Una imponente figura con aires malignos entró por las puertas de una pequeña y poco llamativa tienda de celulares. El personal muy respetuosamente se alineó al verlo entrar. Cada uno de esas diez personas tenía una prenda de ropa o accesorios en sus manos.
—¡Bienvenido maestro!—Cada uno de esos hombres vestidos de traje, le quitan la ropa a su señor, la remplazan con una más sofisticada y accesorios de marca y personalizados.
Camisa blanca de vestir con cuatro botones sueltos, a la cual él, le subió las mangas con mucha sensualidad hasta sus codos. pantalón rojo vino, zapatillas negras.
Su rostro está oculto tras una máscara hecha a mano en forma de pétalos de rosa, lo único que puedes ver es esa fría mirada y una oscura sonrisa pintada en sus sexis labios.
—Aten mi cabello—Ordenó en un tono grave.—Hace mucha calor, tampoco quiero ensuciarlo.
—¡Sí!
Tomó una de las tantas coletas que siempre llevan en sus muñecas, con sumo cuidado y con temor de irritar a su señor. Enrolla ese sedoso cabello azabache en una cola de cabello.
—¿Le molesta algo? ¿Quedó apretada?—Preguntan con preocupación.
—Está bien—Se pone unos guantes negros—Haz mejorado, Joali. Tus manos ya no tiemblan como gelatina.
—Me halaga, maestro—Suspira aliviada.
Entré un montón de hombres varoniles y bien parecidos ella es la tercera de tres mujeres perteneciente al grupo. Fue ayudada por su señor, cuando escapaba de las garras de un secuestrador. Sus cabellos rubios y esa mirada dorada era deslumbrante para los viejos ricos que compraban a esa clase de belleza y al ser Omega, lo volvía todavía más peor.
—¿Ha surgido algún problema?—Agarra el bate qué le fue entregado.
—Todo está yendo bien— Joali, presiona un punto específico en la pared.—Pero ayer recibimos una solicitud a lo que no estamos acostumbrados.
La pared se abrió en dos mostrado un camino a un lugar completamente distinto al lugar dónde había entrado, en medio de todo ese resplandeciente interior, con diferentes salas de tortura y unas escaleras que te lleva a un segundo piso, había un hombre arrodillado, atado de manos y pies.
—Buenas noches, maestro—Saludan respetuosamente, su jefe solo levanta la mano, ellos vuelven a sus posiciones.
—Comprendo—Mira fijamente a ese hombre—¿Que solicitud?
No fue necesario verlo a los ojos, con solo bastaba sentir esa mirada en su cuerpo, sabía de quién se trataba. Solo había una persona que te podía hacer sudar y temblar de miedo con solo mencionar su nombre y sentir su presencia de primera mano.
—Un riñón, quieren que consigamos un riñón.
—¿Un riñón eh?—Se pone en cuclillas enfrente de ese hombre que está sudando frío—¿Para quién es el riñón?—Con sus manos presiona el cuerpo de esa persona, justo donde se encuentra el riñón.
Eso lo hizo temblar de pavor, no era necesario ser inteligente como para no darte cuenta sobre lo que le está dando a entender.
—N-No...por favor no—Tartamudeo con súplicas.—Yo..
—¿Por qué súplicas? ¿tienes miedo?—Su mirada se encuentra confundida —¿Haz hecho algo malo como para pedir disculpas?—Su voz es tan dulce que lo vuelve más sofocante y aterrador.
—¡Por favor...por favor!—Suplica una y otra vez.
—¿Sabes lo que más odio despues de los pedófilos, violadores, Proxenetas?—Deja de estás en cuclillas—¡A los bastardos que quieren pagar sus deudas con sus hijos!
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Rosa sangrienta
General FictionHayden es un joven que fue abandonado desde niño en casa de sus abuelos, por sus e irresponsables padres, creció muy bien con los cuidados de sus amados abuelos. Pero esa comodidad se ve arruina por la inesperada visita de su "padre" a quien no habí...