Phoebe
Con la luz de las lunas de Dayrat sobre nuestras cabezas, damos marcha hacia Qebed, con la esperanza de poder hallar a mis amigos a salvo. Soy consciente de que mamá y mis protectores no podrán volver a la tierra, pero mis amigos y yo aún tenemos una vida allá. De todos modos no puedo permitir que también eliminen a mi madre, a Exus y a Aneucys de este mundo alterno al nuestro. Siento un impulso de pelear, aún sabiendo los peligros que supone el acercarse a una zona tan patrullada por Norshoks. Aprieto la piedra roja contra mi pecho.
Según los últimos reportes por parte de algunos de los soldados de La Comarca, han habido varías ejecuciones y secuestros de aldeanos. Todo por obtener las piedras que estos portan.
Me pregunto cuantas vidas más se llegarán a perder con ese esfuerzo egoísta de querer más y más poder.
Ray nota mi incomodidad y lleva su muñeca justo sobre la mía. Me dedica una leve sonrisa, apaciguando un poco el infiernal temor que invade mi torrente sanguíneo. Quiere que sepa que todo estará bien. Pero sé que las cosas no serán nada sencillas. Sobre todo, me asusta fallar. Que mi don no aparezca cuando más lo necesite y que por mi culpa otros sean heridos o peor aún, que pierdan la vida. Ese simple pensamiento me llena de angustia.
Hemos recorrido varios kilómetros sobre los jeeps. Los cuales son conducidos únicamente por guerreros con la habilidad de controlar electricidad. Roth, el hermano más robusto de Ray, va al volante del auto en el que estoy. Sus manos sostienen firmemente el volante, enviando chispas azules como telarañas, presionando sobre unas placas metálicas que seguramente dan a los controles del vehículo.
En el puesto del copiloto y atenta a los retrovisores, está Karyl, una guerrera muy joven con un cabello tan blanco como la nieve, que le llega hasta los hombros. El arco de su nariz es tan delicado que me cuesta no admirarla.
Me mira un instante por el retrovisor subiendo un poco la comisura de sus labios y se da la vuelta, dejándome ver la cicatriz en una de sus cejas. Ray le hace un gesto brusco para que volteé al frente, pero hace caso omiso y me sostiene la mirada por algunos segundos. Inspeccionándome. Luego sube nuevamente la comisura de sus labios y se voltea al frente.
—Tu pequeña amiguita es realmente adorable —Dice con un tono burlón, se mofa de mi. Dirigiéndose a Ray, prosigue—. Espero que no sea solo eso y nos pueda ayudar en la lucha. Sabes lo peligroso que es esto Ray. No podemos cometer más errores que afecten a la comarca.
—Estoy consciente de los riesgos que implican traerla. Tanto para ella como para el equipo —responde Ray de manera firme y pone su mano sobre la mía otra vez y yo reprimo el impulso de alejarla de él.
Pero entonces el recuerdo de Max me sorprende. Cierro los ojos e intento formular alguna pregunta o algo que nos haga salir de este momento tan incómodo para mi.
—¿En que parte de Qebed están exactamente mis amigos? —digo intentando safarme de su agarre de manera muy sutil.
—Bueno eso no es algo que me haya dicho Marcos con exactitud.
—¿Entonces solo recorremos las aldeas sin rumbo fijo? —digo un tanto ofuscada.
—No tenemos otra opción —responde con calma intentando mitigar mi repentino enojo con su serenidad que me empalaga.
—¿Enserio no sabes a donde ir exactamente? —replica Karyl desde su asiento—. ¡Genial!
—¡Ya basta! —suelta Ray llenando el aire de chispitas que se desvanecen cerca de mi—. Solo confíen en mí. Prometí librar a Aaden de los Oscuros y eso haré. Phoebe tus amigos estarán seguros —termina de decir y entonces el auto se recubre de un silencio amenazante.

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Siluetas
Teen FictionPhoebe es una chica de 17 años, llena de temores, como muchas chicas a su edad. Lo que no creerás es que a pesar de nacer en 2021 se encuentra atrapada en 1975. Intenta recordar los hechos que la llevaron a llegar hasta esa época. Adentrándose por c...