, pero cuando nos acercabamos divisé que algunos se nos quedaron viendo y otros pocos murmurando. Mi mujer pidió su sándwich y esperamos mientras conversando sobre las nuevas remodelaciones de Volter Motors, pero seguía sintiendo esas miradas sobre nosotros.

Traté de no hacer caso cuando nos entregaron lo que mi mujer quería, después nos fuimos donde Jackson y saludó a su hija amorosamente.

—¿Cómo estás mi amor? ¿Te has sentido bien? ¿Necesitas descansar?

—Descuida papá, estoy bien— respondió —Solo tenía antojó de un sándwich de pavo.

Asintió y empezamos a trabajar con los contratos con las nuevas instalaciones de Volter Motors.

(...)

Ya habiamos terminado de revisar todo lo posible en los contratos, faltaba supervisar como irían las obras y tener en cuenta de que otras sucursales abririamos. Fuera de eso todo estaba bien. Llamé a mi chófer para que recogiera mi auto y nos esperara en la salida principal, mientras nosotros ordenabamos un poco la oficina con los papeles. Me quise adelantar un poco para comprar una botella de agua para mis medicamentos, así que la compré, pero escuché una conversación que me enojó.

—¿Pero si los viste salir del comedor?— habló alguien

—Obvio— dijo otra voz —La hija del jefe andaba con el amigo italiano que tiene, para mi que ya tienen algo, que ella se acuesta con él.

—Eso lleva semanas rumorandose desde el accidente— interrumpió una tercera voz —¿No ven que siempre andan juntos? Además, se quedó cuidándolo en el hospital toda la semana. No entiendo que le vió el señor Benedetti a Rubí, si es una inmadura, una del montón que se revuelca con cualquier hombre que hay.

Me cansé de escuchar la conversación y fui directo a donde estaban esas voces. Eran las chicas que atendían en recepción, me dirigí con ellas y las interrumpí.

—Les pagan por trabajar, no por contar la vida privada de la gente.

—Señor Benedetti— dijo la segunda chica —Nosotras...

—Estaban hablando de Rubí Volter, mi mujer, una excelente persona— les dije viendo sus caras —No como ustedes que comentan pestes solo para satisfacer su falta de amor propio. Les prohíbo hablar de ella.

—Señor Benedetti, esto no es...

—No crean que se salvan de que le informe a su jefe de esto— las tres me vieron horrorizadas —Sus trabajos dependerán de lo que diga él, y les prohíbo de por vida decir algo malo de mi mujer, yo tengo oídos en todas partes, no vaya a ser que no vuelvan a encontrar trabajo en este país.

—Leonardo— habló mi mujer y vino hacia mi. La sujeté de su brazo y la pequé para darle un beso en los labios frente a esas mujeres. Ella se sonrojó pero sonreí.

—Vamonos a casa, amore. Ya quiero estar en nuestra habitación demostrándote cuanto te amo.

Volví a darle un beso y la sujete de la cintura para que ambos saliéramos al auto. Cuando nos subimos, me preguntó que pasaba y solo le respondí que tenía que demostrar cuanto amaba a mi mujer. Rodó los ojos, pero seguíamos en camino a nuestro apartamento, cuando llegamos le hablé a Jackson para informarle sobre lo que pasaba con las mujeres esas, y de pronto se me ocurrió una idea. Se acercaba una fiesta de las personas más influyentes aquí en el país, por lo que varios fuimos invitados, sumándole el hecho de que ya corrían también en redes los rumores de nosotros.

¿Querían saber la verdad?

Pues les demostraría que estaba locamente enamorado de Rubí Volter.

(...)

—¿Estás seguro que estás bien?— dije mientras sostenía el cabello de la madre de mis hijos.

—Si, no pasa na...— no pudo terminar de hablar porque volvió a vomitar.

Estábamos ya un rato en el baño porque a estas horas de la madrugada le dieron náuseas y no ha podido dormir bien. Se quejaba un poco y luego solo se levantó corriendo al baño, la seguí y le sujeté el cabello para que no se ensuciara.

Unos pocos minutos después se calmó, pero le hice un té para que se relajara un poco y descansara.

—Al parecer estos pequeños me darán varios síntomas— dijo mientras se tocaba el vientre —Hijos, no me hagan esto en la madrugada, por favor.

Mi mujer se recostó y luego me senté para quedar a la altura de su vientre y darle besos.

—Pequeños, ¿que les parece ayudar a mami a descansar?— dije entre besos —Ya los queremos conocer, pero cálmense un poquito para que mamá esté tranquila. Vamos a dejarla descansar bien en toda esta espera para conocerlos.

Mi mujer me acarició el cabello y me observó con una sonrisa.

—Serás un gran padre, amore. De eso no tengo dudas.

—Y tú no tengas dudas que serás la mejor madre, piccola.

Subí y le dí un beso en los labios. Dios mio, amaba tanto a mi mujer, amaba que ella era el amor de mi vida, amaba que sería la madre de mis hijos. La amaba en todo su esplendor, estaba profundamente enamorado de ella.

El mejor amigo de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora