XXIII Phoebe

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Phoebe


Luego de ver como Ray, sus hermanos y los demás miembros del ejército de la comarca se adentraban con cautela en aquella enorme fosa. Matt ya estaba listo para impartirme una breve explicación de lo que fuera que Ray me tenía preparado dentro de la mochila. Con su peculiar amabilidad, me pidió que saliera del auto. Solo asentí e hice lo que me pedía.

Algo recelosa puse un pie en el suelo, éste se hundió un poco debido al terreno fangoso, Matt asintió e hizo un gesto para que bajara. Después de unos segundos me anime a seguirle. De pie, y más acostumbrada al suelo bajo mis pies, me hallé atontada un instante al ver lo inmensa que era la cueva. Mi estupefacción duró no más de diez segundos, hasta que Matt llamó mi atención con los gestos que comenzó a realizar.

Decenas de armas de todo tipo comenzaron a materializarse entre sus manos. Las cuales aparecían y desaparecían a su voluntad.

—Bien, señorita Phoebe, ya que todos los guerreros de Faberk están impacientes por conocer que puede hacer con aquella piedra tan buscada —su voz era un poco grave y suave—. ¿Porque no me muestra algo para empezar? —añadió rápidamente sin dejar de confeccionar múltiples armas con sus muñecas.

—Bueno, yo en realidad no estoy muy segura de que puedo hacer —murmuré, algo intimidada por aquel guerrero.

—¡Patrañas! —soltó él, al mismo tiempo que creaba una especie de espada con rayos en toda la hoja—. Atacame.

—Bien. Dejame intentarlo.

Apreté muy fuerte los puños intentando llamar mi don y que se hiciera presente en cualquier forma, pero este no apareció.

Matt seguía con lo suyo, aunque no sin dejar de prestarme su atención. De hecho aún metido en su práctica de materializar armas me seguía hablando. Me contó de como logró salvar a su madre de los Norshoks cuando aún tenía diez años.

Entraron una noche en su aldea prendiendo fuego a todo a su paso, trayendo el caos y el horror a decenas de familias que se dedicaban a la elaboración de prendas de vestir. Su padre se encontraba junto a su hermano mayor en la parte delantera de la choza preparando la cena, cuando un oscuro de lava arrojó contra ellos una cascada hirviendo de aquel material viscoso. Los tomó por sorpresa, quitándole así a dos seres tan importantes para él. Su madre estaba arreglando un pedido de prendas dentro cuando se escucharon los crujidos de la madera y los gritos ahogados de quienes eran sorprendidos. Uno de los oscuros entró al cuarto donde estaba Matt y su madre. Ella le pidió que se escondiera debajo de la cama. Pero él aterrorizado pensó en eliminar a quien se abalanzaba sobre su madre y fue cuando una flecha de metal se clavo en el cuello del oscuro, dejándolo pegado a la pared de madera.

—Bien, ya es tiempo de que veamos lo que Ray tiene para ti —soltó de pronto esfumandose así la ballesta que recién había formado con el aire, pienso que la misma que utilizo para salvarle la vida a su madre años atrás.

Sin nada más que decir doy media vuelta hacia el auto y tomo la mochila oscura que permanece en el asiento trasero. Vuelvo a abrir la cremallera pero esta vez no es tan fascinante como creí que sería. Juraba que al abrir la mochila iba a continuar viendo aquel resplandor que hace unas horas recibí. Lo que notan mis ojos al abrir la bolsa es algo: extraño. Y al decir extraño no me refiero a algo enorme. Más bien es del tamaño y forma de un brazalete ordinario, pero que me parece totalmente fuera de lugar aquí en Aaden.


—Vamos muéstrame —dijo Matt inclinándose un poco sobre mi hombro derecho intentando ver.

—Es... —me detengo, tomo el objeto entre mis dedos y me giro hacia él—. Un brazalete —esto último sonó más como una pregunta.

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