XI Phoebe

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Cruzamos el estrecho camino, con lava a los costados. Nos turnamos o eso hicieron los demás porque yo aún estaba siendo cargada por aquel ángel de pelo negro y reluciente rostro.

Llegamos a una puerta oscura del doble de alto que Exus. Dos pilastras enormes la flanquean, una de cada lado, eran muy resplandecientes como el oro, casi iguales a las que vimos antes cuando entramos a estos túneles infernales, las mismas tienen forma de león con cola de escorpión y cabeza de dragón, al pie de las pilastras hay algunas inscripciones que ni siquiera mamá es capaz de traducir, a lo largo hay más marcas cuyos signos me atemorizaron de manera inexplicable, según mamá su significado está prohibido ser mencionado fuera de aquel lugar, por ende, supongo que si conociera lo que significa no me lo diría.

Max entra de último, pero antes de cerrarse la puerta se percata de dos sombras oscuras que se acercan a gran velocidad.

Ambas portan unas cuchillas de un color oscuro mate, de gran longitud. Estos se acumulan como espirales negros alrededor de la hoja, los cuales se aferran también a las manos y brazos de las sombras, recorriendolos y fundiendose en sus cuerpos.

-Creo que deberían ver esto -dice Max alterado dando un paso atras.

Mamá se acerca a la puerta antes de que se cierre y se da cuenta de qué se trata. Fuerza más la puerta, para ponerle cerradura rápidamente.

Fuertes estruendos se escuchan desde afuera, como unos grandes truenos, como el rugido de un león, que se estrella contra la puerta y las paredes de aquel lugar, que en mi opinión, es como una de esas capillas a las que asistía con mamá cuando era más pequeña.

-No podrán entrar aquí -dice detrás de nosotros un hombre con una barba blanca enorme así tipo Gandalf-. Este es un lugar sagrado, es prácticamente imposible que puedan abrir la cerradura, solo los seres de luz pueden entrar.

Su rostro no resplandece como el de mamá y los ángeles, pero su presencia genera un ambiente de completa paz, sobre su cabeza lleva un sombrero negro de punta, viste una túnica gris. Tiene un defecto en su pierna derecha, en lugar de piel exhibe un brillo al girar, es una pierna de metal incrustada en su muslo, el cual no se molesta en ocultar.

En sus manos sostiene un bastón plateado, envuelto en espirales blancos, parecidos a los que tenían aquellas sombras. Lo golpeaba algunas veces contra el suelo y surgían algunas chispas que desaparecían en el aire.

-Keith, gran soberano de Okra -exclama Aneucys haciendo una pequeña reverencia ante él, lo mismo hacen mamá y Exus como una muestra de su veneración, al que supongo es un hombre bastante importante. Aneucys sigue diciendo con la cabeza agachada-. Necesitamos su ayuda.

-Lo sé -dice con una voz firme y tranquila, como si en verdad supiera todo y nos estuviera esperando hace mucho tiempo-. Por favor póngansen de pie y acompañenme.

Subimos unas escaleras blancas, donde los escalones son inmensos. Max y Scarleth tenían que hacer grandes esfuerzos para subirlos. Al llegar arriba mis ojos se llenaron de luz y se abrieron como nunca, ante tanta hermosura en una misma habitación.

Era como una catedral llena de figuras doradas que adornaban cada rincón sobre nosotros.

-¿Qué lugar es este? -susurro cerca del oído de Exus.

-Es el salón del conocimiento, al menos el último de pie en Okra -musita Exus mirando con nostalgia la gran estructura que nos envuelve.

-Asi es -dice Keith girando en nuestra dirección-. En las ultimas estaciones los oscuros se han encargado de destruir, asesinar y apoderarse de tierras. Okra es uno de los cuatro reinos que forman el nuevo mundo. Después de muchos ataques por parte de las fuerzas oscuras tuvimos que refugiarnos aquí en la octava bóveda de Okra.

-¿Entonces hay más lugares así de impresionantes? -digo mirando todo a mi alrededor.

-Claro y los conocerán, pues necesitamos su ayuda y la de sus dones para acabar con las fuerzas oscuras -dice mirando la piedra en mi mano.

-¿Pero Cómo? -Digo confundida-. Si no tenemos nada que pueda servir.

-Hay más dentro de ustedes tres de lo que te imaginas -me dice Exus con una leve sonrisa y me pone en el suelo, pero sin soltarme la mano, pues teme que me desplome.

Me quedo apreciando lo hermoso que es éste lugar. El techo es una bóveda de cañón rebajada, con lunetos que rodean los arcos de las ventanas. La bóveda está cortada en sentido transversal por pequeñas bóvedas formadas sobre cada ventana, que la dividen en su nivel inferior en una serie de pechinas elevadas sobre pilastras situadas entre las ventanas.

Hay unas hileras de candeleros hornamentados que brindan una luz tenue, bajo aquellos candeleros se situaba una enorme mesa, con quince sillas doradas de cada lado. Detrás unas figuras de mármol, una mezcla entre ballenas, anguilas, peces de abismos, como representando a las criaturas del mar.

-Tomen asiento -dice el anciano alejándose hasta una mesa al final de la inmensa habitación-. le prepararé algo a Phoebe.

-¿Cómo es que sabe mi nombre? -le susurro a mamá que se encuentra justo a mi derecha, se ve un poco inquieta.

-Él ve todo lo que sucede en la tierra. Es el poseedor de la piedra Vex -musita muy bajo mirando al hombre barbón-. Le permite ver el pasado y también el futuro, Incluso desde antes de que nacieras ya te conocía.

Me quedo observando cada movimiento que hace aquel hombre. Toma una taza y le sirve un poco de líquido que hay dentro de un caldero negro, luego saca de una bolsa unas especies de hierbas verdes.

Se acerca hasta la mesa denuevo y me extiende la taza, miro a mamá y ella me asiente para que la tome. La sostengo acunandola en mi pecho. El vapor lleva un aroma exquisito que me envuelve por completa, pero al darle un sorbo siento un sabor amargo que me hace arrugar la cara casi de inmediato. Después de varias sorbidas el sabor cambia y se torna más agradable.

-Keith, estoy seguro que ya sabes que el tiempo ha llegado y los Norshoks están buscando la piedra Rix -dice Exus rompiendo el silencio, sin reparar en mi.

-Si, lo sé muy bien, y sé que no han conocido aún cuáles son exactamente sus dones, ¿verdad? -dice el hombre como si ya se lo hubieran contado todo-. Pues creo que un poco de esta poción les ayudará.

Fue por dos tazas más y se las dio a Max y a Scarleth, los cuales la bebieron sin poner resistencia. Al principio les paso lo mismo que a mi, pero luego el líquido verdoso no era de un sabor desagradable, de hecho era algo dulce con un sabor como al té de manzanilla.

-Bien ahora quiero que uno de ustedes se levante y se acerque a esa mesa negra de allá y elija una piedra de las que hay en el tazón plateado -ordenó Keith.

Max se ofreció a ir primero. Caminó lentamente, tomando varias bocanadas de aire, se notaba lo nervioso que estaba. Acercó su mano al tazón y tomó una piedra azul, al estar en sus manos comenzaron a salir unas espirales del mismo color de la piedra, que le rodearon el brazo a Max, su rostro era de susto pero se mantuvo quieto.

Las espirales le alcanzaron a llegar hasta el hombro, luego Keith se puso de pie y alzo su bastón en dirección a Max. Él se quedó mirandolo muy fijo durante unos segundos. Max apretó los puños en señal de no retroceder ante el ataque que el anciano instaba a seguir.

-Bien chico, veamos de que estas hecho -soltó el anciano mientras se erguía y daba un par de pasos hacia Max.

De pronto lanzó un rayo de luz blanca. Todos quedamos inmóviles en nuestros asientos, solo pude ahogar un pequeño grito y mamá me sostuvo del brazo casi de inmediato, cuando intente levantarme para ir en ayuda de Max.

-¡Max! -espeto, sintiéndome totalmente impotente. Con solo unos pocos centímetros separandonos.

El rayo de luz golpeo con una fuerza brutal el pecho de Max y lo tiro varios metros por el piso de granito. Mamá me soltó y corrí hasta donde estaba tirado. Lo que vi al llegar hasta él me dejo sin aliento.

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