Pesadillas

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16 de octubre de 2038

Despierto asustada, con mi pijama bañada en sudor. Una vorágine de sentimientos recorre mi pecho, me hace tiritar. Ya son varias semanas con la misma pesadilla, como si se me intentará decir que pronto sucederá algo terrible.

Esta noche he tenido una visión bastante real. Imágenes que pasan muy deprisa por mi mente, como vagas alucinaciones.

Todo comienza con la señora Victoria en el jardín de su casa, dándome los buenos días, el autobús llegando y mamá despidiéndose alzando sus manos, con una gran sonrisa.

Luego todo se torna oscuro y veo centenares de sombras a mi alrededor como atrayendome hacia un gran hoyo, con manos negras y largas garras que me arañan los brazos. El agujero al que tratan de meterme está lleno de gemidos y gritos que me aterrorizan.

El viento se mueve violentamente en todas direcciones, las luces de la avenida parpadean hasta quedarse todo completamente oscuro. Solo la luna ilumina una pequeña parte de la calle, con una especie de luz de un tono azul; la otra parte permanece oscura por los grandes árboles que están junto a la acera.

La silueta alta de una mujer se acerca hacia mi; no puedo distinguir de quien se trata, pues mi vista se ha nublado un poco debido a la escasa luz y al viento que trae consigo una gran cantidad de hojas y algunas gotas de lluvia.

Aquella silueta se acerca hasta mi sin intención de detenerse y sin advertir mi presencia. Intento moverme, pero es inútil, me quedo paralizada, y siento como me atraviesa. Es una sensación tan fría y totalmente tranquila; por extraño que parezca me resulta familiar su roce. Me quedo congelada y siento su dolor al cruzar a través de mi.

Involuntariamente siento como unas tibias gotas recorren mis mejillas, un sentimiento agonizante recorre todo mi cuerpo, llenandome de una tristeza tan profunda que me aterra. Por fin, siento que mi cuerpo ha sido liberado y me doy vuelta; veo como la figura se desvanece frente a mi.

Cierro los ojos y solo veo objetos punzantes dando vueltas en todas direcciones; cristales rotos por todas partes y el grito espeluznante de una mujer. Lo último que recuerdo es una luz muy brillante, de un color carmesí, aproximarse hacia mi como un rayo, me atraviesa y mis poros se destruyen poco a poco, un segundo más tarde todo se apaga.

SiluetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora