XXVIII Phoebe

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Invadida por el temor y aún con Matt en mis brazos, miraba a todos lados, buscando ayuda. Ray, poniendo su mano sobre el auricular qué llevaba, le daba indicaciones a cada uno de los guerreros qué iban camino a Faberk.

Todo aquello lucía como una gran estampida cruzando el bosque con gran premura, todo eso mientras yo aún estaba en el suelo junto a Matt que segundo a segundo se desvanecía entre mis manos.

—Phoebe tenemos que irnos —dijo Ray agachandose a mi lado poniendo una mano sobre mi hombro derecho.

—No lo voy a dejar tirado aquí —solté entre lágrimas, las mismas que hasta ahora me doy cuenta que tenía.

—Se acercan más Norshoks por el norte —escuché por el auricular al mismo tiempo que Ray lo hacía. Era Zenk qué sobrevolaba el área.

—¡Vamos a atacarlos! –dije con rabia. Quería venganza y claramente no iba a esperar que Ray entendiera mis razones.

Primero fue a mi madre, ahora se llevaban por delante a este chico que, tan inocente y con un gran papel en esta lucha, no pudo contra el ataque tan cobarde de los oscuros.

—Phoebe no podemos ir solo unos cuantos contra todo el ejército de esas bestias. Muchos de los nuestros ya están en camino a Faberk para ayudar en lo que se pueda y así mismo debemos ir nosotros y reorganizar nuestro ataque —dijo Ray poniéndose de pie—. Por el momento, esta misión de reconocimiento del área solo nos ha traído una perdida.

Entre lágrimas de cólera miro a Ray y comprendo su punto, sin embargo no me iré dejando a Matt tirado en este campo.

—Zenk, necesito que me ayudes a cargar a Matt, llevemoslo a los jeeps y luego a la Comarca —ordenó Ray como si leyera mis pensamientos.

—Ray, lo que pides ¿podría esperar un poco? —Dijo Feitz llegando del norte.

—¿A que te refieres? —dijo Ray con el ceño fruncido.

Cuando Feitz estaba por explicar, un rugido nos abrazó como el sonido de miles de bestias apoderandose de todo el ambiente.

Como una tormenta, el cielo se torno negro. Pero había algo más en esa brumosa y densa oscuridad. Un zumbido caótico que emitía alaridos y gritos estridentes.

El manto negro qué se acercaba a nosotros estaba cargado de toda clase de oscuros. Lo que me lleno de pavor era que a unos metros de mi, Scarleth caminaba entre escombros sonriendo y junto a ella un centenar de oscuros de flamas rugiendo incendiando todo a su paso.

—Ray se están abriendo múltiples portales, qué al parecer vienen de la ciudadela de los oscuros —informó Feitz aterrizando a un costado de nosotros.

En efecto la oscuridad apareció de la nada mediante portales que comenzaban a distinguirse en el cielo y en la tierra. De los mismos salían oscuros marchando hacia la batalla.

Cuando giré hacia donde había visto a Scarleth, esta ya no estaba. ¿Acaso me estaré volviendo loca? Me sumergí en mis pensamientos por unos segundos.

Tenemos que irnos —escuché como en un susurro.

—Phoebe, tenemos que irnos —esta vez lo escuché más fuerte. Era Ray que me estremecía para que nos subieramos al jeep.

Parpadee un par de veces intentando traerme a la realidad, necesitaba enforcarme en lo que estaba sucediendo ahora.

Zenk y Roth ya habían subido a Matt, quien esperaba acostado sobre el asiento trasero con Kristie presionando la herida. Irónico, que a quien Matt amaba tanto, fuera a quien literal, se le estaría muriendo en sus manos.

—¿Qué estas esperando? ¡Apresúrate y sube! —me espetó ella con dolor en sus palabras. Quizá ella también lo amaba y jamás se lo dijo. ¿Debería decirle lo que me confesó Matt?

Con la duda en la mente subo al jeep esta vez con premura, y me ajusto el cinturón.

—De acuerdo chicos, ¿todos listos? —dice Ray por los auriculares mientras sube al auto y ajusta los controles para poder usarlo con un tipo de combustible qué el inventó. Al menos así me lo presumió varias veces.

—¡Listos! —gritaron todos al unísono.

—Bien —dijo Ray mientras me miró asintiendo como en señal de preparación —¡Feitz ahora!

Feitz que sobrevolaba sobre nosotros arrojó un artefacto lila sobre nosotros y al instante un hoyo qué emitía una fuerte luz qué nos tragó; no sé cómo describirlo exactamente, pero al entrar dentro de ella sentía que flotabamos.

Miré a todos lados pero no distinguía nada. Era una luz muy cegadora.

Cuando estaba por preguntarle a Ray sobre el lugar donde nos encontrábamos, otra fuerza nos succionó esta vez con más brío.

Aparecimos en un lugar desconocido.

Había llamas, neblina arropando todo alrededor.

Dios, esto no es desconocido, es la Comarca. Era el hogar de centenares de guerreros, entre ellos niños.

Ray salió del auto letargicamente mirando todo el desastre, como buscando respuestas a tan cruda escena.

—Nunca debimos salir —Dijo Kristie rompiendo el silencio que nos mantenía  helados.

—De nada servirá reprocharse esto Kristie —la detuvo Ray tocando su hombro desde fuera de  la ventana del auto.

Saliendo del auto percibí un fuerte aroma a especias; eran los hangares de suministros qué esparcidos por todos lados aromatizaban la cruel escena que frente a nosotros se mostraba.

Esto fue el detonante que hizo que algo en mi despertara. La llama que se creó dentro de mi corazón y que dejó de lado a aquella chica compasiva. Si antes quería vengar la muerte de mamá, esta vez quería acabar absolutamente con todo lo que se me cruzara por ver una luz qué mi alma volviera a sanar.

SiluetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora