Pesadillas

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Sangre, gritos, imágenes aterradoras de una mujer, sobre el pavimento pasan volando por mi mente. ¿Estoy muerta? Quizá sea una más de mis pesadillas. Pero ¿como podría estar soñando? Si me siento tan despierta.

Estoy descalza, comienzo a caminar por un oscuro callejón, nunca había estado aquí. Siento el frío en mis huesos, encogiéndome suelto un suspiro. Llevo puesto el collar que la señora Victoria me regaló, en un movimiento involuntario lo tomo con la mano derecha y lo sostengo fuertemente, tanto que siento que la piedra roja podría estallar en miles de pedazos en cuestión de instantes, pero no lo hace.

Siento un pequeño calor entre mis dedos, veo una tenue luz surgir de la piedra, me quedo un instante apreciando lo que ocurre, cuando al final del callejón aparece nuevamente aquella silueta oscura y alta. Me quedo mirandola paralizada, esta vez no se acerca hacia mi, sino que alza su brazo izquierdo en dirección a unos pinos tan altos como rascacielos, no dudo en caminar hacia ellos, como si de alguna manera no fuera yo la que controla mi cuerpo. Llego hasta los pinos y los atravieso, me doy cuenta que es la casa de la señora Victoria que extrañamente está en aquel aterrador lugar. Todo es igual a como lo recuerdo en su casa por fuera, no puedo decir lo mismo del interior ya que nunca he estado dentro.

La mecedora color crema en el portal, algunas flores colgadas de las ventanas, y la lámpara sobre el tapete de bienvenida que aún tenía desde hace mucho tiempo, a pesar de estar descocido por los arañazos que Ron, su gato, le daba a diario.

Subo las escaleras hasta pararme sobre el tapete. Un susurro escalofriante me rodea el cuello, me doy vuelta pero no logro ver nada, vuelvo la mirada a la puerta y nuevamente escucho ese susurro, pero esta vez si puedo descifrar lo que dice.

—debes desaparecer...

De inmediato se abre la puerta de golpe y un montón de sombras me envuelven entre ellas y me halan dentro de la casa, todo es muy oscuro y demasiado frío.

Escucho susurros por todas partes, como plegarias, o más bien recitando algunas palabras escalofriantes, pero hay uno en especial que escucho con más fuerza.

—debes volver cariño...

Reconocería esa voz donde sea, me reincorporo e intento buscar a la persona que me habla, sin éxito, ya que el lugar está completamente oscuro.

—¡Mamá!. ¿Dónde estas?.

Nada. No hay respuesta, pero siento como una corriente de aire muy fría me atraviesa.

—Debes volver. Despierta. Despierta...

Me ahogo en llanto, mientras grito por todas partes desesperadamente.

—Mamá, te necesito. ¡Por favor, Mamá!.

Siento que una voz nueva me habla. Y se va acercando cada vez más.

En medio de la desesperación siento unas manos tomarme por la cintura que comienzan a sumergirme en una especie de fosa fría y pierdo el conocimiento.

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