XVI Phoebe

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Phoebe

Mientras me aferro con fuerza del torso de mi extraño y corpulento guardián, hecho un vistazo al majestuoso paisaje, el cual había estado ignorando por completo ayer por la tarde, quizá porque ya estaba oscureciendo, pero creo que la razón principal ha sido Scar y mi temor de perderla a ella también, justo como ocurrió con mamá.

He estado pensando que tal vez, con un poco de suerte, podamos corregir el mal que estan haciendo los oscuros y todo lo que planean hacer. Mamá tendrá que seguir su camino hacia el otro lado o como sea que se llame el lugar al que van los que ya no estan entre los vivos y eso me llena de tristeza.

Aunque he evitado hablar del tema, he pensado comentarselo a Exus o a Max. Quizá lo haga. O quizá sea mejor que me lo reserve.

Las montañas a lo lejos en el horizonte dan la impresión de ser enormes colmillos de gigantescas bestias que nos deborarían en cualquier momento si asi lo quisieran.

Hermosos valles recorren gran parte de las extensas colinas dandole un aspecto sumamente grandioso, envolviendonos en un mar de colores muy vivos, el verde liderando, seguido de lila, rosa, celeste, amarillo en muchas flores de gigantescos árboles frondosos que abarcan kilómetros de terreno.

Puedo ver cientos de venas azules que se dividen entre los valles, hasta perderse en el bosque y seguir hasta mas allá de mi vista. Según Exus las aguas de aquel río tienen poderes curativos de los cuales podríamos necesitar en algún momento. Siendo sincera la simple idea de tener que necesitarla me pone muy nerviosa. Espero que no tengamos que usarlas nunca.

Al norte entre un grupo de montañas logro ver lo que parece una tormenta que comienza a acercarse a paso lento, pero que dificultará la busqueda si no nos damos prisa.

—¡Ayá, por las montañas! —Digo señalandole a Exus lo que me preocupa—. ¡La tormenta!.

Algunas líneas azules muy resplandecientes se precipitan desde aquellas nubes oscuras.

—Si. Ya lo había notado —logra decir con un tono muy despreocupado y relajado. Quisiera tener la calma que poseé, pero soy un mar de nervios en los brazos de un sujeto al que parece que le encanta que yo tenga constantes crisis nerviosas.

—¿Y? ¿No piensas hacer algo para que evitemos estar en su camino? —digo exaltada al obtener su respuesta tan despreocupada.

—¿Debería bajar con más prontitud? ¿A eso te refieres?. Si mal no recuerdo hace unas horas me pedías que no fuera tan brusco y ahora me dices que nos arrojemos como locos por el acantilado.

—Tampoco te estoy pidiendo que hagas eso. Lo que trato de decir es que con la tormenta se nos hará más difícil seguir en el camino para poder hallar a Scarleth. Y odio que te comportes tan apático cada vez que te pregunto algo.

Miro muy lejos en dirección a la tormenta y a las luces con tonalidades azul eléctrico de los relámpagos, queriendo lanzarme al vacío con tal de no seguir cerca de quien considero un angel tonto, pero sería más tonta al hacerlo. Una tonta muerta.

—Si he actuado de esa manera al responder a tu pregunta ha sido porque tengo un plan —dice moviendo mas rápido sus alas. Luciendo sorprendentemente calmado, aun cuando no he sido muy amable con él—.Pero primero debemos comer algo, mas bien, ustedes deben comer un poco.

—Oh vaya!. Pero podrías al menos decirmelo —cierro los ojos un instante y suspiro profunda y lentamente—. Lo siento... No debí... —logro decir apenada por mi pequeño drama y aparto la mirada.

No hace mas que mostrarme su perfecta sonrisa de suficiencia que me irrita tanto, pero que esta vez dejo pasar por alto debido a que he sido un poco exagerada y levemente grosera, bueno realmente no he dicho alguna mala palabra pero la manera en la que lo he tratado es lo que me motiva a hacer una de las cosas que no suelo hacer a menudo. Pedir perdón.

—Está bien, no te preocupes por eso —Su voz es como un susurro que invade mi sentido auditivo con cierta armonía difícil de explicar.

Al llegar a un claro a unos cuantos minutos de la cascada podemos observar lo que mamá, Alex y la señora Victoria (Aneucys) han preparado con algunas frutas muy diferentes a las que estoy a acostumbrada y hierbas que había en los alrededores del profundo y peculiar bosque.

—Por fin decidieron acompañarnos —dijo Aneucys acercandose con una jarra con una especie de té— toma un poco, te hará bien.

—Gracias. ¿Qué es? —digo acercando la taza hasta mi nariz con el fin de sentir el aroma que brotaba de aquel líquido azuloso no muy común.

—Es té de una de las hierbas medicinales que abundan aquí en Aaden —responde mamá con ese tono tan dulce que solía tener cada mañana que preparaba el desayuno y yo intentaba ayudarle.

Intenté no hacer preguntas sobre como habían obtenido el fuego y los utensilios, las tazas y jarras, pues me relaje un poco cuando sorbí aquel raro té que habían preparado. Además hay un montón de cosas mas importantes que el té en estos momentos, por ejemplo, como podremos atravesar aquella cueva para acercarnos a Scarleth. En realidad no se como pueda ayudarnos a encontrarla volviendo a aquel sitio, pero guardo un poco de esperanza aún. En todo caso quiero comer tan rápido como puedo para partir antes de que la tormenta nos acorrale.

—Se apróxima una fuerte tormenta desde el norte. Por allá. Por aquellas montañas —dice Exus justo como si me hubiera sacado las palabras de la boca y me limito a mirar mi té y mantenerme calmada. No necesitamos otra escena.

—Entonces hay que darnos prisa —espeta Max con un poco de fruto, parecido a una manzana, aún en su boca.

—Eso es lo que le dije a Exus —suelto y giro rápidamente la vista al tibio líquido procurando acabarlo, ha sido un excelente relajante.

Tomamos todo lo que podemos llevar de los frutos en nuestras bolsas para después. Creo que a Max no le van a durar mucho sus reservas, pues a cada instante se come una fruta distinta de su bolsa mientras vamos de regreso a la cascada.

De regreso en la cima donde pasamos la noche, todos nos agrupamos a lo largo de una pared de piedra oscura. La misma da la sensación de retumbar cuando me acerco a ella, se escucha como si fuera la máquina de enorme armatoste. Giro y me doy cuenta de que en realidad aquel sonido es el de la tormenta que hace eco en toda la cueva ahora que está sobre nosotros. El estrepitoso rugido de truenos forman un concierto aterrador, al que siempre me he sentido atemorizada.

Exus, Aneucys y mamá se acercan a la pared de piedra, examinando cada pequeño centímetro y se miran unos a otros hasta que mamá da con algo que la hace soltar un pequeño brinco de emoción. Por un segundo parece una niña.

—Creo que esta debe ser la cerradura —dice mientras suelta un pequeño trozo de piedra de un color plateado pegado a la pared, el cual no sé como no notaron antes.

—Phoebe. Max. Acerquense, coloquen las piedras delante del Ién para abrir el portal —dice Aneucys sonriendo mirando fijamente el objeto que sobresale de la pared.

—¿Te refieres a este pedazo de cosa plateada? —dice Max sonriendo un poco.

—Sí. Esa cosa plateada es una de las muchas cerraduras sagradas que han existido por siglos —suelta Aneucys poniendo una mano sobre mi hombro.

—Bien hagámoslo —le digo casi en un susurro a Max, ambos nos acercamos y al poner las piedras sobre el Ién puedo sentir un pinchazo que se mueve desde mi muñeca hasta mis hombros y se pierde poco a poco en mi cuello.

—No te asustes. Es la energía que las piedras le transmiten al portal —dice Aneucys aún con su mano puesta sobre mi hombro, como dándome fuerzas.

—Ok —es lo único que puedo decir y miro a Max, él no parece afectado en lo absoluto. Seguro es el poder que la piedra ha formado en él.

Dejo de un lado el temor y permito que la corriente recorra por mi piel, luego de unos segundos la pared se torna muy brillante y chispas azules y rojas la recubren en una danza de olas y serpenteos coloridos que forman un gran portón parecido a un espejo, pues nuestros reflejos se pueden ver atravez de el.

—Scarleth nos necesita, el mundo nos necesita —digo y sin dudar tomo la mano de Max y ambos saltamos dentro del portal.

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