Phoebe
Me pongo de pie nuevamente, mi rostro se torna de un tono rojo, apenada por la primera impresión que le acabo de dar a este extraño. Soy débil. Con gran esfuerzo intento mantenerme firme. Me mira de arriba a abajo con aires de superioridad en su mirada, como si fuese mayor que yo. Quizá lo sea, solo un poco. Me brinda una risita de suficiencia que me irrita un poco. Su rostro arde bajo los rayos del sol que se cuelan entre las nubes; dan la impresión de ser almohadas en un basto cielo. Porta unos pantalones negros, una sudadera verde oliva y zapatos tan grices como sus ojos. Sobre la sudadera lleva colgado un pequeño broche negro y dorado, con un árbol como símbolo.
Su pelo largo exhibe un color plateado, algo que jamás había visto antes, la brisa juega con el, lo mese de un lado a otro, como espigas en un campo. Cambia su mirada petulante, a una de preocupación al mirar detrás de mí. Nota que solo está el anciano.
—.¿Marcos y donde están los demás? —dice dando un paso adelante—. Los que viste en tu visión.
El anciano se queda cavilando un par de minutos, como si escudriñara muy profundo cada uno de sus pensamientos. Luego de unos instantes, en los que el chico paseaba su mirada sobre mi y sobre mis prendas raídas, el anciano soltó un bufido de alivio.
—El portal los soltó en un lugar distinto —responde al fin. Aunque aquellas palabras no eran realmente una buena noticia, el viejo sonríe y señala con la mano que tiene la piedra—. Están al este, cerca de Qebed.
—¡Joder!. Sabes que no podemos darnos el lujo de dejar que los estúpidos Norshoks capturen al resto —espeta sacando chispas de su mano derecha—. ¿No lo habías previsto en tu mente antes?.
¿Capturar al resto?. ¿Acaso se refiere a Scarleth?. ¿La tienen prisionera?. Me cuestiono, incapaz de formular una pregunta.
El chico palideció aún más de lo que era, alzó un poco el mentón y se encaminó a un extremo de la plaza donde habían varias orquídeas de diferentes matices, violeta y rojo vino. Mi mirada lo persiguió hasta que sacó de su bolsillo derecho un objeto pequeño, que soltó un resplandor agudo al reflejar el sol del medio día. Creía que se trataba de algún tipo de intercomunicador, pero al ver que lo arrojaba contra el medio de la plaza, justo por donde estaba la chica, deduje que no lo era. Oí al anciano decir con voz lejana, que me cubriera los oídos y me agachara si no quería ser golpeada por el rayo de uno de los Herons. Me quedé paralizada viendo como el objeto plateado se elevaba un par de metros sobre el lugar y se convertía en una especie de aro violeta del cual salían chispas púrpuras, que sobresalían como serpientes mortíferas.
El interior del aro era un oscuro vacío, que emitía un sonido recio como el de la lluvia. El chico que permanecía vigilando el aro, caminó al centro de la plaza, justo por debajo del oscuro círculo, alzó ambos brazos y sonó el tintineo de un collar; al observarlo más detenidamente pude darme cuenta de que eran dos piedresillas brillantes, una celeste y la otra púrpura que llevaba colgadas del cuello. El collar se alzó como queriendo entrar al círculo chispeante, él lo sostuvo con una mano y mantuvo la otra en alto.
Ray me miro por unas milésimas de segundos y dijo algo que no alcancé a comprender, ¿acaso su voz se había apagado?. No. No era él, la que estába en completo shock era yo. Luego dirigió su mirada nuevamente al círculo relampagueante.
—¡Sayre! ¡Roth! —gritó haciendo que ambas piedresillas titilaran un par de veces—. ¡Los necesito en la Comarca ahora! —ordenó y el aro comenzó a girar.
Sigo atontada ante otra maravillosa escena. Ni siquiera parpadeo, ni por los relámpagos que salen como látigos. De pronto mi vista se mueve rápido y topo contra el duro suelo de hormigón. Ladeo un poco la cabeza intentando orientarme, puedo vislumbrar una cara poco conocida que me mira con enfado.
—¿Acaso quieres quedar tostada? —espeta la chica de la pulsera negra, que vi en la fuente hace unos minutos, sin decir más se mantiene sobre mi.
Ambas volvemos la vista al círculo electrizante y vemos como dos rayos caen al lado del chico. La luz es tan fuerte que aparto la vista, antes de cerrar los ojos veo líneas púrpuras como telarañas pasearse sobre nosotros a escasos centímetros de donde estamos tumbadas.
—¡Pero que demonios es eso! —suelto al ver como se esparce sobre nosotras aquel rayo.
—No sabes nada —espeta la chica, quien a su vez me da un empujón y se arrastra para apartarse de mi—. Solo trata de no morir. Por alguna razón Marcos ha visto en ti una manera de poder destruir a los oscuros —dice finalmente al mismo tiempo que el rayo se recoge y deja ver a dos hombres flanqueando al chico.
El círculo chispeante se vuelve cada vez más pequeño hasta desaparecer entre una pequeña explosión púrpura que deja como único resultado, el mismo objeto que soltó antes; lo atrapa y lo vuelve a meter en el bolsillo de su ajustado pantalón.
Aún tirada boca abajo sobre el suelo polvoriento, subo un poco la cabeza, intentando observar mejor el panorama eléctrico que toma lugar en medio de la plaza. Los dos sujetos de pie junto a Ray, tienen rasgos similares a él. Esa misma mirada penetrante y ese tono grisáceo en el pelo.
—Gracias por venir —el chico sonríe de un modo muy especial, les pone una mano en cada hombro y se encaminan hacia donde estoy tumbada—. Supongo que se preguntaran a que se debe este tan presuroso llamado.
—Estaba en medio de una práctica de lucha con éste debilucho —dice el más alto de pelo corto pero de igual color gris plata—. Pero es un gusto venir a Aaden.
—Si hermano. Sabes que puedes llamarnos cuando gustes —suelta el otro sujeto que porta una leve cicatriz sobre su ceja derecha—. Pero elegiste el peor momento, pues estaba dándole una reverenda lección a este tonto —dice, empujando levemente por la espalda al de pelo corto.
—¡Basta! —espeta el chico de pelo largo separandolos—. Agradezco que hallan venido. Pero por favor comportense. Tenemos compañía.
Ambos se quedaron helados al notar mi presencia. Mientras que Ray se acercó a donde estaba recostada con un codo sobre el suelo y el otro levantado levemente unos escasos centímetros del suelo.
—Vamos levantese señorita —me toma de los brazos y me ayuda a ponerme de pie—. Ellos son mis hermanos Sayre —dice mostrándome con un ademán al más alto—. Y el pequeño Roth —dice al mismo tiempo que le da una palmada en la espalda del chico de la cicatriz.
—Es un placer —dicen los dos al unísono.
—Bien señorita, necesita comer un poco y cambiarse esos harapos —soltó Ray, mirándome la ropa rasgada por el camino que recorrí para llegar hasta aquí.
—Yo me encargaré de eso Ray —dice el anciano detrás de mi.
—Asegúrate de que se alimente bien y dale algo que ponerse de la tienda de Brenda. —suelta Ray, señalando unos edificios al este de la fortaleza—. En una hora estaremos de vuelta. Iremos a preparar un plan para rescatar a los demás.
Cuando ya parecía que se alejaba dio media vuelta y se dirigió a la chica que hace un rato me derribó.
—Kristie, prepárate, irás con nosotros. Encargate de que la nueva no se meta en problemas. —ordenó Ray, las manos de ella se llenaron de un azul flamante y avanzó un par de pasos hacia mi.
—Escucha, no seré tu niñera —soltó ella mostrándome sus manos ardientes y prosiguió—. Asi que no vayas a hacer nada estúpido.
Ray Se volvió y miro a la chica con enojo.
—¡Basta ya de mostrarte tan ínfula! —espetó—. Guarda tus energías para cuando en verdad las necesites. Los reportes de vigilancia muestran grandes ordas de oscuros en el área al que nos debemos dirigir, así que por lo que más quieras espero que la que no cometa estupideces seas tu.
Diciendo esto, se pusieron en marcha hacia uno de los cuarteles ubicados unos edificios más atrás.

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Siluetas
Teen FictionPhoebe es una chica de 17 años, llena de temores, como muchas chicas a su edad. Lo que no creerás es que a pesar de nacer en 2021 se encuentra atrapada en 1975. Intenta recordar los hechos que la llevaron a llegar hasta esa época. Adentrándose por c...