Paso una mano por mi rostro con el fin de poder devolverme a la realidad, cierro los ojos con fuerza y los abro inmediatamente, me obligo a girar la cabeza a la mesita junto a mi cama. Llevo mis dedos hasta el botón de una pequeña lámpara rosa, con forma de gato, que me regaló mamá para mi cumpleaños número diez. La enciendo iluminando mi habitación con una luz tenue de color lila.
Escucho unos golpesitos en la ventana, ocacionados por el viento que hace que una rama roce el cristal. Miro la hora, son las tres de la madrugada.
Me revuelvo un poco en la cama, aún con una sensación extraña. Siento la garganta seca, así que decido ir por un vaso de agua a la cocina, pero el temor de que algo me vaya a agarrar por los pies es muy profundo e infantil; a pesar de mi edad esas cosas aún me aterran.
Hago un esfuerzo y me pongo de pie. Busco mis pantuflas debajo de la cama, con los ojos aún medio nublados por recién haberme levantado. Me es difícil localizar el par de calzado acolchado, así que me agacho un poco y noto que bajo la cama hay una luz roja como la que vi en mi sueño, está parpadeando. Me pongo de pie de inmediato dando un salto hacia atrás. La luz parpadea un par de veces y luego se apaga.
—No es real, cálmate Phoebe —me digo a mi misma.
Con recelo introduzco la mano bajo la cama y las logro hallar. Soltando un leve suspiro al calmarme, Camino suavemente hasta la puerta y la abro de la misma manera para evitar despertar a mamá.
Bajo las escaleras, desde aquí la sala se ve muy oscura, si no conociera la casa tan bien seguro me tropezaria con uno de los muebles. Ágilmente encuentro el interruptor y enciendo las luces. Me dirijo a la cocina, una habitación a mi izquierda color crema, lo bastante amplia para mi gusto. Abro un gavetero sobre mi, tomando un vaso abro el grifo y lo lleno hasta el tope; bebo como si hace meses que no lo hiciera, de una manera tan apresurada.
Miro por la ventana y veo un auto negro del otro lado de la acera pero no es de la señora Victoria, no tendría como pagar un auto tan lujoso, además ella vive sola con su gato Ron. Casi no sale de casa, excepto al jardín cada mañana, y el resto del día se sienta en una mecedora en el portal de su casa a leer sus novelas, así que descarto la idea de que sea de ella.
Hace varios años que conosco a la señora Victoria, una mujer mayor, no tan alta como mamá, delgada, de pelo blanco, pero no creo que sea por su edad, si no más bien porque así le gusta teñirlo, o quizá sea ambas. Nunca oí algo acerca sobre sus hijos o algún familiar que la viniera a visitar. Solo han sido ella y esa pequeña bola de pelos llamada Ron, un gato marrón con una cola esponjada y apunto de reventar de la gordura. Aveces por las tardes cuando llegaba de la escuela, la veía en la parte delantera del jardín, regando sus flores, canturreando un par de sus canciones favoritas, al pasar me regalaba una de sus margaritas.
De sorpresa unas manos me toman por los hombros, sacándome de mis pensamientos. Salto mientras suelto un grito. Cuando giro, me doy cuenta de que es una mujer alta con una bata blanca y el pelo negro suelto, algo desordenado, lleva una mano a mi boca para callarme, y en la otra mano tiene un bat de béisbol.
—Ssshhh, Querida soy yo.
—¡Mamá!. ¿Quieres matarme de un susto? —digo con la voz agitada y con el corazón a punto de salirse de mi pecho.
—Lo siento cariño, pero oí ruidos y baje para ver que era —dice con un tono preocupado—. Pensé que era un ladrón.
—Solo era yo, desperté y tenia mucha sed —miro de reojo la ventana—. Lamento haberte asustado.

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Siluetas
Teen FictionPhoebe es una chica de 17 años, llena de temores, como muchas chicas a su edad. Lo que no creerás es que a pesar de nacer en 2021 se encuentra atrapada en 1975. Intenta recordar los hechos que la llevaron a llegar hasta esa época. Adentrándose por c...