XV Phoebe

78 11 3
                                    

Phoebe

Me falta el aire, una sensación de pánico me atrapa, cada vello de mi cuerpo, los pelos de mi cabeza y toda parte de mí se están moviendo con locura, algunas pequeñas lágrimas corren despavoridas por mis mejillas, no sé si es la presión o la forma tan brusca en la que unas grandes manos recorren mi cintura, sujetandome firmemente, o quizá sea el desenfrenado temor a las alturas lo que ha causado un total desequilibrio en mi interior.

Las ideas que tiene mi supuesto guardián para ayudarnos me parecen tan violentas, no sé si se haya dado cuenta de que soy humana y que en cualquier momento podría darme un paro cardíaco por tantas emociones, me parece la peor idea, que Exus me haya tomado por sorpresa para poder subir el alto risco hasta la parte media de esta cascada.

Aunque el viaje ha sido de solo un salto, he sentido como si fuera una eternidad, el corazón está apunto de salirse de mi pecho, no soy de asustarme o alterarme fácilmente pero esto está totalmente fuera de mis sentidos. Jadeo unos cuantos minutos, arrodillada sobre una losa de piedra muy oscura llena de limo, con unas fuertes nauseas, conteniendo las ganas de vomitar.

—¿Que te pasa?. ¿No había otra manera de subir? —le grito con los ojos llorosos.

El sonríe y se tira al vacío denuevo a buscar a Max, segundos mas tarde el pobre sube peor, pues le teme a las alturas aun más que yo, me lo confeso uno de esos días que estabamos en casa de la tía Janeth, recuerdo que ambos reímos de nuestros temores aquella vez. Sin embargo esta vez Exus se ha excedido con esta manera tan poco gentil de elevarnos. El rostro petrificado de Max lo dice todo.

—Bien ya estamos aquí —dice mamá que sube flotando junto con Aneucys—. ¿Están todos bien?

—Wow. Si. Genial. Gracias a éste casi morimos. —espeta Max con el ceño fruncido evidentemente afectado, buscando aire.

—Fuera de eso estamos bien —termino de decir fulminando a Exus con la mirada.

—Lo lamento no creí que fueran tan sensibles —dice con sarcasmo y me sonríe un poco lo que me irrita aun más.

—Bueno sigamos, debemos encontrar con urgencia a Scarleth —suelto rápidamente poniendome de pie.

—La busqueda tendrá que esperar por ahora Phoebe —me dice mamá con voz calmada—. Cariño, debemos hacer una fogata para pasar la noche. No podemos caminar libremente en la oscuridad pues aún no controlan sus dones, es muy peligroso.

—Tu madre tiene razón Phoebe —dice Aneucys sentándose sobre una roca—. Pasaremos la noche aquí y saldremos temprano, todos estamos tan preocupados como tu.

—¿Pero que están diciendo? ¿Acaso se han vuelto locos? —digo casi gritando—. Ella debe estar desesperada, sola, quien sabe donde, en la fría noche que esta cayendo, con tantos peligros y ustedes, ¿quieren que me quede aquí, solo a perder el tiempo durmiendo en lugar de salir a buscarla?.

—Sé como te sientes, pero no podemos perder la cabeza, debemos planear muy bien como actuar para poder encontrarla —Exus pone su mano derecha sobre mi hombro—. Ya mañana podremos salir temprano a por ella, no desesperes pequeña.

Un sentimiento de impotencia se apodera de mi y corro hasta uno de los extremos de aquella cueva cubierta por el agua que cae de la cascada. Al sentarme sobre una roca, me quedo mirando la pared de agua que me muestra una imagen de Scarleth, de su sonrisa, de su hermoso cabello naranja.

Recuerdo aquel día que la conocí, yo estaba sentada en la cafetería de mi antigua escuela, estaba jugando con mi comida cuando escuche una vocecita muy dulce acercarce detras de mi.

SiluetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora