XX Phoebe

75 11 0
                                    

Phoebe

Sin Ray cerca, ni la compañía, un tanto amenazante, de los rayos de sus hermanos, nos dirigimos a paso apresurado a una de las galeras más apartadas de la plaza. Avanzamos entre niños y adultos, que van y vienen, saliendo de entre las estrechas calles. Algunos llevan sobre sus espaldas bolsas con alimentos y otros traen de la mano a sus pequeños, que van señalando cada cosa que ven en la interminable multitud.

Marcos va al final y Kristie nos dirige. No ha pronunciado palabra alguna desde que Ray le gritó en la plaza. Es como si le hubiesen fracturado una parte de su orgullo. Tan ruda pero a la vez tan frágil. Después de que Ray le alzara la voz, ella solo bajó la mirada y se sumergió en un silencio muy profundo, que solo interrumpía en pocos instantes para jadear por la larga caminata que emprendimos dentro de esta ciudadela. Sus prendas oscuras le dan ese aspecto de ser una chica con la que no quisiera tropesarse. Sus ojos lucen apagados, con ese tono grisáceo tan pálido, que contrasta con su piel morena.

Detrás de todo ese mal genio debe haber una jovencita muy tierna; aún así, me mantengo distante y evito ser presa de sus llamas.

Mirando alrededor de esta gran fortaleza, la cual es el hogar de cientos de habitantes de Aaden, me doy cuenta de que la Comarca puede fácilmente compararse con una de esas grandes ciudades de concreto en la tierra, con la excepción de que aquí habitan un gran número de valientes guerreros que darían su vida por mantener la amenaza oscura aplacada y en el mejor de los casos, eliminada.

Me recorre un extraño sentimiento de estar en un lugar familiar, al ver a aquellas personas caminar por los estrechos callejones de la fortaleza y de sus inmensas edificaciones, siento que hace mucho tiempo había estado aquí.

Me detengo unos segundos mirando hacia un gran edificio de color plata, con varias figuras  de la abundante flora en relieve. Plantas y árboles, árboles prodigiosos que pudieron haber existido en algún remoto momento del pasado, recubren sus costados en una impresionante sincronía.

—Es el cuartel de entrenamiento —Me dice el anciano adivinando mis pensamientos, lo cual me resulta un poco molesto, pero permanezco callada con la vista fija en el recinto—. Es donde los guerreros inician el estudio de sus dones y de las habilidades que cada uno posee.

Me guía con la mano hacia una enorme estructura parecida al coliceo que usaban los romanos en tiempos antiguos, cuando abro la boca para preguntar, Marcos prosigue.

—Ese es el campo donde suelen hacer uso de los poderes que hay dentro de cada guerrero. Es un lugar amplio donde se dan batallas de práctica para mejorar las destrezas —dice Marcos al mismo tiempo que observo boquiabierta la gigantesca pared de concreto, con grandes ventanales huecos en perfecta ubicación.

Al centro hay unas escaleras que dan a las gradas. Supongo que deben estar entrenando en este momento por precaución a los frecuentes ataques de los oscuros. Con gran curiosidad me acerco un poco a los primeros escalones, donde logró oír gritos y sonidos metálicos emerger de dentro de lo que me imagino es la liza. Siento una leve corriente pasar a través de mi pecho al tocar la pared de piedra, doy un respingo. Vuelvo a dar otro paso al frente pero una voz conocida, y bastante enojada, me hace retroceder.

Kristie me mira con unos ojos que refulgen, literalmente. Doy media vuelta, mirandola directo a los ojos y aun con el pecho electrizado. Se prepara para soltar un ataque por haberla retrasado, pero la interrumpo.

—Sería una pena para ti si Ray llegase a ver alguna quemadura en mi —le recuerdo con una sonrisa de suficiencia.

Ella se da media vuelta y suelta con gran brusquedad una llamarada que termina dejando una pared totalmente oscura y humeante.

SiluetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora